La bailaora de Vélez-Málaga trajo a La Bienal de Flamenco un espectáculo interactivo de cuatro horas que se retransmitió en directo por streaming
Web Revista La Flamenca. Luis M. Pérez. Sevilla (Teatro Central) 2/10/2016. Archivo Fotográfico: La Bienal de Flamenco. Fotógrafo: Óscar Romero
Las dos salas del Teatro Central de Sevilla se unieron ayer en torno a un cuadrilátero a ras de suelo, de modo que la audiencia se distribuía en tres altas tribunas a su alrededor, dejando el cuarto lado libre para la entrada y salida de artistas y espectadores. A la entrada, con el programa de mano, se distribuye el manual de instrucciones, no crea usted que puede venir de casa solo con lo puesto.
Esto es un espectáculo libre, transgresor, experimental; innovador, creativo y rompedor, será por adjetivos…, no vaya usted luego a pensar que se le ha engañado. Se puede comer, y beber, puede usted salir y entrar cuantas veces quiera de la sala, no hace falta que espere a la finalización de ningún acto o número, simplemente se levanta usted y sale. Puede incluso echar una cabezadita, no pretendemos que se trague nadie las cuatro horas ¡sí, cuatro! que dura el espectáculo. Tenemos pantallas en el hall y en el ambigú, puede usted irse a casa y seguir la proyección por streaming y continuar chateando con Rocío Molina por Whatsapp.
Con esos cronómetros digitales dominando la escena desde sendas pantallas, y esas dos pedazos de ollas tamaño industrial a pie de escena, una docena de pares de zapatos de baile y un montón de ropa por el suelo, lo mínimo que debe de hacer uno es relajarse. Con más de veinte minutos de retraso, salen dos portentos del cante de atrás, José Ángel Carmona y Antonio Campos, y se enzarzan en un bello duelo por martinetes. Y sale Rocío la bailaora, vestida de bailaor. Baile de pies, baile serio por momentos, parece que va a romper las tablas del Central. Esto de improvisación tiene poco, aquí hay mucho trabajo detrás.
Y el baile deja paso al baile. Mientras que Rocío Molina (Vélez-Málaga, 1984) pone un puchero para doscientas personas, tres horas y media de cocción a fuego lento, la guitarra de Rafael Rodríguez “el Cabeza” invita a dos veteranos cantaores de Los Palacios a compartir silla y mesa en el centro de la escena. Nadie los presenta, pero son el Nene Escalera y, creo, José Sánchez “Itoli”, que imparten una lección magistral de cante por seguiriyas, fandangos del Gloria y cartagenera de Chacón mientras Rocío crece como una flor en lo alto de la mesa y enreda como la yedra en sus rancias gargantas.
No cabe aquí la discusión que siguen, acaloradamente, en el chat habilitado para la ocasión desde el celular de la malagueña. Que si el streaming falla más que una escopeta de feria, que si el puchero huele que alimenta. Sobre las tablas hay flamenco del bueno, y una bailaora con una técnica nunca antes vista. En lo que no vamos a entrar es en intentar descifrar el rollo conceptual. Prefiero contar cómo aún repiquetean sus puntas y sus tacones en ese teatro ya vacío, antes que elucubrar estérilmente sobre por qué a los premios nacionales de danza les gusta tanto bailar arrastrándose por el suelo, o poner cara de cansada, como de conejito al que se le han gastado las alcalinas.
No fue improvisación tampoco cuando se presentó como un ángel la esbelta figura de Dolores Montoya y entonó, con esa afinación insultante para el resto de los mortales, aquello de “Érase una vez una mariposa blanca”. Le cantó “la Lole” a la bailaora, que demostró que no solo tiene tren inferior, sino que sabe elevar los brazos despacito cuando le da la gana.
Con eso me quedo, que no es poco. Cuando llegó la improvisación de la mano de John Lennon, las guitarras eléctricas y el son jarocho mejicano, y las discusiones del chat sobre qué vergüenza, esto no es flamenco…, un servidor ya había hecho uso de la mejor regla del manual de instrucciones: la de que es un espectáculo libre y cada cual puede abandonar la sala cuando quiera. Había disfrutado de buen cante y mejor baile y, al fin y al cabo, a mí el puchero que me gusta es el de madre.
Ficha artística:
Espectáculo: Una improvisación de… Rocío Molina/La Bienal de Flamenco de Sevilla/ Lugar y fecha: Teatro Central 1/10/2016
Baile: Rocío Molina
Guitarra: Eduardo Trassierra, Rafael Rodríguez “el Cabeza” y José Acedo
Cante: José Ángel Carmona, Antonio Campos
Percusión y electrónica: Pablo Martín Jones
Compás: José Manuel Ramos “Oruco”
Piano: Pablo Suárez
Contrabajo: Pablo Martín Caminero
Artistas invitados: Dolores Montoya “Lole”, José Manuel Escalera “Nene Escalera”, José Sánchez Triguero “Itoli de Los Palacios”, Antonia Santiago Amador “La Chana”, etc.