Revista La Flamenca: Revista nº 16 /año 2006 Julio Agosto/ Manuel Herrera Rodas. (Gestor Cultural).
Con demasiada frecuencia, cuando desde la dirección o el entorno de la Bienal de Flamenco se refieren a objetivos, proyectos o programación de actividades lo hacen en comparación con "las ediciones anteriores" y, parece oportuno, por aquello de que quien calla otorga, puntualizar determinadas afirmaciones para que el lector pueda hacerse una idea real de la situación.
Hasta ahora hemos mantenido un silencio prudente porque creemos que a la Bienal lo que hay que hacer es apoyarla y defenderla todos los que amamos el flamenco como la más original de nuestras manifestaciones culturales. No vamos tampoco ahora a entrar en polémicas. Pero parece oportuno hacer determinadas matizaciones no sólo por lo que nos atañe a nivel personal sino por lo que concierne al prestigio y el compromiso con nuestra cultura del eficaz equipo que nos acompañó en la gestión (no sólo el específico de Bienal sino también el técnico del Área de Cultura y de Intervención Municipal) porque debemos defender la verdad como premisa de la convivencia. Y es que desde que terminó la XII edición de la Bienal, y como si de una consigna se tratara, se viene generalizando, para justificar muchas veces lo injustificable, con el concepto de las "últimas bienales", en aras de "reordenar" y reestructurar el proyecto que, si llega desmadrado y requiere de un buen golpe de timón, seguramente haya que buscar las causas en circunstancias no siempre endógenas.
Es verdad que ha pasado mucho tiempo desde que la Bienal alumbrara en la primavera del año 80 del pasado siglo, como una experiencia nueva en el tratamiento del flamenco. Y como nada hay nuevo bajo el sol, su nacimiento lo hacía con amplios objetivos y, desde luego, ser siempre algo más que un Festival. Más de un cuarto de siglo después el paisaje ha cambiado, los horizontes son distintos, más amplios y más transparentes. Y el flamenco ha alcanzado un nivel de protagonismo y de aceptación universal difícilmente imaginable en el siglo anterior. Es una música del mundo que comparte protagonismo sin complejos con las más importantes manifestaciones musicales que en el mundo son. Tiene su personalidad propia y se diferencia de otras músicas en su origen y en su naturaleza. Y aunque la música con mayúsculas sea una, la nuestra tiene originalidad y frescura, contenido y capacidad de crecimiento. De ahí su reconocimiento universal.
Es verdad también que, por ello, aquí, en su lugar de origen, y seguramente por su cercanía sentimental, la seguimos viendo tan natural que apenas la valoramos en su justa medida. Tal vez éste sea su problema. Cuando de Nueva Zelanda o Finlandia, de Canadá o Taiwan, y no digamos de cualquier país europeo, americano y japonés vienen a Sevilla turistas en busca de manifestaciones culturales siempre preguntan por los espacios teatrales del Flamenco. Demostrado está por los trabajos encargados por Turismo Andaluz que un turista que viene a la Bienal invierte en Andalucía tres veces más que un turista ordinario. Y ahí debe estar el faro de la Bienal, siendo una luz que anuncia al mundo que para conocer la creatividad última de nuestros artistas, para saber por donde va en cada momento nuestro arte, es necesario tener un referente consolidado, prestigioso y aceptado mundialmente. Y eso, no nos engañemos, tiene estos nombres: Sevilla-Bienal-Flamenco.
Una acción que permitiera abordar estrategias de tratamiento global del arte flamenco desde la perspectiva de hacer de la ciudad de Sevilla el referente universal de la producción y actividad flamenca, integrando en proyectos comunes a instituciones públicas y privadas con los diferentes agentes del flamenco, diversificando la oferta de productos, no sólo espectáculos sino también productos audiovisuales, ferias comerciales, congresos, ediciones bibliográficas, investigación, materiales pedagógicos, etc., aunando en propuestas comunes la comunicación exterior de la actividad flamenca de la ciudad, sería una manera de avanzar en el concepto siempre defendido de convertir a Sevilla en la "Ciudad del Flamenco". Aunque para ello no bastan los objetivos sino las realizaciones prácticas a que aspiran aquéllos. Así la necesidad de dotar a la ciudad de espacios específicos que garanticen una programación estable y, desde luego, construir en Triana un Teatro especial para el Flamenco, explotación de los escenarios naturales de la ciudad para propuestas flamencas, creación de un Centro de documentación que permita, además la investigación, formación, transferencia de nuevas tecnologías de las artes escénicas y de la música; un centro de formación artística de todas las modalidades flamencas, con salas de ensayo y salas alternativas abiertas al público... Y todo ello en coordinación con la iniciativa privada. El flamenco, además de su altísimo valor cultural, es un recurso turístico de primer orden que desde Sevilla, es necesario capitalizar para Andalucía y España. Y ello, desde hace más de veinticinco años, es lo que ha venido enseñándonos la Bienal.
Las reflexiones anteriores no son nuevas. Forman parte del informe y la documentación que dejamos en la Delegación de Cultura cuando cesamos, en el 2003, en la dirección de la Bienal. Por eso nos duele cuando se hace un "totum revolotum" para justificar acciones o proyectos (que no seremos nosotros quien enjuiciemos) y se habla de las "anteriores bienales" como si todas hubieran seguido la misma trayectoria para no llegar a ninguna parte.
Así, en la entrevista que J.M. Rondón y M. Martín Martín, en la edición andaluza de El Mundo de fecha 03/06/06, hacen a Domingo González, actual director de la Bienal, éste afirma: "el balance económico de las últimas ediciones no contentaba a nadie".para añadir a continuación que se "ha firmado un convenio con la Consejería de Cultura de alrededor de 350.000 euros", así como que "el desfase de 1,1 millón de euros dejados por su antecesor Manuel Copete, en la última edición, se ha enjugado con créditos extraordinarios y no afecta al presupuesto actual que se aproximará a los 2,5 millones de euros".
Pues bien. La última edición que dirigimos, la XII, que fue lógicamente la de mayor presupuesto de las tres, tuvo un presupuesto de 1,61 millones de euros, lo que supone que la presente edición la supera en un 45% ¿Se puede decir que el balance económico de ésa y las anteriores ediciones no contentaba a nadie? Ignoramos si pretende referirse a la XIII, pero la verdad es que generalizando se reparten responsabilidades.
Por otra parte se afirma que: "la Bienal tiene ahora el apoyo institucional más sólido de toda su historia. Como ejemplo sirva que se le reconoce una subvención nominativa en los Presupuestos del Estado". Es verdad, pero se oculta que esa subvención nominativa ya se consiguió en el 2002 siendo Andrés Amorós Director del INAEM del Ministerio de Cultura. Distinto es que ahora se haya aumentado la cantidad, como de hecho ha ocurrido con la Consejería de Cultura que de algo más de 150.000 euros que venía aportando (menos en la XII que ya sólo aportó espectáculos y espacios, aunque de un caché seguramente superior) ha pasado en esta edición a subvencionar con un 133% más.
Por último y en cuanto a los objetivos que se pretende con esta edición de la Bienal, se afirma que "esta dinámica -la que se pretende aplicar- se opone a lo que históricamente ha ocurrido en la Bienal" para afirmar también que: "todos los estrenos deben tener garantizada su difusión posterior..." Correcto lo segundo, pero ¿en qué se opone a la historia de la Bienal?. Veamos: María Pagés, Salvador Távora, Sara Baras, Eva la Yerbabuena, María Serrano, Javier Barón, Isabel Bayón, Manuel Carrasco y un largo etcétera, han recorrido los mejores escenarios del mundo con obras estrenadas en la Bienal. Y hasta La Paquera estuvo en Japón y grabó una película gracias a una actuación memorable, dentro de la Bienal, en el Real Alcázar...
No, definitivamente, el problema no podemos afrontarlo con descalificaciones ni declaraciones más o menos afortunadas, ni siquiera con escritos como éste. La Bienal de Flamenco, si queremos que sea el escaparate de lo jondo, debe contar con el esfuerzo de todos. De las instituciones públicas y de la empresa privada, con el reconocimiento de aficionados y estudiosos, con el compromiso de los artistas... Porque, en definitiva, esto es cuestión de fe. Si creemos en el proyecto el éxito está asegurado. Si dudamos, otros -de dentro o de fuera- ocuparán nuestro lugar. Que por algo vivimos tiempos de globalización.