El pasado, presente y futuro de las voces femeninas flamencas
Son muchos años ya los que unen al flamenco con la capital española, varios siglos de vida desde los Bailes de Candil, los Cafés Cantantes, el movimiento llamado ‘Ópera Flamenca’… El arte jondo encontró su oportunidad en Madrid, lugar enclave y emblemático para el desarrollo de esta disciplina, un impulso para seguir proliferando y tomando forma sin olvidar jamás sus raíces andaluzas. Por ello, Madrid, como gran consumidora de flamenco, quiere rendir homenaje a este arte que tanto nos ha aportado con el ciclo Andalucía Flamenca, que arrancó anoche en su III edición. Y qué mejor lugar para tal evento que el Auditorio Nacional de Música. El flamenco no se merece menos.
Andalucía Flamenca nació en 2008 con la intención de fomentar un nuevo público de flamenco, ya que ha crecido para convertirse en un elemento cultural global. El evento está organizado por la Consejería de Educación, Cultura y Deporte a través del Instituto Andaluz del Flamenco y el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (Inaem) mediante el Centro Nacional de Difusión Musical. Desde el 13 de octubre hasta el 4 de abril se ha planificado un excepcional programa, que tendrán el honor de protagonizar grandes talentos del flamenco.
Carmen Linares, Mayte Martín y Rocío Márquez fueron las encargadas de abrir anoche las puertas del Auditorio Nacional al público. Un concierto de cante con guitarra y piano que representan el pasado, el presente y el futuro de la dinastía flamenca. La tradición y la herencia, la madurez artística y las promesas para el futuro. El cimiento y el crecimiento en una actuación artística de altísima calidad que se situó en igualdad de condiciones que la música clásica.
La Sala Sinfónica, con una capacidad de 2.324 localidades, enmudeció al ver salir a Rocío Márquez. Se presentó con un vestido verde ceñido de cola, firme y solemne. La joven cantaora onubense fue dueña de una voz flamenca que bien nos recordó a la de un ángel. Rocío es todo alma y así lo demostró. Tras una introducción musical junto con el guitarrista sevillano Manolo Franco, la cantaora se mostró gratamente agradecida y emocionada de poder ocupar un lugar tan privilegiado y sobretodo de poder compartirlo con un elenco de tal carácter flamenco. Una bondad que se dejó ver desde el principio del espectáculo hasta en las felicitaciones a posteriori en los camerinos. Una voz dulce, fresca, enérgica y con mucho fuelle. Guitarra y cante en una sinergia de talento continuaron con una guajira de Málaga que quisieron dedicar a un grande de la Ópera Flamenca, Pepe Marchena.
La cantante puso el alma en cada nota. “Viva la madre que te parió”, como bien se escuchó entre las voces del público, además de “ole”, “guapa” e interminables aplausos que hicieron que los artistas se sintieran cada vez más cómodos. Rocío acaparó por un momento toda la atención de la sala, quedándose sola a mitad de unos caracoles. Su voz fue lo único que se escuchaba, interminables y dulces quejíos, sin micrófono y sin acompañamiento. En otro gesto de benevolencia, quiso cantar también a los espectadores que quedaban a su espalda, volviéndose hacia ellos y ofreciéndoles su capella. Para terminar, quiso dedicar a Huelva, su tierra, unos fandangos que levantaron de sus butacas a todos los asistentes. “Es un sueño estar aquí” repitió antes de irse. Rocío cantó belleza.
La ovación sonó de nuevo para recibir a la catalana María Teresa Martín Cadierno, conocida artísticamente como Mayte Martín a dúo con la guitarra de su compañero y paisano Juan Ramón Caro. Los dos talentos jondos comenzaron por peteneras, marcando un estilo de recital clásico flamenco. Ataviada con un traje de chaqueta y pantalón negro, Mayte también quiso hacer hincapié en lo emotivo que es para ella poder estar en el Auditorio, “rodeada de público como en una isla”, un símil muy acertado ya que el público se dispone alrededor del escenario. Por supuesto, sus mejores palabras fueron para la maestra Carmen Linares, a la que definió como “un ejemplo de grandeza y generosidad humana y cantaora” y le dedicó su actuación.
Durante casi una hora, Mayte dio lo mejor de sí mostrando un dominio de su voz y potenciando sus puntos fuertes, arropados por una excelente guitarra. Recorrieron los palos más tradicionales, en un ritmo más pausado y aclamando al lamento flamenco. Volvimos a escuchar unos fandangos de Huelva, una soleá que quiso dedicar a su amigo Alfonso Salmerón, ortodoxo del flamenco como ella. La cantaora hizo gala de su timbre privilegiado difundiendo en su recital, el arte jondo marchenero y valderramero, que representan una de las condiciones más bonitas del repertorio clásico andaluz. Y cantándole a María de las Mercedes para que no se vaya de Sevilla, se despidió del auditorio por bulería, volviendo a poner en pie a un público receptivo y entregado.
Finalmente llegó la voz de flamenco para cabales, la representación y la referencia de lo más jondo, el reconocimiento a toda una vida de dedicación al cante. Carmen Linares salió al escenario vestida entera del color de la pasión flamenca, el rojo, con falda larga y chaqueta de encajes. Pasión como la que ella siente por el arte. Una mujer pionera en el cante a la cultura y sobretodo a la poesía ya que, como ella afirmó “en la poesía está la esencia de la vida”. Comenzó su cante enjundioso con el poema de García Lorca ‘Arbolé, arbolé’ a piano junto con Pablo Suárez, en riguroso estreno. Y de pie, al lado del piano, solemne y profunda, se entregó por completo con unos sentidos cantares de los que no quedan muchos, expresando con sus manos la fuerza y el desgarro de su interpretación. La veteranía de su cante es un valor añadido para Carmen. El piano le dio a la actuación la sensibilidad propia de sus notas para obtener un emotivo resultado.
A continuación, se retiró el piano para dar paso a la guitarra y las palmas. Carmen quiso parar un momento y hacer una pequeña reflexión sobre el mal momento por el que estamos pasando y lanzó una mirada de esperanza para que pase pronto. Dicho esto, volvió a la carga con unas alegrías para tomar sabor flamenco, versionando en esta ocasión la poesía de Juan Ramón Jiménez. A solas con la guitarra de Salvador Gutiérrez, retorna a cantar a Lorca porque la música es poesía. Granaínas, rondeñas y bulerías en las que Carmen se estremecía en su silla. “La molinera tiene una llave con la que entra, con la que abre” y con la que cerró la cantaora su actuación con un fin de fiesta por bulería. Es menester volver a remarcar el gran trabajo del acompañamiento. Espectacular Salvador y un gran compas y ritmo marcado por las palmas de Ana María González y Rosario Amador.
Para mostrar la complicidad y el respeto que las tres cantaoras se profesan entre ellas, se fundieron en un cálido abrazo al final de la actuación. Dos horas y media de auténtico flamenco. Un espectáculo para ver, escuchar y sobretodo, sentir. Un regalo para el público madrileño.
Ficha artística:
CNDM: Ciclo Andalucía Flamenca
Cante: Carmen Linares, Mayte Martín y Rocío Márquez
Guitarra: Salvador Gutiérrez, Juán Ramón Caro y Manolo Franco
Piano: Pablo Suárez
Palmas y coro: Ana María González y Rosario Amador