“Málaga cantaora” abrió el ciclo Flamenco viene del Sur en el Teatro Central de Sevilla
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Web Revista La Flamenca. Luis M. Pérez. Sevilla (Teatro Central) 24/2/2016 Fotos: Pepe Montiel
Estupenda velada la que disfrutamos anoche desde las amables gradas del Central, ese teatro que cada día se postula más como templo incontestable del flamenco sevillano. A las excelentes condiciones de acústica y visibilidad se une el historial que año tras año va acumulando en la memoria colectiva de los aficionados, alicatada de noches de cante y baile, inolvidables algunas, prescindibles otras, flamencas al fin y al cabo.
A ello contribuye sin duda su elección como sede del ciclo Flamenco viene del Sur, que el Instituto Andaluz del Flamenco (IAF) organiza anualmente en Granada, Sevilla y Málaga, y que este año ha inaugurado su cita sevillana con una propuesta de hermanamiento que se entreveía a priori de lo más prometedor: el espectáculo “Málaga cantaora”, de la mano de dos artistas consagrados.
Descorchó el ciclo Sebastián Heredia Santiago Cancanilla de Málaga (1951), conocido también por la afición como Cancanilla de Marbella en recuerdo de su ciudad natal. Cantaor serio y clásico, Sebastián supo bregar con maestría con un público que tardó en aceptar con gusto la lidia rancia y antigua de su propuesta. Y eso que Cancanilla nos privó de las serranas que aparecían programadas, temeroso quizás de que el respetable hincara rodilla en tierra ante tamaño castigo. La soleares se armaron con el compás de bulerías trayendo a la Serneta y a Frijones hasta los medios, ante la mirada impávida de la sala. Pidió Sebastián el cambio de tercio, tientos tangos, primero tientos y después tangos. La hondura de su queja y la sabiduría que se esconde en su fraseo no es para el teatro. O quizá sí.
Cancanilla se faja mucho mejor en la distancia corta, con el pitón perpendicular al muslo de la pierna adelantada. Cuando se acordó de Jerez y abordó las seguiriyas de Manuel Torre, se oyeron ayes lastimeros por entre las butacas, y más de uno se echó mano al pecho al oír aquello de:
Y Dios mandó el remedio
pero “pa” este mal mío y de mi compañera
no lo hay, ni lo encuentro.
No hizo falta ni descabello. El teatro cayó sin necesidad de puntilla y, a partir de ahí, Cancanilla se descubrió como el gran artista que es, haciendo alarde de tablas y dejando impresionado al respetable con unos fandangos impresionantes de creación propia y su cante y baile por bulerías pasado de compás. Estuvo fenomenalmente acompañado por José Antonio Conejo Vida, Chaparro de Málaga, guitarrista malagueño de primera categoría.
“Málaga cantaora”, pero también “Málaga la bella”. Dos lemas para una ciudad, regalo de dos poetas sublimes. Pareciera, tras lo visto y escuchado anoche, que Manuel Machado y Rubén Darío se hubieran inspirado en la Cañeta para componer sus versos. Bella por dentro y por fuera es Teresa (no me llames Teresa, que no me gusta ese nombre, le espeta a su marido y compañero de escenario, el inefable José Salazar). María Teresa Sánchez Campos nació en el flamenquísimo barrio de El Perchel hace ya… no seré yo quien revele la edad de una señora, pero créanme si les digo que ni su aspecto, ni su forma física, ni mucho menos sus portentosas facultades vocales la delatan.
La hija de El Cañeto y de La Pirula, aquella genial creadora de cantes a quien la desagradecida historia le arrebató sus tangos atribuyéndoselos a la Repompa, estuvo “sembrá” anoche. Es una gozada verla desenvolverse en el escenario, apoderarse de la atención y de la voluntad de la audiencia, conectar desde el minuto uno. Increíble comprobar cuánta energía atesora y libera (la misma Lola Flores la admiraba por eso). Hay quien ha pretendido restarle importancia como cantaora, quizá porque ella misma prefiere dar prioridad a la frescura, al arrebato, a la improvisación.
La Cañeta es una artista por encima de todo. Figuras como Chano Lobato, Matilde Coral o Rancapino la han colocado en lo alto del escalafón con sus elogios. Y sabe cantar. Por fiesta, no tiene parangón, como demostró ayer con su rosario inacabable de bulerías y tangos, entre los que destacaron, por supuesto, los de su madre y los cantes del Piyayo. Pero La Cañeta tiene también un conocimiento extenso de fandangos de Huelva, en lo que tiene que ver naturalmente su esposo José, que creció como cantaor allí. Por cierto que Salazar, que ganó un segundo premio nacional en Córdoba en 1956 el año en que Fosforito arrasó con todos los primeros, se atrevió con una larga ronda de fandangos, con desigual resultado y poca fortuna. Estuvo espectacular, eso sí, llevando el peso del compás en el grupo, en el que también estaba su hija Loli.
Mención especial para la guitarra de Antonio Soto, que fue acompañante frecuente de Fosforito y de Manuel Agujetas. Sus falsetas aún resuenan en la mente del respetable, que abandonó la sala con el rostro resplandeciente y con la sensación de haber disfrutado de una auténtica noche de arte.
Ficha artística
Espectáculo: Málaga la cantaora/Flamenco Viene del Sur/ Teatro Central de Sevilla 23/2/2016
Primera parte
Cante: Cancanilla de Málaga
Guitarra: Chaparro de Málaga
Segunda parte
Cante: La Cañeta
Guitarra: Antonio Soto
Palmas y coros: Loli Salazar, José Salazar y Kiko