Aurora Vargas ni más ni menos… la genial cantaora Sevillana no desfraudó al público, con un lleno absoluto.
Web revista La Flamenca. Luis M. Pérez . Sevilla. /Sala Chicarreros/ de la Fundación Cajasol. 13/2/2015 Fotos: Pepe Montiel
Los que asistimos anoche al recital de cante de Aurora Vargas en Sevilla íbamos con una idea, más bien un deseo, de lo que queríamos llevarnos para casa al finalizar el espectáculo. Cualquiera que haya tenido oportunidad de ver a esta artista subida en un escenario, experimenta una marea de sensaciones que se resisten tanto a la clasificación como al olvido.
Y eso fue lo que hallamos. Genio, belleza, duende. Fuerza, anarquía y entrega. Son palabras que se repiten una y otra vez en cada crónica, en cada actuación de esta sevillana que lleva en sus venas todo el yodo de la playa de Bajo de Guía, la sal de Sanlúcar de Barrameda y el arte que los Vargas, su familia materna, fueron desparramando en generaciones de cantaores y cantaoras por el Puerto de Santa María, Chiclana, Cádiz y Lebrija hasta llegar a la pila de bautismo de San Román, la iglesia donde se bautizaban los gitanos flamencos y fragüeros que abandonaron Triana en la segunda mitad del siglo XIX para seguir a su Cristo de bronce, el de la Salud, que se ubicó allí hasta hace unos años.
Palabras que se repiten y que quisiéramos eludir, pero son precisamente el imán que atrae al buen aficionado dondequiera que Aurora se presente. A ellas añadiríamos una cualidad que no siempre se le reconoce: un profundo conocimiento de los cantes básicos, que da cuenta de años de estudio de los artistas antiguos, a través de las grabaciones que dejaron.
Solo así se entiende que cuando comenzó el recital por alegrías de Cádiz, llegaran los ecos de Aurelio Sellé y de Manolo Vargas, que no tenía nada que ver con su familia; cantiñas de Pastora Pavón aprendidas de sus discos, a las que sucedieron otras en las que se adivinaban las enseñanzas de sus parientes María Vargas, Cristobalina de Funi o la Perla de Cádiz y, seguramente, de su propia madre, Malena Vargas.
Siguió Aurora con dos soleares de Joaquín el de la Paula, acordándose de Tomás Pavón incluso en las letras, entre las cuales intercaló una de la Serneta, la de “Presumes que eres la ciencia”, con claros ecos de Juanito Mojama y, de nuevo, Pastora Pavón. Y fue en el macho “Lágrimas como garbanzos”, donde alcanzó los mejores pellizcos.
La noche transcurría más o menos jonda, pero sin lo que queríamos ver, sin los tópicos que anhelábamos contar. Unos tientos impecables de Enrique el Mellizo por Manolo Vargas y los tangos de Pastora Pavón y de Rosalía de Triana despertaron al genio, que se pegó su primera pataíta.
Aurora se levanta. “Agüita”, dice risueña al público, “deja, que yo la llevo” y sale por bambalinas, entre las risas del respetable. Ya los tiene en el bolsillo.
Porque a partir de aquí, el duende se hizo presente en una tanda de seguiriyas de muchísimos quilates, comenzando por el estilo de inicio de Paco la Luz con letra del Viejo de la Isla (“Hospitalito de Cádiz, a mano derecha”), la de Diego el Marrurro y cerrando con una espléndida de Frasco el Colorao.
Y a partir de aquí, dijo Aurora “aquí estoy yo”. Se hizo presente la anarquía, la rabia de un potro desbocado, con sus letras por bulerías, con lo que ella misma reconoce con sorna “mi repertorio”. Paseos por el escenario sin micrófono, traía locos a los de las luces, incluso al mismo guitarrista, Diego Amaya González, el cordobés criado en Jerez, que es su acompañante de cabecera, había momentos en que parecía perdido. Porque tiene mérito seguir al duende cuando sale. Hasta a los palmeros, grandes donde los haya, Rafael Junquera y Chícharo, que sustituye al malogrado Rafael el Eléctrico, fallecido ahora hace un año, tuvo que llamarles al orden la cantaora, porque no le tomaban la hechura en un momento loco.
Echamos en falta algún martinete, pero ya poco había que exprimirle a Aurora Vargas, que se entregó hasta más allá de lo exigible.
Ficha artística
Espectáculo: Recital de cante de Aurora Vargas ciclo: Jueves Flamencos /Sala Chicarreros/ de la Fundación Cajasol día 23/12/2014
Cante: Aurora Vargas
Guitarra: Diego Amaya
Palmas y compás: Manuel Pantoja “Chícharo” y Rafael Junquera
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