Alberto Sellés Hernández (n. 1991, San Fernando, Cádiz). Aparece radiante, y no es para menos. Está cumpliendo su sueño. Es miembro desde hace dos años del Ballet Flamenco de Andalucía, dirigido por Rafaela Carrasco. En febrero de este año participó en la obra de Jose Luis Ortiz Nuevo Divino Tesoro, en el Teatro de la Maestranza de Sevilla, junto a otros jóvenes valores del cante, el baile y el toque, causando una estupenda sensación. En marzo presentó en el Teatro Central su espectáculo Las campanas del olvido, dentro del ciclo Flamenco viene del Sur y se ganó el corazón de los aficionados sevillanos y el respeto unánime de la crítica. Su éxito no ha sido cuestión de un momento dulce. Detrás de esa figura menuda, elegante y graciosa, que atrae las miradas curiosas de los turistas convertidos en espectadores de nuestra sesión fotográfica, hay muchos años de trabajo.
Web Revista La Flamenca. Luis M. Pérez 8/5/2015 Fotos: Pepe Montiel
Alberto, ¿Sellés o Sellé? Porque tú eres familia del gran Aurelio Sellé, patriarca del cante gaditano. ¿Qué parentesco te une a él?
Yo soy sobrino biznieto. Aurelio tenía veintiún hermanos, y uno de ellos era mi bisabuelo Juan. Cuando yo empecé a dedicarme al baile, mi abuelo Manolo me contó que él era sobrino de un cantaor muy famoso. El apellido verdadero es “Sellés”, lo que pasa es que, tú sabes, Aurelio le quitó la “ese” porque así le sonaba más flamenco.
Supongo entonces que tu familia tiene una larga tradición flamenca.
Por línea paterna, nadie. Ni mi padre, ni mi abuelo, ni nadie. Es más, ni siquiera les gustaba el flamenco. Es por parte de mi madre por donde me viene la vena. La gente piensa que es al revés, pero mi madre siempre ha cantiñeado desde que tengo uso de razón, es muy aficionada a la copla y en mi casa siempre se ha escuchado música, por ella.
Mi padre es de Cádiz, nacido en el Pópulo, y mi madre es cañaílla, como ella dice, por los cuatro costados. Mi abuelo Hernández Galea bailaba el tango argentino, y los Galea son una familia muy conocida en San Fernando, precisamente por el flamenco. En mi casa tengo recortes antiguos que hablan de los Galea, que bailaban flamenco. Y la madre de este abuelo mío era escritora, una familia de arte.
En internet hay vídeos tuyos sobre el escenario, de cuando tendrías no más de seis o siete años ¿En quién te fijabas a esa edad?
Bailando, lo que se dice bailar, desde los cuatro años. Pero, fíjate, todavía no sabía andar bien y mi madre me tocaba las palmas, y yo salía bailando con el pipo en la boca. Tú sabes que antes había más flamenco en la radio y en la televisión. Pues dice mi madre que yo me ponía de pie en la cuna, agarrado a los barrotes, y me quedaba absorto en cuanto escuchaba la primera nota. Y si a alguien se le ocurría cambiar de canal, me hartaba de llorar “to enmorecío”. Pero no creas que en mi casa había fiestas flamencas, en donde yo mamara la música. Mi madre me animaba con lo típico, cantiñeando “oí, oá, cada día te quiero más, oí, oí oá”, y allá que salía yo bailando.
Alberto, háblanos de tus inicios, de tu aprendizaje.
Empecé con cuatro años en la academia Tronío, con Virginia y Verónica Vélez. Me apuntaron al “Veo, veo” de Teresa Rabal y me llevé el Premio Revelación, con cuatro años; yo no entendía ni lo que significaba eso, creía que era el peor de los premios. A mi padre, al principio, no le hacía gracia la idea de que yo fuera a una academia, ni que me pudiera dedicar al artisteo. Pero yo le he ido metiendo poco a poco el gusanillo, y ahora es secretario de la Peña Flamenca Camarón de la Isla, fíjate, ¡y no le gustaba el cante!
Después, con siete años, estuve con Angelita Gómez, de Jerez. Mis padres se sacrificaron mucho, pues me llevaban a Jerez cada semana desde San Fernando. Estuve dos años con ella. Y ya a los nueve años empecé con Patricia Ibáñez, una bailaora de allí de Jerez, muy flamenca y muy buena gente. Ella es la que me enseñó más. Con ella estuve desde los nueve años hasta los diecisiete, que ya me vine a Sevilla. Y ya aquí, he tenido la oportunidad de aprender de gente como Pilar Ogalla, Andrés Peña, Juan Ogalla, Ángel Muñoz, Farruquito… Cuando llegué a Sevilla, conocí a Javier Barón en la Fundación Cristina Heren, y a Rafael Campallo, seguí con Andrés Peña… Úrsula López… la verdad es que he tenido muy buena suerte con los maestros.
¿En qué momento tomas la decisión de dedicarte profesionalmente al baile flamenco?
Con quince o dieciséis años gané el concurso de Huelva, y de ahí gané una beca para la Fundación de Cristina Heeren, pero mis padres me dijeron que no, que hasta que no hiciera el Bachiller, y Selectividad, nada. Estaba indeciso, yo iba para Matemáticas o Ingeniería Informática, me encantan las matemáticas, de hecho empecé un módulo superior de Administración de Sistemas Informáticos aquí en Sevilla, mientras estaba en la Fundación, lo que pasa que ya me empezaron a llamar para trabajar y tuve que aparcarlo.
Yo pensaba, mira, para estudiar siempre hay tiempo, pero bailar, ya de mayor es más complicado, porque ya no se tienen las mismas cualidades físicas. Y habló mi padrino con mis padres, dejadle al chaval que pruebe. Hay un refrán que dice: arrepiéntete de lo que hagas y no de lo que no hagas. Pues eso.
Con diecisiete años me presenté al concurso de La Unión y llegué a semifinales. Después me presenté al de la Federación de Peñas y me llevé el primero de Andalucía, el segundo de Desencaja, que organiza la Junta de Andalucía, y el primer premio del concurso de Ubrique. La verdad es que no me puedo quejar de cómo me han ido las cosas.
No sé si eres consciente del acelerón que has pegado a tu carrera en solo unos meses.
No sé. En verdad está siendo un proceso natural. No me he parado a valorar, de hecho no quiero pararme a pensar en la responsabilidad, ya de por sí yo soy un tío muy nervioso, me ataco, Dios mío, el teatro Central, la responsabilidad de Sevilla, o Jerez también… Luego, cuando llega el día y me despierto, me digo, venga Alberto, a disfrutar, échale todo el corazón, los gemelos de corbata, como yo digo, y “palante”, sin pensar.
Lo que sí he notado, ahora que he trabajado con Javier Barón, es que me doy cuenta más de las cosas, me fijo más en las luces, en la limpieza de las transacciones, más consciente del escenario. Yo siempre he bailado solo, quitando el rodaje que he tenido en el Ballet Flamenco con Rafaela Carrasco. Ahí empecé en noviembre de 2013 hasta 2015. Me cuesta bastante, porque yo nunca había bailado en grupo, conceptos como “arriba” o “abajo”, “no te salgas de luz”, las “calles”, “una corbata”. He aprendido a ver las cosas un poco desde fuera, detalles de los que antes ni me enteraba. Aprendes mucho, y qué mejor compañía.
Tu espectáculo Las campanas del olvido ha sido uno de los mayores éxitos que hemos vivido esta primavera en Sevilla, dentro del ciclo Flamenco viene del Sur. ¿Cómo viviste ese momento?
La verdad es que a priori el espectáculo me impactó bastante, tienes una sensación extraña, porque entras como dándolo todo por martinetes, y después las alegrías, que es como más “templaíto”, y ya después por tangos, y termino hasta cantando y todo. Y luego es un espectáculo muy agradecido, y con David Palomar y Rafael Rodríguez, que, como digo yo, me entran ganas de sentarme a escucharlos, “ahín”…, y Anabel Rivera y Robertito Jaén… Faustino Núñez, que sabe tela, una persona que conoce el flamenco en profundidad, ha visto mucho, fíjate, ha trabajado con Antonio Gades, que para mí es uno de los más grandes, el genio del formato escenario. Faustino me ha dado muchos consejos y muy buenos… y Javier Barón, que es un lujazo contar con él, se está entregando, la verdad, yo no tengo palabras para agradecerle lo que está haciendo por mí. Él es el que dirige la escena, tiene muy buenas ideas, yo me quedo embobado, las transiciones y esas cosas.
¿La coreografía es tuya? ¿Cuánto hay de planificación y cuánto de improvisación?
Sí, la coreografía sí, menos la parte del homenaje a Aurelio, con la música de Falla, que me la ha montado Javier.
Me gusta dejarme llevar, yo improviso con cosas mías y con cosas que ya tengo interiorizadas del ballet. David y Rafael son intérpretes de mucho arte, y eso hay que agradecerlo. No quiero esclavizarlos a ellos, ni esclavizarme yo, me gusta que surja la naturalidad. Hay ciertos patrones, por supuesto, pero a partir de esos patrones… Soy más de inspiración, claro, cuando bailo me dejo llevar, voy pensando, voy a hacer esto aquí y esto allí, me voy montando mi película.
¿Cuál es el baile que le gusta a Alberto Sellés?
A mí me gusta todo, desde lo más tradicional hasta lo más vanguardista, todo lo que tiene arte, y esté hecho con el corazón, me llega. Es verdad que yo personalmente me identifico más con lo clásico, Javier Barón, Andrés Peña, Rafael Campallo. Ellos han sido mis maestros y llevo, digamos, su escuela. Pero también me flipa Israel Galván, Andrés Marín, Farruquito. Si me tengo que mojar, como me pides, para mí Javier Barón es un pedazo de maestro.
Si me preguntas cuál es mi palo preferido para bailar te diré que depende de la época. Antes, las alegrías. De un tiempo a esta parte, la soleá. También porque es el cante que más me gusta, junto con la seguiriya.
Las campanas del olvido es un homenaje a tu tío Aurelio Sellé, en particular, y a los cantes de Cádiz, en general. ¿Qué le pasa a Cádiz, que se está olvidando del flamenco?
Es cierto, el carnaval le ha comido el terreno totalmente al flamenco, al menos entre la juventud. Se ha fomentado el carnaval en detrimento del flamenco. Y también creo que ha habido como una generación perdida en Cádiz, que se ha saltado el cante, una generación en la que apenas ha habido cantaores; de Mariana Cornejo y, más joven, Carmen de la Jara, hemos pasado a José Anillo y David Palomar. Ha habido un vacío que ha perjudicado mucho. Creo que Cádiz debería darse más importancia a sí misma, debería tener un festival flamenco, y San Fernando igual, ahora parece que están intentando sacar un festival en verano, a ver si tiene el apoyo de las administraciones. El flamenco es un negocio muy bueno, fuera se vende muy bien, mejor que aquí, realmente los consumidores de flamenco son la gente de fuera, eso se ve en la Bienal, en el festival de Jerez.
¿Te gustan las fusiones?
Siempre que se haga con sentido. Si quieres hacer fusión tienes que conocer muy bien las dos partes. Todo esto es investigar, estudiar, evolucionar. Yo no descarto, algún día, ponerme con eso. Ahora mismo lo que me apetece es lo clásico. Y también me gustan mucho los retos, como cuando bailé este año mi primera farruca en el Maestranza, al saxo y a la armónica de mi amigo Diego Villegas, fue una experiencia que también le tengo que agradecer a Javier Barón.
¿Planes a corto plazo?
Aprender y evolucionar, seguir creciendo. Siempre he soñado con estar aquí en Sevilla, con trabajar en una compañía, con bailar en un tablao, con trabajar con David y Rafael. Y se me han ido cumpliendo sueños. Seguir así es lo que pido.
¿Se puede vivir de esto?
Toquemos madera, la verdad es que no me puedo quejar. Gracias a Dios, mis padres no se tienen que preocupar de nuestra estabilidad, pues tanto mi hermano como yo somos autosuficientes y nos hemos independizado temprano.
Yo he entrado a trabajar en plena crisis, la gente me dice que antes se vivía mejor, había más trabajo, yo no me puedo quejar, porque no he vivido la época buena y no puedo comparar. Esperemos que esto vaya a mejor, pero para todos mis compañeros. Yo creo que sí, que va a mejorar, y no solo en el flamenco, sino en general.
La verdad es que ahora somos más para repartir, pues hay gente muy buena. Solo tienes que fijarte en mis compañeros del ballet Hugo López, Edu Leal, David Coria, Ana Morales, Laura Santamaría, Antonio López, Carmen Llanes, Paula Comitre, Florencia O`ryan y Alejandra Gudí …, perdón si olvido a alguno, y Rafaela, que me ha enseñado un montón, me ha abierto un mundo, el de las compañías, todo tiene su porqué.
Un sueño por cumplir
Se me están cumpliendo muchos. El Teatro Falla de Cádiz estaría de lujo para Las campanas… Es lo suyo.
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