Desde 1989, durante los dieciocho años que Mont de Marsan lleva ofreciendo este festival en el sur de Francia, la ciudad landesa se ha convertido en cita ineludible para muchos aficionados del país galo y de gran parte de España. No es Lourdes pero podría serlo, porque familias enteras peregrinan para rendir pleitesía a las máximas figuras del flamenco en un evento que cuenta con una organización exquisita y un respeto por este arte dignos de admiración y elogio.
Cursos de guitarra para cante y baile impartidos por Dani Méndez, Rafael Rodríguez o David Vargas, de baile con Alejandro Granados, Isabel Bayón, Carmen Ledesma o Alicia Márquez, más las conferencias de Julio de Vega, Luis Clemente o Alfonso García y las exposiciones de guitarras y pinturas son el complemento a un programa confeccionado en la búsqueda de nuevas sensaciones, sin dejar a un lado lo tradicional. Lo jondo. Todo, en espacios especialmente adecuados al efecto como el acogedor Café Cantante, donde se dieron cita los espectáculos de menor envergadura; o en un gran auditorio como el Espace François Mitterrand, en el que se dieron las representaciones de las grandes compañías.
En este lugar, de inmejorable acústica a pesar del armazón de hierro de la cubierta, Mario Maya ofició la apertura del festival con Dialogo del Amargo. Aunque lo hemos comentado en ocasiones anteriores, el montaje se mostró en la ciudad francesa muchísimo más fino y desenvuelto. Se nota en su globalidad el rodaje llevado a cabo durante sus más de cuarenta representaciones. Por encima de todo, sigue sobresaliendo el personaje de Diego Llori, esa muerte a caballo interpretada genialmente por el jiennense.
En la línea de las grandes compañías, y también en el François Mitterrand, El Pipa trajo De Tablao. Ya dijimos de su representación de Jerez que el principal problema de este montaje era que se construía a base de detalles. Porque si no fuera por el cante de Tía Juana y Mariana Cornejo o el baile de Concha Vargas, a más de la cuidadísima puesta en escena y la comercialidad que se busca en la gracia del niño, la peineta que el Pipa coloca a María José Franco o la ensayada despedida; De Tablao terminaría desmoronándose, ante la insipidez que muestran las coreografías del joven jerezano. Sin dudarlo, a la nómina de grandes mujeres que antes citábamos, ahora sumamos al joven guitarrista Pepe del Morao, al que le suena todo cada vez mejor.
Y en este mismo lugar, Gitanas. La Farruca y la Faraona, acompañadas de tres bailaoras más, cuatro cantaoras y los guitarristas habituales de sus hijos, ofrecen mucho baile. Cada una en su estilo y sin paralelismos ni geometrías en las piezas conjuntas. Mas de entre las Gitanas, sólo destapó el tarro de las esencias la gran Angelita Vargas, con unos tientos memorables que conservan ese halo de grandeza que hoy podemos contemplar en Manuela Carrasco. Y Carmelilla Montoya que, como el buen vino, ha ganando con los años. La hija del Morito, consiguió enrazar la soleá por bulerías hasta erizarnos el bello. Del resto, buena puesta en escena y especial atención al número de inicio donde todas bailan y cantan por seguiriya, sorprendiéndonos gratamente Juana la del Revuelo, que rara vez se rompe por aquí.
El Café Cantante, improvisado dentro de una nave del mercado de abastos, acogió cuatro espectáculos en dos días. El primero de ellos era un detalle con Carmen Amaya de dos de sus descendientes: Mercedes Amaya "La Wini" y Karime Amaya (madre e hija). Acompañadas por un atrás malísimo, que salvaron del desastre Dani Méndez y El Galli, no pasarán a la historia precisamente por este homenaje a la genial bailaora catalana. Y tras ellas, Gerardo Núñez. A estas alturas hablar del jerezano es reiterarnos en lo mismo. Un monstruo de la técnica, que pone al servicio de la magia del buen toque. Cualquiera que le haya visto en directo, tendrá mucho más claro lo que decimos. No obstante, durante el despliegue de sus piezas habituales nos aborda un pensamiento: sin menospreciar a Cepillo y Pablo Martín (Dios me libre de ello), cuantos menos instrumentos acompañan a Gerardo, mejor es el recital. Más llega.
La segunda cita en el Café Cantante se nos antojaba memorable. Y lo fue en parte. Abrieron la noche Manuel Moneo y su familia que, con el apoyo guitarrístico de Antonio Moya, mostraron lo mejor de su estirpe. Comenzaron por tonás Juan, Barullo y Manuel, y siguieron las niñas por bulerías. La guitarra de Juan anduvo especialmente afortunada y emotiva en la soleá y la malagueña con Barullo, y Manuel Moneo dejó interesantes pinceladas en las seguiriyas, en las que falló la afinación. Y para recordar, la imagen de Manuel con su nieta en sus rodillas dirigiendo el incipiente cante por soleá de la chiquilla. Los Amador también comenzaron por tonás, Juan José Amador hijo, El Churri, Juan José Amador padre y Ramón Amador. Histórico. El comienzo hacia presagiar lo mejor. Todos tocan. Todos cantan. Siguieron padre e hijo por seguiriyas y soleá por bulería, con un flamenquísimo Raimundo que, tras la soleá del Churri al piano, acompañó a su hija Carmen en el tema "Camarón" de Pata Negra. Muy especiales las tarantas de Juan José padre con el piano de su primo Diego, y las "Bulerías de Menorca" de Toti Soler, de Churri junto a su hermano Raimundo. Después todos juntos por tangos y bulerías. De ambos espectáculos, hemos de decir que fueron de más a menos, quizás porque no estaban rematados. Una lástima.
El Festival tuvo su clausura con los espectáculos Festeros y Maestros. El primero contó con la presencia, entre otros, del gran Cancanilla de Marbella, y el segundo con los profesores de los cursos anexos a la programación. Todo, en medio de una gran convivencia entre artistas, asistentes, alumnos, organizadores y prensa. Lo fácil que lo hacen los franceses.