El fundador del Taller de Músics reivindica la calidad artística de los tablaos a los que considera víctimas de la pandemia y de la asociación histórica que el franquismo hizo del flamenco como cultura oficial del Régimen
Revista La Flamenca. Xavier Grau. 16/6/2020
En 1970, Lluís Cabrera se enredó en la fundación de la peña flamenca Enrique Morente en Barcelona. En 1976 editó clandestinamente el revolucionario Libro Rojo de los Escolares. En 1979 transformó un negocio editorial en el Taller de Músics. Para 2021 tiene lista la publicación de su primera novela hecha con retazos de su “memoria de locuelo” emigrado de Jaén a Catalunya con nueve años.
Noticia, por ser noticia, Cabrera puede serlo por temas varios. Incluso por sus libros, Els altres andalusos (“Los otros andaluces”) o Catalunya serà impura o no serà, analizando esa compleja relación entre comunidades envenenada de tópicos y trampas políticas.
El confinamiento por la pandemia ha pillado a Cabrera tras la celebración, el año pasado, de los 40 años del Taller de Músics, toda una institución de enseñanza musical que barrió las formas más arcaicas y penosas del método tradicional. El Taller tomó de la libertad del jazz y del flamenco el camino que mostrar a sus alumnos en una época en que todos querían ser libres o no ser nada.
El Taller de Músics, ese centro especial y espacial en el que orbitan grandes nombres como Chicuelo, Mayte Martín, Mariola Membrives, Sílvia Pérez Cruz, Miguel Poveda o Rosalía, ha descubierto “en quince días”, dice Cabrera, cómo transformar sus enseñanzas on line para seguir atendiendo a su millar de alumnos.
“EL TALLER HA SABIDO CONECTAR CON EL ALMA DE LOS ARTISTAS Y VINCULA GENERACIONES QUE VAN COMPARTIENDO SU EXPERIENCIA”
“Nuestros alumnos ejercen de músicos desde el primer día, aunque otros nos recriminan que trabajan ‘sin título’, como si fueran médicos o arquitectos... sin saber que los artistas no causan derrumbes”, sonríe Cabrera.
El centro que fundó y dirige Lluís Cabrera, permanente luchador por el reconocimiento público de la pedagogía musical en el país, “ha sabido conectar con el alma de los músicos, de los artistas y compositores reconociendo sus deseos y vinculando generaciones que van transmitiéndose su experiencia”.
“Todos ellos se verán ahora afectados por el parón de esta crisis, y especialmente los flamencos, que con el cierre de los tablaos van a verse muy perjudicados”, explica este jienense nacido en Arbuniel en 1954. “No sé si los artistas flamencos aceptarán trasladarse por meses a Japón, donde hay un montón de tablaos, y desconozco si cuando abran las fronteras los artistas tendrán miedo a viajar”, detalla.
Las noticias del sector le llegan puntualmente a través del coordinador del área de flamenco del centro, David Leiva. La crisis de los tablaos le impulsa a alzar la voz en su defensa: “el poso de ignorancia histórica, cultural y artística del franquismo aparece de nuevo por esa perversa asociación que hizo la dictadura con lo flamenco, unificando culturas y territorios y apropiándose del arte y de la copla como distintivo de lo español para venderlo como la cultura oficial”.
“A LOS JÓVENES DE LA DEMOCRACIA SE LES TRANSMITIÓ ESA IDENTIFICACIÓN DE FLAMENCO Y FRANQUISMO”
Para Cabrera, al mal momento que viven los tablaos por la crisis sanitaria y económica, la reducción de aforos y la desaparición del turismo, cabe añadir que “a los jóvenes de la Democracia se les transmitió esa identificación de flamenco y Régimen franquista y durante la Transición, como no hubo ruptura, eso quedó así como Franco dijo ‘atado y bien atado’ y no sólo porque nombrara al Rey”.
“Yo conozco bien los tablaos de Barcelona -Tarantos, Cordobés, Carmen...- y quiero decir que a pesar de que la gente cree que son lugares solo para turistas, los cuadros artísticos que presentan son de una gran calidad y me sigue sorprendiendo que atraigan a tan poco público nacional que, en cambio, responde muy bien a los ciclos y festivales flamencos que se organizan”.
Por poner un ejemplo, añade, “en los cincuenta años de El Cordobés por allí han pasado todas las grandes figuras del flamenco pero la estigmatización de los tablaos, por no haber habido un corte en la Transición, sigue provocando rechazo”.
“LOS TABLAOS DEBEN BUSCAR UNA NUEVA MANERA DE EXPLICAR QUE OFRECEN EL FLAMENCO COMO FORMA CULTURAL ALEJADA DE LA VIEJA IMAGEN DE ‘UNA, GRANDE Y LIBRE”
Es difícil, en tiempos convulsos, acertar con las soluciones. Sin embargo, para Cabrera, los tablaos pueden sortear el duro hachazo de esta parálisis “y deben una nueva manera de comunicar su actividad, explicando que ofrecen el flamenco como ese cante, esa música, esa danza en directo como forma cultural alejada de esa vieja imagen de ‘una grande y libre’”.
La Administración pública puede ayudar al entramado artístico del país, dice Cabrera, “si los políticos entienden que la cultura es un bien de primera necesidad y la tratan de manera preferencial”. “Esto no es de ahora -añade- “y la cosa viene de lejos por la mala distribución del dinero que se destina a cultura, con un 90% de los presupuestos que va a los grandes contenedores culturales”.
“La cultura no se entiende como una primera necesidad, hay dinero para festivales pero no para la programación estable de pequeñas salas de música, pero sí para teatros de pequeño formato”, explica. Estas contradicciones, matiza, “se deben a la fragmentación de presupuestos en función de direcciones generales con las que discutes y no alcanzas nunca a debatir sobre el destino del presupuesto global del departamento o el ministerio de Cultura correspondiente”.
Pioneros en la pedagogía de confrontar al artista en formación con el escenario y el directo como método clave de aprendizaje, desde el Taller de Músics se reivindica ese “si no hay público, no hay artistas”.
“SÓLO LOS ARTISTAS QUE HAN ROTO EL TECHO DE CRISTAL PODRÁN TRABAJAR SI LOS AFOROS DE TEATROS Y TABLAOS LO PERMITEN”
“Sólo los artistas que han roto el techo de cristal, con toda su calidad, enjundia y entrega, los que han alcanzado el éxito más popular, podrán trabajar si los aforos de teatros y tablaos lo permiten, que lo veo difícil”, opina este veterano acostumbrado a tratar con principiantes y con leyendas.
Aunque parece que nunca le impresionaron mucho, ni los unos ni las otras. Así, con dieciséis años se plantó en tren en Madrid para pedirle el permiso escrito a Enrique Morente y bautizar con su nombre la primera peña flamenca que el artista tuvo dedicada. Surgió en el barrio obrero, de inmigración y combate vecinal, de Verdún.
En torno a los setenta, en esa periferia barcelonesa del barrio de Nou Barris, sin cloacas ni autobuses, la Parroquia de San Sebastià, en la calle Viladrosa, alentaba transformaciones sociales. Y de concursos y festivales surgieron otras muchas peñas flamencas y metropolitanas: la del Perro de Paterna en Trinitat Vella, la de Mairena en l’Hospitalet o la de Forsforito en Cornellà.
En el 71, Cabrera se citó con Morente, obtuvo el permiso, y luego siguió por cafés y tablaos con el genio de Granada quien le presentó a otros como Pansequito y El Indio Gitano. No olvida el episodio. Ni cómo Ricardo Romero, el de El tocadiscos flamenco de Radio Juventud le facilitó el contacto. “El primer tablao con duende de la radiodifusión catalana”, locutaban Albert Malla y Ernestina Guillén en la careta de entrada del espacio que triunfó en las ondas entre 1965 y 1995.
A Morente le dedicó Cabrera un homenaje que ahora rememora el Taller de Músics en el décimo aniversario de su muerte. “Un artista al que le saltaron a la yugular entre los 70 y los 80” y del que recuerda como en septiembre de 1996 le organizó la presentación de Omega en directo. Fue en el Festival de Música de Vic. Morente incorporó al espectáculo una coreografía de Javier Latorre con cuatro bailaores ataviados con máscaras.
“LAS ACTUACIONES DE ROSALÍA CON CHICUELO Y ALFREDO LAGOS CANTANDO POR DERECHO EN EL TABLAO DE CARMEN AHÍ ESTÁN...”
“A Morente le criticaron sin piedad los que no saben que el flamenco es un arte universal desde que nació, los que lo buscan en las catacumbas, los que sólo creen en las dinastías y con una visión muy conservadora y reaccionaria del arte”, afirma.
Casi reconoce la misma fiereza en los ataques contra la más reciente alumna-estrella del Taller, Rosalía. “Pasó cuatro años y medio estudiando en nuestras aulas y ahora ha encontrado su camino en su libertad, en su verdad, ella que siempre quiso hacer música para llegar a mucha gente”, la defiende con ese mismo fervor con el que más de once millones de personas siguen a la de Sant Esteve Sesrovires en Instagram.
Apuntala su defensa en el eterno debate sobre las capacidades de la catalana en hechos: “Las actuaciones de Rosalía con Alfredo Lagos a la guitarra cantando por derecho en el Tablao de Carmen ahí están, con sus padres delante, y ella cantando clásicos de La Niña de los Peines y yo tengo, además, otras grabaciones de Rosalía cantando acompañada por Chicuelo a la guitarra”.
A Lluís Cabrera no le impresionan los tópicos. Tampoco las convenciones. Pone pasión en sus argumentos y emana una notoria necesidad de acción y de cambio. “No soy polifacético, porque no tengo cara de poli...” bromea.
“MI PRIMERA NOVELA QUIERE SER COMO ESE RECUERDO DE LOS CUADROS QUE TE QUEDA TRAS VISITAR UN MUSEO”
No tantea. Se lanza a lo que le pide el cuerpo y la mente. La pandemia ha pospuesto para marzo del año que viene el lanzamiento de su primera novela a través de Roca Editorial. Titulada La Vida no regalada, el relato “sigue a Lorenzo, una persona inmigrante que llega a Catalunya a los nueve años, casi autobiográfica, pero con más ficción de la que aparece porque la realidad siempre supera la ficción”.
“Se trata de una primera novela que quiere ser como ese recuerdo de los cuadros que te queda tras visitar un museo”, explica con cuidado el autor de su primer trabajo literario. “Pero no es el único, porque tengo dos novelas más en el cajón, y eso que escribo siempre a mano porque me ayudar a reflexionar...”.
En esta ficción, Lluís Cabrera vuelve al eje temático de sus otros libros de tesis en los que escudriña “las identidades y las confusiones en Catalunya, con el peso de la herencia franquista y las relaciones con esa lengua hermana del castellano, donde la identidad pura sólo puede defenderla quien tenga su número de móvil y hable con Dios”.
De hecho, atendiendo sus múltiples y diversas acciones, Cabrera da muestra de pelear por lo que afirma: “flexibilizar el cerebro, que ya es de por si un órgano flexible, porque los que lo tienen de cemento armado solo van a conseguir armar un pollo”.
Para todo lo demás, este emprendedor inquieto, revuelto, a quien le gusta coquetear con la polémica y la divergencia, tiene remedio: “Que Dios reparta suerte, si es que la merecemos”.