Web revista La Flamenca José Antonio Ceballos 9/1/2014
Cuesta conservar nuestras grandes esperanzas para este 2014 cuando, en sus primeras jornadas, se ha llevado a un amigo y profesional como Antonio Cid. Ese "gentle giant" (como le describía uno de sus seres queridos), gigante en sensibilidad y en humanidad, se despedía sorprendiendo a quienes tuvimos la suerte de cruzarnos en su vida y a los que admiraron su habilidad para captar la música en imágenes.
Perteneció al equipo inicial de La Flamenca, el que inició su andadura en 2003 con ilusión desbordante y el firme propósito, hoy más que cumplido, de que esta publicación no fuera flor de un día. Aquí pronto se ganó la confianza y el cariño de sus compañeros, así como un nombre entre los profesionales especializados en esta disciplina artística.
Sólo quien ama la música, con el criterio y la pasión de Antonio, es capaz de utilizar una modesta invención humana para detener el tiempo, congelar sensaciones y enmarcar efluvios de arte en estado puro. Cid tocó todos los palos de la fotografía, de la promoción corporativa a la gastronomía, pero quien trabajó a su lado durante más de una década, en éste y otros medios, sabe que su empatía y creatividad desbordantes nunca brillaron tanto como en el momento en que se especializó en la cobertura de espectáculos musicales. Porque "foteros" hay muchos, pero para entender nuestro arte y contarlo en imágenes hace falta llevar el diapasón por dentro.
Quien suscribe sospecha que, allá por los "territorios de ultratumba", el pase de prensa cierra más puertas que las que abre, pero está seguro de que la verdadera acreditación de Antonio, aquella grabada a fuego en el cartón del alma, le llevará a donde él quiera.
Por eso, con permiso de quienes todavía te lloran, te digo: No descanses en paz, Antonio. Sigue caminando... y sintiendo. Que algo nos llegará.