Revista La Flamenca: Revista nº 20 / año 2007 Mayo Junio Fotos: Paco Manzano
"La guitarra es mi mujer, mi niña, mi amiga"
La vida es caprichosa, azarosa y el flamenco siempre ha tenido muy cerca los avatares de la rueda de la fortuna, y sobre todo, del infortunio. Juan "Habichuela" convive desde hace años con la desventura de una enfermedad que le impide salir a los escenarios. El destino le dio malas cartas es esa partida, pero el maestro granaíno tiene muchas bazas ganadas, como contar con el cariño incondicional de su familia y de sus amigos, o con la admiración y el respeto de todo el mundo del flamenco. Y eso no es cuestión de suerte. A las seis de la tarde, en un bar del madrileño barrio del Lucero, el maestro termina la partida de dominó que juega con unos amigos y con su hijo Antonio.
¿Le gusta echar una partidita con los amigos?
Me encanta. Ahí también está mi hijo Antonio que llevaba ocho o diez días sin verme y se ha acercado. Y aquí suelen venir también mis hermanos y un montón de amigos y jugamos al mus o al dominó. Venimos a las cuatro, y a las ocho ya nos vamos para casa. Aquí, con los amigos y con mi familia, me distraigo mucho y lo paso muy bien.
Los amigos... ¿Qué es para usted la amistad?
Todo. Para mí es todo, porque a mis hijos los veo más de vez en cuando, cada semana o algo más. Hoy Antonio está aquí, pero ahora ha sacado un disco y está trabajando y no para en Madrid. Y Juan está con Pitingo y tampoco tiene mucho tiempo para estar conmigo. Yo eso lo reconozco, lo veo. Me llaman por teléfono y siempre les digo que estoy bien, aunque no lo esté porque ellos tienen que trabajar. Lo mío ahora es complicado. Tenía una ilusión enorme de seguir tocando, pero la memoria me falla y me pasa que no me acuerdo de las variaciones y me quedo en blanco. Por eso no quiero tocar. Hace unos veinte días me pasó en Málaga: me paré....Me dieron un aplauso enorme, porque la gente sabe que estoy malo. Luego seguí tocando. Dentro de unos días tendría que tocar en Granada, peor no voy a ir. Llevo cuatro o cinco años sin tocar en mi tierra y están locos por que vaya, pero a mí me da miedo. Siempre me reciben con los brazos abiertos y yo quiero estar bien, pero no estoy seguro de que vaya a estarlo. Tengo que decir que no a los trabajos que me ofrecen. Me da mucha pena que me llamen mis amigos y me digan "Juan, me vas a hacer dos o tres cositas, nada más que para que te veamos", y yo les digo, "ya me estáis viendo ahora, pero sin guitarra".
¿Coge la guitarra a diario?
La guitarra la tengo en el sofá y es mi mujer, mi niña, mi amiga. Para mí es todo. Me suelo acostar a partir de la una o las dos de la mañana porque me quedo tocando. Me encanta estudiar y tocar, aunque luego no haga nada de trabajo porque físicamente no estoy bien. De hecho me llaman para hacer alguna cosa, pero no puedo ir porque no puedo hacer ya lo que hacía hace veinte años. Ya no puedo subir al escenario y estar una o dos horas tocando la guitarra. Por eso mismo, porque no puedo subirme ya al escenario, lo hago en mi casa, yo solo. Me hago la idea de que estoy en el escenario y lo paso muy bien. Me divierto. Saco cosas... Si escucho en la televisión una música que me gusta, la apago y me pongo a estudiar. Y así me tendré que morir, con el flamenco dentro de mi cuerpo. Me encanta el flamenco. La guitarra es mi vida. Me quitan la guitarra y me muero.
¿Qué es lo que tiene?
Estoy mal. Tengo un tumorcillo aquí en el oído que me está jodiendo. Estoy fastidiado. Lo tengo ya desde hace más de diez años. No me duele porque no es un tumor malo, pero molesta porque muchas veces no escucho bien. De hecho por este oído es que no escucho nada y eso es un problema para la afinación de la guitarra, por ejemplo, o para escuchar al cantaor. Menos mal que el cantaor se pone a la derecha mía... Pero es incómodo para mi oficio. Y ya son setenta y cuatro años, para setenta y cinco. Y mis hijos tampoco quieren que me mate tocando y me ayudan. Afortunadamente como todos los días y siempre tengo veinte euros en el bolsillo. Pero lo que más me ha afectado ha sido caer enfermo hace quince años. Me llamaban para trabajar y decía que no podía. Eso para mí ha sido duro, porque yo estaba bien y tenía fuerza para seguir tocando, pero la vida es así. Llevo ya sesenta años en esto. Empecé con catorce años y aquí estoy.
¿Cómo anda de ánimos?
Bien. Mis hijos me dan muchos ánimos. Mis nietos vienen a verme y me dan cariño. Eso es lo que me da un poco más de vida.
¿En qué parte de Granada nació usted?
En la Cuesta de la Cava, junto al Albaycín.
Un barrio humilde ¿Y vive usted en Madrid en la Carretera de Boadilla?
Efectivamente. Llevo ahí cuarenta y cuatro años. La edad que tiene Juan.
Otro barrio humilde. Su nombre está escrito con letras de oro en la historia del flamenco y vive usted en un barrio humilde ¿Es elección suya?
Sí, porque allí me tienen un cariño de la ostia, porque tengo muchos amigos allí y porque por muy humilde que sea nunca hay una pelea ni nada. Desde hace ya más de veinte años mi hijo Juan me dice que venda el piso y que me compre otro cenca de donde vive él, pero yo no me voy de mi barrio. A mí me encanta. Antonio vive donde vive Raúl o Figo, pero yo soy una persona humilde. Siempre lo he sido. De lo único que presumo es de ser una buena persona.
Se nota
Yo tengo un montón de amigos que para mí me dan la vida. Muchas veces me llaman "¿Tienes tiempo?" ¡Cómo! ¡Yo tengo todo el tiempo!
El flamenco lo encontró usted en su propia casa
Sí. Con diez años ya empezaba yo a bailar en mi casa. La primera vez que vine a Madrid tenía quince años. Vine a la Feria del Campo y no paraba de trabajar de bailaor. Mi padre me llamaba y me decía "que voy p'allá, te meto en un saco y te traigo". Después de hacer la mili, con veintitrés años, me vine de nuevo a Madrid definitivamente.
¿Qué aprendió de su padre?
De él aprendí el flamenco que él tenía. Era tremendista tocando la guitarra, pero era un flamenco. Todo lo que hacía era flamenco y eso es lo que yo aprendí de él. Después, con el tiempo tuve que estudiar para ir avanzando, para dejar lo antiguo porque si no, no te comías una rosca. Y sobre todo, mi padre me enseñó a respetar a las personas. Lo primero que me dijo cuando me vine aquí definitivamente fue: "lo único que te pido es que respetes a las personas. Si alguna vez discutes con alguien llevando tú la razón y el otro no, dásela a él. Nunca te pelees con nadie. Verás como después recapacitan y reconocen quién llevaba de verdad la razón". Eso me dijo.
¿Y qué ha enseñado usted a sus hijos?
Lo mismo. Mi padre me enseñó a saber estar y a respetar a las personas y eso es lo que yo les he querido enseñar a mis hijos. Hombre, también llevé a mis hijos a colegios de pago y quise que estudiaran una carrera, cosa que mi padre no pudo darme a mí. Con diez años ya estaba bailando, así que no tuve tiempo de ir a colegio. Eso sí que tiene guasa. Ahora mismo los chavales con veinte años te dan veinte vueltas porque han estudiado y saben lo que hacen, y yo con dieciséis años no había pisado el colegio.... Sólo sé leer, escribir, sumar, restar, multiplicar y dividir. Nada más. Pero eso sí, respetar a las personas sí que sé. Nunca me he peleado con nadie.
¿Cómo se ve la vida desde los setenta y cuatro años?
Ahora mismo está la vida estupendamente bien para los flamencos. Los flamencos que salen ahora han nacido sabiendo, ganando dinero. Yo no. Yo he nacido pasando hambre. He pasado más hambre que un perro perdío en un pueblo. Pero la vida es así. Me legro muchísimo de que ahora las cosas no sean como antes y hoy salen unos pedazo de guitarristas de quitarse el sombrero. Pero también es verdad que yo he pasado muchísimas fatigas que ellos no han pasado. Y encima no fui al colegio.
¿La vida se le ha hecho corta o larga?
La vida se me ha hecho corta... Se me ha hecho corta. Yo tenía aún mucha fuerza antes de caer enfermo. Me vine abajo pensando si el tumor era maligno o no. Me querían llevar a Houston, pero el médico de aquí me dijo "Juan, con esa operación te pueden quedar secuelas, puedes quedarte con la boca torcida"... Y como no me dolía nada, no me operé, pero la memoria me falla porque toca al cerebro. Ahora voy a hacer una cosa y no me acuerdo de qué cosa es. Tengo el cerebro tocado por el tumor.
Una vez me contaba usted que de joven le echaban de las tabernas cuando se ganaba la vida con su padre. Después, con el tiempo, ha pisado usted los mejores teatros del mundo ¿Cómo se consigue eso?
Trabajando, estudiando, no apartándote de la guitarra, siendo buena gente, sabiendo estar, sabiendo respetar. Esa es la base de que te den trabajo. Por muy bien que toques, si eres una persona no grata no te comes una rosca.
¿Guarda rencor?
No.
Hace poco volví a ver unas fotos de Pepe Lamarca a Rafael Romero "El gallina" donde éste, en sus últimos años, aparece con el abrigo viejo, roto... ¿Por qué artistas de esa talla han tenido ese final? ¿Por qué el flamenco ha dado tan mala vida?
Te digo una cosa, yo llevo seis o siete años sin ganar nada y no he sido una persona de ganar millones. He ganado para vivir, pero nunca he tenido dinero. Si no tuviera a mis hijos ahora mismo estaría igual que El Gallina. Tendría que meterme en un asilo. Así de fácil. Eso tiene el flamenco. Es ahora cuando se está ganando dinero en el flamenco, pero hace cuarenta años no se ganaba una peseta y yo me he hartao de trabajar porque he tocado a todo el mundo. Ahora hay quien gana un millón y medio o dos millones en una noche. Eso no lo ganaba yo ni en dos meses, por decir algo. Me he hecho cincuenta festivales en dos meses y me he dejado la vida en la carretera conduciendo. Entonces podía hacerlo y decía ¡a ver lo que me queda! Y resulta que hace poco tuvieron que hacerme un homenaje para que me quedara algo hasta que me muriera. Le dije al alcalde "no tengo dinero" y me hizo un homenaje. Acudieron mis hijos y, en fin, se abarrotó aquello. Sacaron quince millones de pesetas y con eso estoy sobreviviendo.
¿Qué tiene Juan Habichuela para que todo el mundo hable bien de él?
Bueno, siempre he sido una persona educada, he sabido estar, he sabido respetar y estar con la gente. Nunca he presumido de nada.
Es usted un enamorado del cante ¿ha llorado escuchando cantar?
Si, muchas veces. Con Caracol, por ejemplo.
¿Qué le hace feliz?
Ver a mis hijos y a mi familia que están bien.
¿Qué le pone de mala leche?
Cuando salgo a tocar y no afino bien la guitarra y tengo que afinarla en el escenario. En esos momentos me pongo de mala leche.
¿Se siente triste en algún momento?
Sí, muchas veces, por cosas que me pasan o que le pasan a mi gente. También cuando pasan cinco días y no suben ninguno de mis hijos o de mis nietos a mi casa a verme.
Cuando hay dificultades ¿mira de frente a la vida?
Bueno, hoy hay menos dificultades. Hoy los hoteles son de cuatro estrellas y antes parabas en cualquier posada.
¿Piensa en la muerte?
Sí.
¿Le tiene miedo?
No, porque es algo natural en la vida. Cuando te toca, te toca. Claro a unos les toca antes que a otros. Yo, por la edad que tengo y por cómo estoy la tengo más cerca... A veces pienso "a ver si llego al verano" porque tengo una biznieta guapísima que vive en Torrevieja y siempre me pregunta "abuelo ¿Cuándo te vienes?" y yo le digo que en verano. Y cuando llega el verano pienso "a ver si llego a la Navidad". Pero miedo no le tengo a la muerte. La vida es así.
Se ha dicho casi todo de usted ¿Falta algo por decir?
Puede ser que falte alguien que me diga las faltas que yo tengo.