El cantaor Manuel Lombo ha cosechado un tremendo éxito en el Auditorio Nacional de Madrid, su Sala de Cámara hasta arriba, lo que acredita la popularidad de este artista también más allá de Andalucía. Es posible que cumpliera sus propias expectativas, reconociendo que las nuestras respecto a él eran más modestas. Ni siquiera ante figuras flamencas de más calado mediático recordábamos algo así en los ciclos que programa esta alta institución cultural. Tenía al público en su poder desde antes de abrir la boca, un auditorio fiel, de cierta edad y algunas chicas jóvenes que grababan. También hay que destacarle en su actitud, entregado como estuvo toda la noche al servicio de este agradecidísimo auditorio. Lombo, que en apariencia y repertorio da la impresión de ser algo así como el cantaor de la aristocracia, se vio en una comunión feliz con su público.
Más allá de los valores artísticos del propio concierto, el sólo hecho de tal triunfo en las lindes de lo flamenco invita a reflexionar sobre la verdadera dimensión que el flamenco ocupa en la cultura popular española, como se planteaba en algún ensayo el sociólogo Andrés García.
En todo caso, la copla sí pertenece decididamente a este universo hispánico sentimental y masivo, y así lo certifica este triunfo de Manuel Lombo en Madrid, como también la nueva edad de oro que viven los cantaores agachonaos. Éstos venden un producto artísticamente irreprochable, pero son sistemáticamente despreciados en los reductos flamencos, que a su vez no pueden vivir por sí mismos porque se mantienen irreductibles y no alcanzan a hacerse populares.
España sigue a su copla. Y Manuel Lombo cosechaba minutos de aplausos en pie. Tiene dotes escenográficas y al público, como decíamos, lo maneja a su antojo. Fue claramente un recital in crescendo.Planteado geométricamente en parte “flamenca” y canción,Lombo se fue sintiendo a gusto según la voz cobraba calor; y según abandonaba el universo dramático y se acercaba a su terreno cancionero. El giro indumentario fue el que externamente dio aviso de ese cambio de registro interpretativo.
Pese a que el éxito fue sin paliativos, en lo flamenco le vimos, en general, encorsetado, puede que por el peso psicológico que el recinto imponía. Resultaron demasiado formales tanto su presentación, en la que pregonó el “Uvero” y lo cerró por bulerías, como la malagueña-abandolaos y la soleá. A esas alturas ya había calentado la voz y la seguiriya con que culminó esta primera mitad de concierto sí fue de carácter más emotivo, y en cualquier caso mostró la complicidad artística con Dani de Morón, que estuvo brillante toda la noche, como también Rafa Rodríguez.
Un gran divertimento por bulerías de guitarras y palmeros cubrió al cantaor mientras preparaba su vuelta al escenario, y falsetas esbozadas, cosas de Morón, gastoreñas y guiños improvisados calentaron aún más al público para lo que se venía.
En ese receso, Lombo mudó piel y vestuario, y después se comió el Auditorio Nacional. Proyectando la voz, enchalecado, y ya en pie hasta el final. Primeramente caracoleando con Naranjito de Triana y dando coba a los madrileños, que le obsequiaron con grandes aplausos por ello. Después narrando la caída de Antonio Vargas Heredia, que fue cosa también de mucho jaleo, e introducida por unos simples y emotivos arreglos guitarrísticos.
En los tientos y tangos de procedencia varia también estuvo pleno de voz, y fue momento en que el teatro se venía abajo.
Al cabo, lascanciones utreranas y los bises, Niña de Puerta Oscura, Silencio por un torero, Ay, Pena, penita…, fueron causa de más alborozo entre el público, que no quería despedir a quien nos había traído, cantada, la memoria sentimental de España.
Ficha artistica:
CNDM: Ciclo Andalucía Flamenca
Cante: Manuel Lombo.
Guitarras: Dani de Morón y Rafael Rodriguez.
Palmas: Los Mellis.