Sevilla. 50º . El avión despega en dirección Bilbao. Al llegar a la capital guipuzcoana llueve mansamente y hace fresco. Un autobús nos recoge y enfila hacia Mont de Marsan. El paisaje es verde. Un enorme pinar. La hiedra escala por los altísimos troncos . El suelo está dominado por los helechos. De vez en cuando, un caserío. Gran parte del Departamento de las Landas; al que pertenece Mont-de-Marsan; era una gigantesca marisma con un remate de grandes dunas. Napoleón III, para evitar la progresión de las dunas y las dificultades del pastoreo, que los pastores realizaban subidos en grandes zancos, mando construir el mayor pinar de Francia y, posiblemente de Europa. Doscientos kilómetros de pinos. Gran parte de la obra fue realizada por presos comunes políticos o prisioneros de guerra. Todas las gamas del verde están allí. Un paisaje más verde de lo que nunca será el verde. Y por fin, Mont-de-Marsan. Treinta mil habitantes. Preciosas casas de piedra con las contraventanas de madera, carteles y banderolas anunciando por todas partes la XVI Edición de su Festival de Flamenco.
Hemos estado allí una semana y hemos convivido con los artistas, con los organizadores, con los habitantes del lugar.
Uno ha estado personalmente en la practica totalidad de los festivales de flamenco españoles: Potaje de Utrera, Caracolá de Lebrija, Gazpacho de Morón, Festival de Alcalá, el otro y el otro y el de más allá. Y en la Bienal sevillana, en tiempos mejores que los presentes. Y uno puede asegurarles a ustedes que, al igual que en otros terrenos, vamos diez o quince años por detrás de Francia.
Quince o veinte años flamencos por detrás de Mont de Marsan.
Los directores de los grandes eventos flamencos españoles necesitan un curso intensivo y obligatorio, y la expedición del correspondiente diploma de aptitud, otorgado por los organizadores de este festival. Los responsables de la Bienal de Sevilla, debían ser los primeros en acudir, pero antes deben recibir unas mínimas lecciones de educación para poder ser admitidos en el entorno de Mont de Marsan.
Ni el mínimo detalle falta, ni la expresión del más pequeño deseo o necesidad queda insatisfecho. La absoluta comodidad en magníficos hoteles, la calidad y cantidad de los alimentos, la autentica escuadrilla de coches, furgonetas, autobuses en continua disposición para todos los asistentes, la amabilidad, el contacto personal, las oficinas para prensa,....Todo lo que los integrantes del mundo artístico quieren y necesitan está ahí, en Mont de Marsan.
Me llamó la atención el hecho de que en todos los medios de trasportes dispuestos por el festival figurara en los cristales traseros una foto a gran tamaño de la gran Paquera de Jerez.
Un pueblo de treinta mil habitantes con un espacio escénico, el François Mitterrand, de capacidad similar a el Maetranza sevillano y unos medios técnicos iguales o superiores. Un teatro intermedio, de mayor capacidad que el Central, construido para la Exposición Universal del 92. Una escuela de Música y Danza que maravillaría al profesional más exigente y en la que se dan cita la enseñanza a nivel superior, medio, y de iniciación, conferencias, proyecciones, cursos de ritmo...
Hay un festival flamenco, pero la opera, el ballet y el teatro, tienen también su cita anual en Mont de Marsan.
Responsables de esta maravillosa organización son la señora Antonia Emmanuelli, y su marido el señor Henri Emmanuelli, trazaron hace dieciséis años las líneas maestras de este evento musical. El español don Javier Pugas se encarga de la dirección musical del festival, y juntos han conseguido colocarlos en la primera línea de la parrilla de salida en todo el mundo flamenco.
No resulta nada fácil, a mi criterio, confeccionar un programa coherente y de calidad dada la situación que atraviesa el flamenco en su nativa Andalucía. No es glorioso, precisamente el momento en que vivimos. El Sr. Puga, con su perfecto dominio del francés y la experiencia de muchos escenarios pisados, presentó los espectáculos y tradujo simultáneamente a los conferenciantes que no supimos hacerlo en francés.
La reacción del público fue en todo momento de atención, de complicidad, de saber escuchar, y de pasión en los pasajes en que se hacía evidente la belleza que encerraba lo que estaba ocurriendo delante de sus ojos.
La guitarra es algo amado por todos los públicos del mundo. Cualquier estilo de tocarla, y el flamenco no iba a ser una excepción. No en vano es la guitarra el más universal de los instrumentos. Su hermosa arquitectura se encuentra presente en gran parte de los hogares del mundo. Es agradecida para con el principiante, y endiabladamente difícil para el profesional. Un instrumento inventado por el diablo para perder a los hombres. Un instrumento para ociosos. Boris Vian creo que la definió en esos términos.
En lo que al baile se refiere, nos dio la impresión, confirmada luego en las conversaciones tras los espectáculos, que el público de Mont de Marsan, como gran parte del público mundial, incluido la mayoría de los aficionados españoles, se decanta más por ese tipo de "ballet flamenco", mezcla híbrida de ballet contemporáneo, danza española y pose aflamencada, que sigue moviéndose, en el fondo, dentro del mismo patrón que impusieron Pilar López Marienma, Antonio el bailarín (no bailaor) y Rosario; ciertas pinceladas de los primeros ballets de Bejart, y unos nada claros intentos de argumento originales o recreaciones provenientes de la mitología griega, fundamentalmente.
El cante a pelo con la guitarra y las palmas se le hace más "duro" al espectador de Mont de Marsan y al público extranjero en general. La realidad es que tampoco contamos con una baraja que nos permita elegir con comodidad y garantía ni para nuestros propios festivales y aficionados.
Resumo: una organización perfecta y un público entregado y flamenco, con ganas de saber y ver cada día más. El público ideal para cualquier artista.
Carlos Lencero / Mont de Marsan 2004