Rosario Toledo es una bailaora imaginativa y versátil que, a fuerza de tesón y fantasía, ha sabido abrirse camino y alcanzar un lugar destacado en el panorama actual del baile flamenco.
Nace en Cádiz el 2 de junio de 1977. A los 11 años da sus primeros pasos en el baile en Las Bayaderas, una academia de su ciudad natal. Luego, continuaría sus estudios hasta conseguir su licenciatura en el Conservatorio de Danza de Sevilla.
Su acercamiento al flamenco se lo debe a su paisana Charo Cruz. "Ella fue", cuenta Rosario, "la que me abrió los ojos y me enseñó todo esto, aunque luego yo haya aprendido trabajando". Entre otros, asiste a cursos con Javier Latorre, Eva la Yerbabuena, Belén Maya, Manolo Marín, El Güito, Manolete, Mario Maya y Matilde Coral.
Con el grupo de Charo Cruz se presenta al Concurso de Baile por Alegrías "La Perla de Cádiz", obteniendo el primer premio, y con ella participa en Ley de vida, un espectáculo estrenado en Cádiz en 1994. Fue, en palabras suyas, "la primera vez que me subía a un escenario de verdad". Luego, formaría parte de las compañías de Manuela Carrasco y de Antonio el Pipa.
En 1998 da un auténtico campanazo. Se presenta en el Concurso de Córdoba. Tiene 20 años y no la conoce nadie. Y se lleva dos premios: el Argentinita, por guajiras, y el de La Malena, por tarantos. "A partir de ahí", dice, "es cuando la gente me conoció, porque la verdad es que el concurso tiene repercusión y salí muy bien «pará», porque a todo el mundo le gustó mi manera de bailar". Uno de ellos fue Mario Maya, que la lleva como bailaora solista en De Cádiz a Cuba. La mar de flamenco, estrenada, ese mismo año, en la Bienal de Sevilla. Al siguiente, vuelve a presentarse a un concurso y consigue el 2º premio del Festival del Cante de las Minas de La Unión. Desde entonces, ha participado como bailaora invitada en las compañías de Javier Barón e Israel Galván, ha formado pareja con Joaquín Grilo y ha puesto notas de baile en los recitales de Miguel Poveda y de Juan Antonio Rodríguez.
En 2001, vuelve a Córdoba para participar en Pura intención, el espectáculo que Javier Latorre monta para la inauguración del Concurso de ese año, y demuestra que ya está en condiciones no solo de bailar cualquier estilo, sino de dar vida a coreografías que meten en flamenco las partituras de Joseph Haydn, Antonio Vivaldi o Jean-Baptiste Lully. Un año después, participa en una de las obras más innovadoras de la danza flamenca contemporánea: el Rinconete y Cortadillo de Javier Latorre. Fue otro momento trascendente en su carrera, ya que le puso en contacto con Pepe Quero, su director. Un encuentro que culminaría en el montaje de Alicia con Rosario como protagonista. Alicia es una obra concebida para "niños de todas las edades", que cuenta en clave flamenca la popular historia de Lewis Caroll. Fue además un reencuentro con sus orígenes, ya que junto a ella y a Fernando Romero, la coreografía la firmaba también Charo Cruz. Y fue, en fin, una obra a la que ella aportó mucho y que, por eso mismo, le reportó a ella importantes reconocimientos. Así lo cuenta ella: "Yo conocí a Pepe Quero en la dirección de Rinconete. Yo tenía muchas ganas de hacer algo, porque a mí me ha gustado siempre la interpretación. Pepe quería trabajar conmigo, dirigirme, así que entre los dos llegamos a Alicia. Yo llevé el guión musical y Pepe la dirección. Fue un poco delicado hacerla, porque no se había hecho nada así antes, una obra dedicada al público infantil. Creo que fue algo valiente y distinto... un cantaor que salía con una seta... bailarines disfrazados de cartas...Con los niños fue una experiencia maravillosa. Se hizo durante dos años y hubo de todo. Pero eso es lo bueno: cuando algo no pasa desapercibido y no se queda en el olvido".
Y, por fin, en 2006 el preestreno -"una especie de borrador", le llama ella- en Jerez de El Aire de Cádiz, su primer espectáculo, y el 27 de enero de 2007, su estreno definido en Sevilla. En él, Rosario rinde homenaje a su tierra, acordándose de sus cantes e inspirándose en sus cantaores -El Mellizo, Adela la Chaqueta, Aurelio Sellés...-, poniendo acentos y perfumes gaditanos y, sobre todo, hechuras y detalles personales a la soleá, al martinete, a la seguiriya y a las alegrías. Y remata la faena inventándose una malagueña para el cante del legendario Enrique, otra aportación suya al patrimonio estilístico de la danza jonda. Una creación en la que conjuga delicadeza, sensibilidad y una intensa jondura. El espectáculo es toda una lección de su presente artístico. Un baile, basado en una técnica acabada, unos pies claros y limpios, y lleno de detalles inesperados y chispeantes y pellizcos rebosantes de flamencura.
Hoy Rosario dedica también tiempo y preocupaciones a la docencia. Una actividad que le permite poner en práctica sus propias ideas sobre la enseñanza y el aprendizaje de la danza. Así las explica ella misma: "Yo creo que hay varios caminos para ser buen bailaor. Hay muchas cosas que aprender, muchas facetas y matices...yo sé que hay varias maneras de conseguir eso, pero el que entra a mis clases tiene que compartir las mías, porque yo soy muy sincera y honesta. Siempre les digo a mis alumnos qué dificultades veo, porque muchas veces se trata de bloqueos, y para avanzar hay que quitar esos miedos, esas inseguridades... Si uno está triste o alegre hay que contarlo, yo he aprendido así y lo defiendo a muerte. Cuando yo veo una alumna que pasan los días y se deja ir, que está desmoralizada...yo cojo a esa persona y me la llevo a tomar una cerveza y le pregunto cómo ve las cosas, qué piensa, qué es lo que le gusta....porque creo que la enseñanza debe ser un dialogo entre dos...hay que ser buen alumno y buen maestro... como yo he recibido todo eso, pues es mi manera. Y no me va mal porque tengo gente que me sigue desde que empecé".
Y, por supuesto, sigue subiéndose a los escenarios y asumiendo todo tipo de riesgos y compromisos estéticos. Muy en breve la veremos en Duende y reloj, el montaje que actualmente prepara Javier Latorre.
Texto: José Luis Navarro García