Revista La Flamenca: Revista nº 20 / año 2007 Mayo Junio. José Luis Navarro Foto: Luís Castilla
Hay en la trayectoria de algunos artistas elegidos un momento mágico en el que pasan de ser esperanzadoras promesas a convertirse en espléndidas realidades. Antes, en los territorios del baile, solía ser una o una serie de inspiradas actuaciones. Hoy, y cada vez más, ese momento suele ser el resultado del éxito obtenido por un espectáculo. Ese fue el caso de Israel Galván con ¡Mira! y ese ha sido el de Pastora Galván con La Francesa.
Pastora Galván (Sevilla, 16 de enero de 1980) nace en una familia para la que el baile es vocación artística y medio de vida. Su padre, José Galván, tiene una academia y su madre, Eugenia de los Reyes, es la que le enseña las primeras letras -"aprendí de mi padre, pero también de mi madre", suele ella decir-. Pastora recibiría también la influencia de su hermano Israel, siete años mayor que ella, y por el que ella siempre ha sentido una muy particular admiración -en palabras textuales suyas "Israel es un genio"-. Luego, con diez años, para completar su formación dancística, se matricula en el Conservatoria de Música de Sevilla, en donde logra el diploma de Danza Española en 1998.
Y empieza a bailar. Unas veces en solitario -en los tablaos El Cordobés de Barcelona y Los Gallos de Sevilla (1996)-, y muy pronto formando parte de espectáculos que han marcado hitos en la historia reciente del baile flamenco -La Tirana (1998) de María Pagés, ¡Mira! (1998), Metamorfosis (2000) y Galvánicas (2002) de su hermano Israel-. En 2001, logra su primer triunfo personal: el Premio Matilde Coral al baile por tangos en el XVI Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba. Y sigue bailando -el Festival de Montellano, el Teatro Central de Sevilla, el Teatro Alhambra de Granada, el tablao Las Carboneras de Madrid, la VIII Muestra Andaluza de Baile Flamenco de Granada, y continuas giras por el extranjero (Finlandia, Francia, Japón, USA, Cuba, Méjico, Grecia, Holanda). Unas giras en las que a menudo aprovecha para impartir cursillos de baile (Universidad de Stanford, II Seminario Flamenco de La Habana, Méjico, Grecia).
A partir de 2004, se embarca en proyectos cada vez más arriesgados y asombra a todos con indiscutibles muestras de talento. Con Israel pone la nota clásica en Dos hermanos y bajo la dirección de José Luis Ortiz Nuevo llena de sensualidad el escenario del Teatro de las Maestranza, interpretando la habanera de Carmen de Bizet en Sevilla, concierto flamenco a su memoria. Desde entonces, su nombre forma parte de las carteleras de algunas de las citas mundiales más prestigiosas en el mundo del flamenco -Festival de Monterrey, Mont-de-Marsan, Festival Flamenco in the Sun de Miami (USA) y Festival de Jerez--.
Por fin, el 16 de septiembre de 2006, en el Teatro Central, en el marco de la Bienal, nos deja a todos boquiabiertos con La Francesa, su consagración definitiva. Todo un derroche de vitalidad, fantasía, imaginación, versatilidad, ironía y gracia. En ella, Pastora interpreta y encarna a cinco mujeres de rompe y rasga, cinco visiones de la mujer andaluza creados a imagen y semejanza de los mitos que se inventó la literatura romántica francesa, cinco hembras apasionadas y fanfarronas que se ríen de su sombra.
Primero, la Militona que soñó Teófilo Gautier. La Galván aparece vestida con falda blanca, camiseta roja y chaqueta azul brillante y se entrega al rito antiguo de la soleá. Suenan Los cuatro muleros cual guiño subliminal a ¡Mira! y luego, a
los sones del acordeón, Pastora hace un flamenco a lo francés. Pero cuando escucha Ojos verdes de Rafael de León, se vuelve sevillana de pura cepa. Hace del zorongo un baile israeliano con cuerpo de mujer; pone formas al fandango, da libre cauce a la sensualidad para, de nuevo por soleá, regresar a la tradición.
Después, da vida a la Carmen de Merimée. Una Carmen muy francesa y muy deportiva. Para ello, viste mallas y una camiseta azul con el 10 a la espalda, calcetines y zapatos de punta. Una Carmen verbenera, saltarina, marchosa, guasona y descarada que convierte los developés de la danza en puntapiés futboleros y que se mueve con toda desenvoltura a los sones de la habanera de Bizet, la marsellesa o La paloma de Sebastián de Yradier.
Y de las mallas a la bata de cola roja, para encarnar a una Rosario sugerente, sensual, dominadora, sorprendente. Una Rosario que, dirigida por la magistral batuta de Pedro Sierra (la banda sonora confeccionada por él obtuvo con todo merecimiento el Giraldillo a la mejor música), mantiene un diálogo íntimo e intenso con Ravel y su Bolero y con el Je ne regrette rien de Edith Piaf. Una Rosario polifacética, capaz de doblar su cuerpo en unos dificilísimos cambrés y de llenar el escenario de flamencura por alegrías.
En su tercera interpretación, Pastora se acuerda de la Conchita de Pierre Louÿs. Una Conchita rumbera, en vaqueros, camiseta blanca y pañuelo rojo anudado al cuello (siempre los colores de la enseña gala) que se pone unos bigotes a lo Cyrano de Bergerac y en un alarde histriónico juega a ser espadachín. Luego, se quita los bigotes y se pone seria cuando le cantan una taranta a palo seco, aunque momentos después "la falsa Pepa" vuelva a las andadas.
Cierra el espectáculo una Lola machadiana. Una Dolores que lo mismo baila los versos de Yo poeta decadente que se torna guasona e israeliana y provoca al público levantándose la falda a lo Viridiana. Una Dolores modernista que nos sorprende con apuntes de charleston y que termina tirada en el suelo y envuelta con la bandera tricolor.
La Francesa abunda en momentos verdaderamente memorables. Fue solo un detalle anecdótico, pero es seguro que a muchos le habrá quedado prendido en la retina ese cabezazo a lo Zidane que le propina a uno de sus cantaores. Sin embargo, para mí, el momento más logrado y cautivador fue ese paso a tres con Ravel y Piaf. Una sorprendente fusión musical y una interpretación a tono con la belleza de las partituras.
Y para terminar, un consejo: si tenéis oportunidad, no os la perdáis. En Madrid ha estado en el I Festival Andalucía Flamenca; en marzo se presentará en el Festival de Jerez, en abril en la Gala de Clausura del Festival de Cine de Isla Cristina, en junio en Montpellier y en julio en el Festival de Música y Danza de Granada.