La coreógrafa denuncia la disciplina y el castigo a las bailaoras y prepara un libro sobre Rocío Molina.
Revista La Flamenca. Texto y foto: Xavier Grau I Barcelona I 1/12/2018
“¿Dónde está ahora la revolución en el flamenco?” pregunta Belén Maya a un auditorio que ve sobre el escenario a la gran bailaora y coreógrafa sobre imágenes de Milagros Mengíbar, Fernanda Romero y Rocío Molina. Con ellas ilustra la dictadura de la disciplina y la dureza del castigo para aquellas artistas que reinterpretan la tradición y la estética flamenca recibida.
Mujeres Mutantes, el debut como conferenciante de Belén Maya junto a la periodista Silvia Cruz, permite a la coreógrafa atacar los estereotipos de ideal femenino impuestos por la mirada masculina en el flamenco y abogar por nuevas formas de relación que pongan al artista en el centro de la industria, atiendan nuevos públicos y se enriquezcan con nuevas visiones del sexo y el género en escena.
El coloquio, organizado por la Sociedad Flamenca Barcelonesa El Dorado este jueves 29 de noviembre, permite a Belén Maya desplegar toda la reflexión que ha acompañado su reciente cambio de horizonte personal y artístico. Afianza así su discurso sobre el papel de la mujer, el hombre, la tradición y el futuro del flamenco en esta época nuestra de identidades híbridas y polarización de opiniones entre puros, conservadores, renovadores, revolucionarios, y provocadores.
“LA MUJER-MUÑECA HACE PERDER LA IDENTIDAD A LA ARTISTA”
“El disciplinamiento de la mujer guapa, adornada, bien pintada y de gesto majestuoso con el que se identifica la ‘mujer-muñeca’” –clama Belén Maya- “hace perder la identidad a la artista para que gane el valor del crítico”, emparentado con el poder del programador, el representante y el gestor. En el flamenco, y en baile especialmente, añade la creadora de Romnia (mujeres en romanó), “la ‘mujer-muñeca’ se somete a la mirada masculina: los representantes son hombres, los managers son hombres, los críticos son hombres…”.
Según reza la nota de sala que avanza la organización, así apuntalan Maya y Cruz su coloquio: “las bailaoras han sentido con especial dureza cómo se han disciplinado sus cuerpos, sus movimientos y sus ideas”. Para ambas, “desde la mirada del crítico a la del espectador común, el análisis de lo que han hecho y hacen las flamencas ha tenido en ocasiones un componente ‘criminalizador’ al que ha contribuido la industria del flamenco”.
Fernanda Romero (Tarantos)
“REIVINDICO EL VALOR FÍSICO, CREATIVO Y ESCÉNICO DEL ESPECTÁCULO FLAMENCO”
Nacida en Nueva York, estando de gira allí su madre Carmen Mora y su padre Mario Maya, la artista confiesa haberse librado de su melena y de su imagen de ‘mujer-muñeca flamenca’ desde 2016. Desde entonces, compagina estancias de estudio y enseñanza en Estados Unidos donde ha profundizado en la sociología y las ciencias sociales para reivindicar “el valor físico, creativo y escénico del espectáculo flamenco” en el uso y la representación del cuerpo de la mujer. Entre sus objetivos, devolver el poder al intérprete, al artista, al bailaor y a la bailaora que “todavía hoy tienen que hipotecar su casa para montar un espectáculo al año”.
“El mundo del flamenco” –dice Maya- “se basa en quien tiene el poder: programadores, representantes, directores de festivales, gentes que no hay bailado ni bailarán en su vida, tienen mucho más poder que los intérpretes, que las bailaoras…”.
Su denuncia alcanza el castigo económico y artístico al que se somete a las artistas que rompen la fantasía de “la bailaora que no piensa y que sólo actúa sin tomar poder de su baile”. Las que lo hacen, las que se enfrentan al representante (de ahí cita a Mengíbar y su “Pulpón, no”), las que personalizan su discurso (ahí la cita a la precursora Romero) o las que dan un nuevo significado a la tradición como Rocío Molina reciben, según Maya, “la dureza y la violencia del castigo de hombres que saben de números pero no de arte”.
Milagros Mengíbar entrevista en 'Flamencos & Cronopios"
Junto a Maya, Silvia Cruz aprovecha la referencia a Molina, premio Nacional de Danza sobre la que Belén está preparando un libro, para atraer la atención sobre la ferocidad de críticas en las que se descalifica y tacha de “lomo de cerdo” y se califica de “chiquillada” la propuesta artística de su espectáculo Grito Pelao en el que la malagueña se destapa con su maternidad. Así ilustra Cruz, autora del libro Crónica Jonda, cómo la crítica flamenca distingue sus formas y su lenguaje al referirse a los artistas hombres y a las artistas mujeres “a las que se puede perder de tal manera el respeto que no pasa nada”.
Rocío Molina y Sílvia Pérez Cruz en 'Grito Pelao'
“SI LA PROVOCACIÓN DA DINERO, SE ADMITE”
Respecto a la provocación en el flamenco, Belén Maya, tiene claro que “nadie quiere que se derrumbe el estereotipo de la mujer que está fijado” aunque, “si la provocación da dinero se admite, si no, se penaliza” y cita el aval reciente a los trabajos de Israel Galván o Manuel Liñán tras años de trabajo contra la crítica y a todo riesgo.
La concepción nada rígida que tiene Belén Maya del flamenco y su reivindicación del papel del intérprete la llevan a ser optimista en su evolución. Considera que una nueva forma de relación entre todos los actores del flamenco –programadores, directores de festival, críticos etc…) y el reconocimiento del papel del intérprete debe acabar con los enfrentamientos entre las partes más radicalizadas. A esa evolución compromete aspectos más novedosos como “el poder del dinero que llega del extranjero desde Japón, Rusia y China” con miles y miles de aficionados que pagan por ver y aprender flamenco y sustentan así festivales y encuentros “y a los que habrá que atender como buenos aficionados que son”. Y no olvida la acción transformadora del activismo feminista y del movimiento LGTBI que “desde el escenario, que es espacio de libertad” afianza el flamenco como ella misma lo baila y como ahora lo explica: “el flamenco es libre, está en movimiento y los intérpretes tenemos poder”.
LA COREÓGRAFA PROPONE ATENDER LAS NECESIDADES DE UN NUEVO PÚBLICO DE JAPÓN, RUSIA Y CHINA QUE SUSTENTAN ECONÓMICAMENTE MUCHOS FESTIVALES