El cantaor cordobés abrió con una actuación memorable la ronda sevillana de espectáculos del ciclo “Flamenco viene del Sur”.
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Web Revista La Flamenca. Luis M. Pérez. Sevilla. Teatro Central 8/3/2017 Foto: Paco Sánchez
Solemos hablar de actuaciones memorables para referirnos normalmente a las que se nos quedan grabadas en la memoria, diferenciándolas así del resto de espectáculos o recitales que, habiendo sido de nuestro agrado, su recuerdo va poco más allá de evocar con satisfacción cierto grado de gozo o disfrute que se diluye a las pocas semanas de la representación. ¿Qué está alto el listón? Claro.
Quizá por una tendencia natural al exceso, la palabra en cuestión va perdiendo con el uso su valor. “Memorable: digno de memoria”, dice la RAE, digno de ser recordado para siempre. Quizás se quede corta para lo que nos ofreció anoche El Pele. Quizás no, seguro.
Manuel Moreno Maya (Córdoba, 1954) ya no es aquel niño a quien Manuel Benítez “El Cordobés” le puso el apodo de “El Pele” en una juerga no apta para menores por lo avispado y travieso que era. Después de más de cincuenta años de carrera profesional, atesora la sabiduría propia de quien no ha dejado jamás de estudiar el cante ni sus recovecos. Mas continúa subiéndose a la escena con un desparpajo, una frescura y valentía poco frecuentes, sabiendo que el flamenco demanda sin tregua su dosis de innovación, su soplo de aires renovados pero siempre anclado a la tradición.
Siempre ha elegido Manuel a grandes guitarristas para que lo acompañen, normalmente de la tierra. Tras años y años con la sonanta de Vicente Amigo, su actual tocaor de cabecera es Severiano Jiménez Niño Seve (Córdoba, 1982), que fue Bordón Minero en la Unión con solo diecisiete años de edad. Anoche se compenetró perfectamente con el cantaor, lo cual es meritorio dada la tendencia de El Pele a la improvisación y a salirse del programa. Le correspondió a él abrir el recital en solitario con una bellísima rondeña que alargó quizás en exceso y nos brindó unas bulerías brillantes y virtuosas a modo de intermedio.
Dice El Pele que el cante necesita refrescarse de vez en cuando, que lo rocíen con agua nueva para mantenerse vivo. Comenzó su recital por unas alegrías personalísimas, de creación propia. Pasaba de las alegrías a las cantiñas cambiando la tonalidad cuando se requería, jugaba con el compás entrando y saliendo para caer siempre en el sitio, llevando al espectador al borde mismo del precipicio.
Y luego nos llevó a Málaga “a comer unos poquitos de boquerones”. Con un gesto solicitó las privilegiadas palmas de Torombo y de El Bobote, el auténtico compás del cante hecho carne sobre un escenario, y el cajón de José Moreno, su hijo, siempre en su justa medida. El Pele todo lo canta a compás, hay que acostumbrarse porque el resultado es magnífico. Ralentiza y para los verdiales de Vallejo, los cantes de Juan Breva, los fandangos del Niño de Cabra, se acuerda de Enrique Morente por Frasquito Yerbabuena… Lo hace a compás de palmas sordas y la guitarra solo apunta los tonos, prescindiendo del cansino aire abandolao tan en boga hoy en día. Y para sorpresa del respetable, mete en el mismo compás y a igual velocidad la cartagenera clásica y la malagueña doble del Mellizo.
Eso sí, en la seguiriya El Pele no parte pana con nadie. Clasicismo y tradición acompañados de un alarde de conocimiento, huyendo de los estilos más frecuentes. Comenzó con la primera de Tomás el Nitri y siguió pegando arañazos por Tío José de Paula y el Loco Mateo. Para cuando acabó el cambio de María Borrico todos estábamos rotos, él y nosotros. Bueno, él no tanto pues aún le quedaba fuelle y pellizco para una cabal de Silverio inolvidable.
Un artista debe dominar los tiempos y las emociones del público, utilizar el sentido del humor: dónde te la pongo, si es que a los cantaores nos atosigan, dónde, dónde te la pongo… ponla en la funda, en la funda.
Y se dispuso a demostrar por qué ganó el primer premio del Concurso de Córdoba por soleá y por bulerías:
Que todos le temen al moro
como si el morito fuera
un bichito venenoso
que al punto a ti te comiera.
Con letras propias y también clásicas por Alcalá, Frijones y el macho de Fernanda de Utrera, Manuel Moreno enraizó con lo más clásico del cante jondo y, utilizando una solearilla de Triana, se lanzó a un alarde frenético de técnica y facultades, acelerando el compás hasta la bulería por soleá, donde encontró su refugio natural para componer creaciones imposibles, nuevos estilos jamás catalogados, melodías de su propio cuño basadas en otras antiguas. Como él dice, innovar no es fusionar y fusiones son confusiones.
Y en medio del delirio vino la sorpresa oculta en el programa. Juan Fernández Montoya El Barullo se plantó delante de El Pele, y le estuvo bailando más de un cuarto de hora. Por soleá y por bulerías, le bailó más fino y más flamenco que nunca, sin coreografía, sin apartar sus ojos del cantaor, bailando sobre un espacio no mayor que un adoquín. Y entre paseo y paseo de su elegante figura, se comió el barniz de las tablas con los pies, mientras El Pele y su cuadro convertían la velada en un cachito de arte en la memoria.
Ficha artística
Espectáculo: Puro Pele /Ciclo: Flamenco viene del Sur de Sevilla/ Lugar y fecha: Teatro Central de Sevilla 7/3/2017
Cante: Manuel Moreno “El Pele”
Guitarra: Severiano Jiménez “Niño Seve”
Percusión: José Moreno
Palmas: José Jiménez “Bobote” y Francisco Suárez “Torombo”
Artista invitado: Juan Fernández Montoya “El Barullo”