Web revista La Flamenca 10/5/2012
Autor: Manuel Iglesias Segura
Edición: Diputación de Badajoz
Editorial: Diputación de Badajoz, octubre 2011
Destruyendo teorías equívocas a través de premisas nuevas, Manuel Iglesias Segura ha elaborado una obra para demostrar, que Badajoz, a la que denomina continuamente “mi ciudad” forma parte de ese sur flamenco de España, cuna de diferentes culturas que conformaron lo que hoy conocemos como el sentir y vivir de este arte. Para él no existe frontera alguna entre Andalucía y Badajoz, en cuanto al nacimiento, desarrollo e importancia del flamenco, basándose en que son naturales de la ciudad del Guadiana dos palos básicos en este arte, los Tango Extremeños y el Jaleo.
Pero con “Badajoz, ciudad flamenca” va más allá, desgrana la historia partiendo desde los Tartesos, para encontrar el origen y la raíz de este arte que se asentó también en su tierra natal y que creció allí tomando forma y completándose para llegar a ser digna de estudios sobre flamencología. Es por ello, que cursa hasta el mínimo detalle el desarrollo de esta forma de vida, teniendo en cuenta desde las fusiones tomadas por otras culturas, la evolución de las vestimentas, los diferentes escenarios que se han dado en la historia del flamenco (juergas callejeras, café cantante, ópera flamenca, teatros, tablaos, peñas o escuelas), la importancia de los artistas que han desarrollado este arte, sin olvidar los medios de comunicación, la literatura, el cine y la industria discográfica, todo ello, patente, también, en Badajoz.
Destaca en el capítulo titulado “El apoyo institucional” (pags. 243-244) un artículo en el diario “Hoy”, de 1974, que lleva por nombre: “Es muy difícil que exista flamenco extremeño”, lo cual argumentaban Antonio Sánchez y Francisco Marín, con los diferentes puntos:
1. Por la proximidad a Andalucía ¿Existe algún cante en Badajoz que tenga similitud con el cante flamenco?
2. Hay unos tanguillos llamados “De la Plaza Alta”, que tienen similitud con el cante flamenco, pero el cante nació en Andalucía y hasta ahora sale de allí, eso sí, se extiende por todo el mundo.
3. ¿Es muy difícil que exista flamenco extremeño o de otro lugar? Lo es, no obstante, han salido muy buenos cantaores de otras regiones, aparte de Andalucía, por ejemplo Carmen Amaya, de Cataluña; Calderas, de Salamanca; o Porrina de Badajoz de Badajoz.
A todo esto responde Iglesias en este libro, de manera minuciosa, incluyendo hasta las teorías que se aventuran a ver en las danzas orientales tartésicas un posible origen del flamenco. Serían estas danzas (con sus respectivas músicas, instrumentos y atavíos del baile) las que pasaron a formar parte de la Hispania de la época de Augusto, dividida en dos provincias, Lusitiania y Bética, por lo que Badajoz formaba parte de la segunda.
Mas, concreta en mayor medida, su visión de un Badajoz flamenco, poniendo el acento en la influencia árabe que, sospechosamente, tiene la cultura flamenca, y que llegó a Badajoz casi al mismo tiempo que al resto de Andalucía. Los extremeños se alimentaron de aquella música con un compás idéntico a las seguirillas gitanas, es más, el autor de este libro expone un paralelismo solemne, si se tiene en cuenta que la música árabe dispone de “maqam”, lo que vendrían a ser los palos flamencos; muchos de sus cantes comienzan con “ayeos”, coinciden los compases binarios: entre otras similitudes extraordinarias. Pero no sólo de esta cultura se alimentó Andalucía y Badajoz, núcleo que Iglesias considera el sur flamenco de España. Cabe destacar los cantos sinagogales, que ya tenían por costumbre jalear, e incluso, la palabra Jalel, significa “animar” en hebreo.
No puede quedar atrás, la fusión del pueblo extremeño con el gitano, a quien el autor atribuye la grandeza del flamenco en la ejecución. Como tampoco se olvida las fiestas del Corpus en Badajoz (segunda mitad del XVI y primera del XVII), donde comenzaron a bailar los esclavos (“danzas de negros”), regalando el milagro de sus bailes, además de sus instrumentos y la riqueza musical que les caracteriza.
Manuel ofrece en este libro diversos ejemplos cotejados en hemeroteca y escritos de historia, donde encuentra el porqué afirma que Badajoz es flamenco. Los romances, el teatro, e incluso, el bandolerismo dejaron su huella en tierras extremeñas, al igual que sucedió en Andalucía, aunque Iglesias, reconoce cierto retraso con el sur de España.
Sin embargo, en este escrito no faltan el nombre de los testigos, los personajes que hicieron del flamenco una realidad en la ciudad del Guadiana. Se habla de multitud de artistas, comenzando por un pregonero, “El Tío Limones”, pasando por las tonadilleras, “Goya” o Dora “La gitana”; hasta llegar a guitarristas como Justo Badajoz, Manuel Terrón, además de cantaores de la talla de Porrina de Badajoz (una de las figuras más importantes que ha dado esta tierra “Porrina es, sin lugar a dudas, nuestro cantaor más representativo y universal”, concluye el autor), Julia “La Extremeñita” o “El Musiquina”. Presume también de nombres tan conocidos como el de Rosa Morena (Manuela Otilia Pulgarín González), El Indio Gitano, El Vito, La Negra, Ramón “El Portugués”, La Marelu o Juan Salazar, entre otros.
Tampoco pasa por alto la importancia de los concursos de flamenco en Badajoz, nombrando a algunas de los artistas más destacados como Magdalena González, hija de “El Musiquina”, Maruja Vega o Dolores Navarros, que son sólo algunos de los muchos que pueden encontrarse en el libro.
Para Manuel juega un papel fundamental el Café de Silverio (Salón Silverio) (pags 66-67). Habla de Silverio Franconetti, un sevillano que abrió un Café Cantante en Badajoz, propiciando que los flamencos extremeños pudieran crecer artísticamente, además de dar la posibilidad de trabajar en Badajoz a artistas de otras ciudades, con todo lo que esto conlleva, en cuanto al enriquecimiento del arte en sí.
Por tanto, sirve el libro de Manuel Iglesias Segura de guía para encontrar rápidamente las diferentes actuaciones que se llevaron a cabo en Badajoz, desde 1912 hasta el 2010. Sin dejar atrás a artistas de la talla de Luisillo, Juan Valderrama, La Paquera de Jerez, Marchena, Farina, Caracol o Antonio Molina. Asimismo, Resalta la importancia de la plaza de toros, destacando un cartel majestuosos, donde las muletas de los maestros Curro Romero, Rafael de Paula, Pepe Luís Vázquez, Curro Caro, Lucio Sandín y Emilio Rey, se fundieron con el cante de Camarón de la Isla, Rancapino, Nano de Jerez y José Merce, acompañados por la guitarra de Tomatito y Enrique de Melchor. Se trató del primer Festival Flamenco-Taurino en Badajoz, que tuvo lugar el 29 de octubre de 1988.
De este modo, se afirma que Badajoz es una ciudad flamenca, de la que nacen dos palos fundamentales, anteriormente citados (Tangos Extremeños y Jaleos), en la cual, se estudia en profundidad este arte, se acuna diversas maneras de expresión artística flamenca, sirve de escenario para artistas de otras ciudades y no deja de evolucionar, constituyéndose y afianzándose como tierra flamenca. Sus raíces que arrastran, además de todo lo expuesto, poemas, saetas e incluso rumbas, cuenta también con el apoyo de salones como IFEBA o El Palacio de Exposiciones y Congresos, que no se olvidan, en la actualidad, de cuidar este tesoro considerado Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y que sigue sonando por las calles de Badajoz, como dice aquella letra que reza en la contraportada del libro: “al pie de aquella vieja torre/ el caminar me ha traído/ oigo templar la guitarra/ y el quejío en la voz/ ya me dicen los sentíos/ que he llegado a Badajoz”.