Qué Cai tiene solera no es menesté discutí que Cai tiene solera porqué es la mare del cante con Jeré de la Frontera
Revista La Flamenca: Revista nº 5 / año 2004 Julio Agosto, Jesús del Río Cumbrera, (Miembro numerario de la Cátedra de Flamencología de Jerez de la Frontera)
Así dice una letra popular que aún hoy en día los cantaores y las cantaoras expresan su sentir por el arte de la vieja Gades romana. La que alumbró aquellas "puellae gaditanae" o muchachas nacidas en el solar andaluz y que con su gracia y su contoneo bailaor, enamoraban a los patricios de la urbe, ya que con sus actitudes, atavíos, ritmos, o con sus instrumentos (los crótalos o castañuelas) harían que sus danzas, llevadas en triunfo a la metrópoli romana, seguramente presagiaban a las que siglos mas tarde serían, Pastora Imperio, Rosario la Mejorana, La Malena, La Macarrona o la eterna Carmen Amaya (entre otras muchas plenas de arte y jondura), la siempre Capitana de la soleá o las alegrías, del viejo tronco del Betis, así nace y se escribe la historia de este arte singular, que próximamente la UNESCO va a declarar Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
Cádiz, viejo tronco cantaor.-
Si nos remontamos en la historia, esta a finales del siglo XVIII nos facilita el nombre o más bien el apodo de El Planeta, -de quien desconocemos, nombre, apellidos y lugar real de nacimiento- solo sabemos que naciera probablemente en Cádiz en el barrio de Santa María viejo solar gitano de la Tacita de Plata, aunque poco tiempo después y dentro de ese mismo siglo se encuentra avecindado en Triana. Auténtico heraldo del arte gitano andaluz, (como lo denominaba el gran Antonio Mairena), el Planeta representa el más seguro punto de arranque para internarnos por la geografía humana y cantaora del añejo solar gaditano.
El cante de Cádiz salvo la malagueña de El Mellizo de entidad barroca y solemne y la patética soleá corta de Cádiz en la voz del patriarca gaditano por antonomasia Aurelio Selle o Aurelio de Cádiz, tiene como virtud general y fundamentalísima, cierto mecío de barca varada, que sirve para particularizar tanto las cantiñas como los tangos y para influir a todos los estilos un donaire específico, como corresponde a la salada claridad que cantó el poeta de la machadiana voz.
Y ese donaire al que hacemos referencia y que tanto se aprecia en los estilos festeros de la trimilenaria Gades, también está presente en los cantes básicamente dramáticos, caso de la siguiriya y la soleá, una cualidad que los buenos aficionados suelen apreciar en todo su valor, dimensiones e importancia, y que además impregna de estas mismas cualidades cantaoras a todo el litoral occidental de su atlántica bahía, caso del El Puerto de Santa María, San Fernando, Puerto Real o las poblaciones de Rota y Chipiona, donde los cantes y los bailes siguen la estela gaditana, como si se tratase de su propia solera flamenca.
El barrio de Santa María con su viejo Mataero, cuna de ilustres cantaores, y flamencas bailaoras de señorial estirpe.-
Si Cádiz tiene un barrio que se destaque por su propia indiosincracia en lo flamenco, sin lugar a dudas ese es el barrio Santa María, lugar donde se asentaron los calés gaditanos con posterioridad al asalto inglés de 1596, y donde se encontraba la Casa de Matanza y la primera plaza de toros con que contó la ciudad hacia el final del siglo XIX, levantada según los planos del ingeniero militar Juan Daura, e inaugurada por la reina Isabel II en su viaje a Andalucía en 1862.
Es en ese castizo barrio donde se va a gestar todo lo que el Cádiz flamenco, ha sido, es y será, un barrio de vieja y señorial prosapia, calés, hombres del toro como banderilleros, picaores, mozos de espá, auténtica solera flamenca, quienes formaban una verdadera familia, en la que matarifes y toreros, se mezclaban con cabales y aficionados quienes se reunían en la cercana tienda del Mataero, una vez vencida la tarde y a la luz de un farol de gas, acabada la faena y frente a la media limeta de manzanilla de Sanlucar o de vino fino de Chiclana, el viejo Mellizo, sus hijos Antonio o Enrique, sin olvidar a Ignacio Ezpeleta, Enrique Butrón o la familia Bonfante, María la Ñaña, tío Gaspar Fernández, Rosa la papera y su hija Perla de Cádiz, María la Morcillera, Mariquilla la del Bolo, Antonio el Flecha, tía Anica, Manuela la de Charol, el propio Charol puntillero de la plaza de toros, o el patriarca Aurelio de Cádiz, todos conforman ese maravilloso mosaico de arte flamenco ya desaparecido, como en una vieja foto en sepia, obtenida en uno de los retratistas al minuto con su caballo de cartón, en la plaza de San Juan de Dios, con Jesús Nazareno al fondo, señal indeleble de los flamencos gaditanos, presidiendo su taumatúrgica y sagrada imagen, el paso del tiempo de los cabales jondos de Cai.
La herencia flamenca al día de hoy.-
Evidentemente toda la herencia de que nos han dejado esas generaciones de flamencos de Cádiz continúa viva en nuestra ciudad. Las peñas flamencas Enrique el Mellizo, Juanito Villar y La Perla de Cádiz, son los auténticos guardianes de la pureza y jondura que la historia ha depositado en las manos de los aficionados actuales, así viejos cabales como tío Chele de Cádiz, (Jose Agudo Sampallo), tío Gineto, (Juan Jiménez Pérez), Loli Jiménez, Bohiga, Jesús Jiménez, Manuela Fernández, La Paquera de Cai, el Piti, y cantaores de la talla de Chano Lobato, Juan Villar Jiménez, Felipe Scapachini, Juan Silva, Joaquín Alegría, tocaores como Eugenio Salas Domínguez Niño de los Rizos, Joaquín Lineras Cortés, Niño la Leo, Santi de Cádiz, y las nuevas generaciones como Laura Fernández, Juan Villar junior, Luisa, Pili, Manuela y Queca Villar, David Palomar, todos ellos en el cante, más jóvenes tocaores y los nuevos valores en el baile como son: Juan y Pilar Ogalla, José María Castaño Mateos, Mawi, Charo Cruz entre otros, aseguran por mucho tiempo que Cádiz, continuará brindando su arte al mundo, haciendo realidad lo que siempre ha sido, cuna fundamental del arte flamenco.