La genial bailaora obtuvo un gran éxito en Sevilla con su espectáculo “Morón baila”, dentro del ciclo Flamenco viene del Sur.
Web Revista La Flamenca. Luis M. Pérez. Sevilla / Teatro Central 8/4/2015 Fotos: Pepe Montiel
Que la fuerza te acompañe, Juana Amaya, y valga por una vez la licencia de recurrir a una famosa saga cinematográfica de ciencia ficción para expresar lo que anoche vivimos en el Teatro Central de Sevilla unos pocos cientos de privilegiados.
Porque de ciencia ficción, y no de otro género, cabe clasificar esa fuerza desmedida tuya a la hora de bailar, ese meter los pies sin desmayo, como queriendo asegurarte de que la tarima del teatro queda bien “claveteá”. Sudores y fatiguitas pasarán los operarios del Central para removerla cuando acabe el ciclo allá por el mes de mayo, cuando el eco de tus tacones y tus plantas permanezca solo en nuestra memoria.
Pero no solo de pies vive tu baile. La expresividad del gesto da el tono justo en cada palo: desesperado y rebelde en los martinetes, algo desdibujado el juego de manos, por poner una pega; grito y agonía por seguiriyas, sabiamente en el sitio. Y esa soleá…
Porque la soleá es tu palo, bien lo sabes. El gesto contenido de la melancolía, de la soledad recogida en su nombre. Recoges los cantes del cielo y los atesoras en tu falda, con la que avivas la fogata familiar, y esos desplantes tan gitanos que anteceden a la vertiginosa carrera con la que tomas posesión del escenario.
El título del espectáculo, Morón baila, es del todo anecdótico. Anoche bailó, y primorosamente, por alegrías y bulerías de Cádiz un onubense, Antonio Molina “El Choro”, formado en la Fundación Cristina Heeren y con un estilo muy personal y varonil, con tintes que recordaban a los Farrucos. Juana Amaya, en contra de casi todo lo que se ha escrito sobre ella, no nació en Morón de la Frontera. Lo hizo en 1968 en la sevillana calle de Lope de Rueda, en pleno barrio de Santa Cruz, el mismo donde nació su hija, Nazaret Reyes, que bailó con la misma fuerza imposible de su madre y más gitana, si cabe, unos tangos inolvidables.
Para el cante, Juana se trajo a la primera fila del cante de atrás de la Plazuela, los jerezanos Joaquín Marín “El Kini” y José Manuel Doya “El Zambullo”, que impregnaron del soniquete de El Torta y los Moneo las bulerías por soleá y el fin de fiesta. Y el metal flamenquísimo del sevillano Pepe de Pura y del joven Jonatan, de La Línea de la Concepción.
Para el toque y la percusión, dos sobresalientes. Correctísimo toda la noche, y en ocasiones brillante, Juan Campallo, guitarrista moderno de eminente familia flamenca sevillana. Y Paco Vega, espectacular, nos puso el compás de Triana, heredero de su homónimo padre, que fue bailaor y ebanista de la otra orilla del río.
Es lógico por otro lado el afán de Juana Amaya por homenajear a Morón de la Frontera, una tierra a la que su familia, los Negros de Ronda, ha estado muy ligada. Pero rara vez sus antepasados eran de allí. Desde La Andonda y Aniya la Gitana, que eran de su familia y nacidas en Ronda; Diego del Gastor, que no nació en El Gastor, sino en Arriate, Málaga. Los hermanos de éste, de Grazalema; Joselero de Morón, nacido en La Puebla de Cazalla.
Parece que en su familia pocos son de donde dicen ser. Puede que Juana crea que su baile y el de su hija son de Morón. Lo que está claro es que es un baile de raíz familiar, racial y aprendido en casa, o de la mano de familiares profesionales, como su primo el gran Ramón Barrull o su pariente, el inolvidable Pepe Ríos. Son raíces demasiado profundas y oscuras para andar rebuscando. Tan oscuras como ese lado de la fuerza, que en el flamenco es el lado bueno, y del que es dueña y señora Juana Amaya.
Ficha artística
Espectáculo: Morón baila por Juana Amaya. Flamenco viene del Sur / Teatro Central de Sevilla 7/4/2015
Baile: Juana Amaya
Artistas invitados: Antonio Molina “El Choro” y Nazaret Reyes
Guitarra: Juan Campallo
Cante y palmas: Pepe de Pura, Joaquín Marín “El Kini”, José Manuel Doya “El Zambullo” y Jonatan
Percusión: Paco Vega