Lombo, ciclón de arte
Había colgado el cartel de ‘No hay billetes’ en su comparecencia en el teatro Cánovas de Málaga, el 13 de abril, dentro del ciclo ‘Flamenco viene del Sur’, con un espectáculo de flamenco puro y duro, ‘Lombo flamenco’, por lo que debió pensar que tenía que darlo todo y se volcó plenamente, en cuerpo y alma. Ataviado con un traje blanco, Manuel Lombo comenzó con un pregón -género procedente del folclore que ha enriquecido con melodías y letras el acervo flamenco- con esa cadencia tan personal que le imprime a lo que canta. Expresó, acto seguido, su alegría por haber sido incluido en este ciclo, pese a no haber hecho recitales clásicos de cante, como el que nos ocupa, en los últimos tiempos.
Como gesto para congraciarse con la afición malagueña, cambió las granaínas que tenía previsto interpretar por malagueñas, que dedicó a su maestro Naranjito de Triana. Las cantó –muy bien secundado por Ricardo Rivera, a la guitarra, y Los Mellis, a las palmas- con poderío y las remató con el clásico abandolao, como mandan los cánones.
Lombo no es un artista al uso; es singular hasta en la forma de sentarse en la silla, con ésta de lado. Ofreció una soleá con muchos matices y homenajeó en su remate al diestro sevillano Pepe Luis Vázquez. Mientras, Rivera tuvo unos problemillas con la cejilla, en un exceso de perfeccionismo.
Prosiguió por tientos-tangos, todo con mucho gusto, pataíta incluida, en uno de los momentos álgidos de la noche. De pie, interpretó los tangos del Piyayo, otro guiño hacia Málaga, que fueron muy celebrados por los asistentes. Tuvo palabras muy afectuosas para la estupenda cantaora malagueña Virginia Gámez, allí presente, con la que –como recordó- compartió su etapa de formación en la prestigiosa Fundación Cristina Heeren de Sevilla, y a la que le brindó una seguiriya muy sentida.
Abandona por unos instantes el escenario y deja paso al piano de Fernando Romero, primero, y a la guitarra de Rivera, después. Diálogo de instrumentos del que nace la zambra. Vuelve Lombo con una nueva indumentaria, en la que priman los tonos oscuros, para interpretar dicho género, que se ajusta como un guante a su estilo.
Continuó por alegrías, muy lentas al principio, con mucho sabor a Cádiz. Asunción Pérez, ‘Choni’ para el arte, irrumpe en escena con su bata de cola blanca y mucho ángel, gracia y salero. ¡Cuánta belleza y emoción y con qué pocos elementos! Y se despidió, entre los piropos que le dedicaban algunas asistentes, por bulerías, dedicadas a una seguidora. La que interpretó en homenaje al mítico torero sevillano Joselito ‘El Gallo’ fue de una belleza sobrecogedora. Consciente de ello, Lombo la repetiría en los bises, momento en que se daría otra pataíta con mucho arte. Ovacionado con profusión, regaló a los presentes la copla ‘Antonio Vargas Heredia’. “Soy sevillano, pero he venido muchas veces a Málaga y el público malagueño se lo merece todo”. Le habían pedido varias veces una saeta y no se marchó sin cantarla. No se le puede pedir más a este ciclón de arte.