Revista La Flamenca: Revista nº 10 /año 2005 Mayo Junio. Carlos Lencero. Foto: Antonio Cid
Tenía ganas de ver el espectáculo de María Pagés. En el Villamarta. Cuando llegué, el agua me entraba por el cuello y me encharcaba los calcetines. Mi pierna derecha rabiaba. Tenía fiebre, creo. Me metí de tó. A tope y con receta. Busqué en el vestíbulo a un gitano amigo. No había ninguno. Sospechoso, pensé. Y mientras hojeaba el programa de mano, empecé a delirar.
De repente tenía a un lado al Tio Chozas y al otro a Fernando Terremoto. No sé como era la historia. El Chozas quería ver el teatro grande por dentro. Le habían dicho que era muy bonito. Me preguntó. Le dije que sí. Precioso. Se apagaron las luces. Una voz en off cantaba no se qué de unos boquerones. “¡Qué bonito¡, me dijo El Chozas al oído.” “Sí, encantador. Pero no me vaya a dar la noche, tío”. “Bueno, pues me callo”. “Eso” …
Total que lo de los boquerones se había acabado, y ahora sonaba Tatuaje. Después un blues. Luego no me acuerdo. Después unas cosas que yo juraría que eran tarantos, soleá, alegrías…
En la Nana de la cebolla, de Miguel Hernández, me puse caliente. Mire al Chozas y tenía la boca abierta. Miré a Terremoto y también. Lo que fuera iba a ser ya. Pero ya. Ya mismo. Los tres hicimos fuerza. El Duerme, duerme, negrito, la canción del Cola-Cao y el anuncio del Netol nos cazaron a contratiempo. El Machinin y el Imagine pusieron al tío Chozas de pie. Y a todos los presentes. Yo no me pude levantar por la jodida pierna y el colocón. Terremoto tenía los ojos fuera de las órbitas. Me agarró de un brazo y me devolvió al vestíbulo. “¡Vaya con el tío Chozas!, le dije. No para, eh. Está entero el jodio”. “Dímelo a mi, dijo Fernando. Llevamos tres días de borrachera y fíjate como está”.
El sombrero del Chozas apareció entre la multitud. La pelliza y los botos también … “¿Qué?”, y lo dijo en un tono como pá decirle que no. “Bien, tío, bien. Hacia falta que alguien hiciera esto. Hay muchas horas de trabajo por detrás. Y una mano de hierro. Y hasta cerebro. Donde vaya se lo llevan. Seguro. Y merecido.”…..
Al salir del teatro seguía diluviando. Fernando y el tío Chozas se pegaron un par de latigazos rápidos. Seis o siete japonesas se reían en amarillo. Y el Chozas nos remató… “Me lo he pasao mu bien, mu estupendo, maravilloso. Tengo el cuerpo.. mucho mejó que al entrar. ¿Qué os parece si nos llegamos a la Plazuela y escuchamos un poquito de flamenco?. Pa remata ya la noche…” “Vete tú con Fernando. Yo me quedo en el hotel. Paso de flamenco. Voy a intentar meter “La Tableta Okal es hoy..” por granainas. O por murcianas, por cartageneras,…yo que sé”. “Por bulerías de Almería seguro que entra”, dijo El Chozas. “Seguro”, dijo Terremoto. “Seguro”, dije yo. Y desaparecimos los tres.