El coreógrafo prepara un nuevo espectáculo con Olivier Meyer, Christian Rizzo y Marie-Agnés Guillot para el Théâtre de Suresnes.
Web revista La Flamenca. Barcelona. Xavier Grau. 1/12/2018 Fotos: Judit Rodriguez
Andrés Marín ha pasado como un huracán por El Dorado de Barcelona para cincelar su perfil de creador diferente con su farruca, su seguiriya, su martinete y su soleá. Arropado por la voz maestra de Segundo Falcón, la guitarra pulida de Salvador Gutiérrez y la percusión bien medida de Daniel Suárez, el bailarín y coreógrafo defendió su propuesta innovadora. El recital, bautizado a vuela pluma y a cuatro manos, Mi jardín impuro, muestra lo básico del sonido, el ruido y el silencio de este artista que abraza el suelo y percute el aire con recortes retenidos y surrealistas que exasperan al ortodoxo. Lo hace a consciencia siguiendo la máxima daliniana: el que quiere interesar a los demás tiene que provocarlos.
¿Por qué se prodiga usted poquísimo por Barcelona?
No sé. Me invitó al Mercat de les Flors en su día Juan Carlos Lérida para su Flamenco Empírico hace muchos años. Y luego traje el espectáculo El cielo de tu boca en 2009. Hasta hoy.
¿Traerá su Don Quixote?
No está descartado aunque de momento no ha podido ser.
¿Le es más fácil estrenar en el Théâtre Chaîllot de París?
Es distinto, como son distintos los públicos.
¿No hay dos iguales?
No. Ya te digo que el público francés es más frío y el sevillano más efusivo. Pero eso no quiere decir que el frío no sienta.
¿Y qué le dice usted a todos esos espectadores tan distintos?
Que yo donde me muevo bien es en el conflicto y en el exceso, en el diálogo entre preguntas y respuestas. Soy capaz de ir de la tradición a la vanguardia. No me detengo en lo convencional y trabajo desde el silencio y desde la atmósfera
¿Y algo más?
Que no se trata de hacer ruido por hacer ruido, que yo trabajo para hacer pensar al espectador. Salvando las distancias, intento ser como en un museo, ofrezco un recorrido y habrá a quien le guste y a quien no. Y funciona si el que lo recibe lo recibe abierto.
¿Y el que no lo entiende?
El que no lo entiende es porque no quiere llegar más lejos y punto.
¿Por eso está usted más cerca de la performance?
Exacto. Necesité evadirme, hacer flamenco real, no el museístico ni el que está anclado en el pasado.
¿Y entonces?
Es necesario conocer el pasado pero no vivir en el pasado.
¿Cuál es su flamenco?
Para mí, más que artesanía es expresión del hombre en sí mismo y yo intento expresarlo mediante la figura del bailaor. Lo expreso con los códigos flamencos porque son mi vehículo de expresión. Defiendo menos la actitud folclórica y más la vanguardia para contar al hombre de hoy en el día de hoy.
¿Y cómo es usted?
Yo no soy inmovilista. Mi sociedad es la que atiende al futuro.
¿Y cómo son sus espectáculos?
Hago lo que tengo que hacer. He abierto, junto con otros muchos antes que yo, algunas puertas y lo sigo haciendo. Digo “no” a la sociedad muerta. Yo hago teatro-flamenco. No baile por baile. Hoy los flamencos ya no vienen ni en carros ni en carretas.
¿Y dónde está el problema?
Yo no me encuentro ninguno. Trabajo con gente que vaya conmigo y mi manera de pensar en lo de descubrir nuevos mundo. Se trata de explorar nuevo territorios sin caer en lo contemplativo una vez recorrido un camino por primera vez. Y que cada cual haga el suyo, que yo tengo mi sitio y miro a los otros con respeto.
¿Y se siente usted respetado?
Sí. Yo defiendo lo que defiendo.
¿Y respaldado por la crítica?
Es bueno que te den y es bueno sacudir igual como yo intento sacudir al espectador y hacerle pensar a través de lo que está viendo y escuchando.
¿Cansado de que le den cera?
España es el país de la anécdota. Hay buenos y malos críticos, pero también mucho ignorante. No hay críticos expertos y mucho menos en danza.
¿Por qué?
Porque una cosa es conocer y la otra entender. El flamenco que se hace hoy se abre a nuevas vías y la danza también, lo que se les hace más difícil de comprender.
¿Es usted un revolucionario?
Podría ser, pero no creo. Revolucionarios fueron Camarón y Paco de Lucía.
¿Visionario?
Sí porque veo venir las cosas antes de tiempo y tal vez a menudo las coloco antes de tiempo. Pero estoy convencido que funcionan a largo plazo.
¿Extremista?
Correcto. Me muevo bien en los extremos.
¿Esencial?
De raíz. Mi propuesta está fuera de todo artificio comercial. Intento adornarla con referencias y elementos para provocar otras situaciones. Utilizo los platillos, el atrezzo y todo lo demás para generar otras texturas y llevar el flamenco a otra imaginación.
¿Rebelde?
Conmigo mismo sí y también con este sistema muerto y plano.
¿A qué sistema se refiere?
Al que está en el purgatorio del arte. El que no ve ni el supuesto infierno ni el supuesto dios.
¿Será así su próximo espectáculo?
Estoy trabajando en una nueva producción de Olivier Meyer para el Théâtre de Suresnes con Chistian Rizzo y Marie-Agnès Gillot con un nuevo diálogo entre el flamenco y la danza contemporánea.
¿De nuevo ese diálogo artístico?
Diálogo, diálogo, diálogo más allá de las fronteras entre géneros y artistas; este mundo no es de nadie, el flamenco no es de nadie y si compartiéramos más, mejor nos defenderíamos porqué así nos va.
“EL FLAMENCO NO ES DE NADIE Y SI COMPARTIERAMOS MÁS NOS IRIA MEJOR”