Las citas importantes tienen que convocar a grandes nombres: esa es su virtud y su esclavitud. El flamenco es una expresión única permanentemente enfrentada con el número singular. Esta edición ha puesto el acento en la variedad, en la riqueza de un arte que se sigue resistiendo a los arquetipos simplificadores. En febrero pasaron por el Teatro Albéniz de Madrid grandes nombres de muy diferentes tendencias. Esto es lo que dio la semana grande del Festival.
Martes 15, DOS SIGLOS DE FLAMENCO EN TRES HORAS
I. "Clásicos de puro arte". José de la Tomasa, José Menese
II: "Flamenco contemporáneo". Chano Domínguez.
El cartel estaba construido sobre un peligroso giro de 180º entre primera y segunda parte, pero el resultado fue enriquecedor. La gracia de lo "inesperado" tuvo mucho que ver.
El de la Tomasa cumplió, pero sin llegar a las cotas de arte que este cantaor tiene. Ese fue el primer acontecimiento inesperado. Lo más destacado fue la soleá y la siguiriya, donde se fue templando, doliendo y donde logró momentos emocionantes en los que hay que resaltar la aportación de Manolo Franco. Aunque sólo en algunas ocasiones consiguió ese metal limpio y afilado con el que nos suele estremecer, sus modulaciones, su dominio y sus formas son argumentos suficientes para disfrutar sin demasiados reparos del arte de este maestro.
Los corrillos dudaban del momento del de la Puebla. Y ahí llegó la segunda "sorpresa" de la noche, porque Menese nos regaló un gran recital. Cante bravo, peleado en cada palmo, buscando sin tregua el sitio para cada tono. Desde el primer momento, Menese -con esa grandeza que otorga a su cante- se impuso. Cantó duro, llano y sentido. Un aficionado gritó "¡gracias, José!". La mayoría de los asistentes coincidimos con el aficionado. Enrique de Melchor acompañó a Menese con la maestría que le define.
Tras el descanso venía el reto: el giro de 180º. Chano Domínguez es uno de los músicos más relevantes que tiene este país. Que el flamenco sea una de sus referencias creativas es un privilegio para nuestro arte. Desde los primeros compases, Chano fue sumergiendo al público en un clima musical tremendamente rico. Con una banda excepcional (donde hay que destacar la flamenquería de Tomasito), Chano supo llevarnos de la delicadeza al arrebato. Al final, Chano Domínguez arrancó los aplausos más cálidos. Unos esperábamos a un José de la Tomasa mejor. Otros esperaban a un Menese peor. Y la mayoría no esperábamos que lo más vibrante de la noche lo iba a traer Chano Domínguez. Es la gracia de lo inesperado. Y en el poso de la noche quedaba la sensación de haber recorrido en tres horas una distancia de siglos.
Miércoles 16, LA EMOTIVIDAD CRECIENTE
I. "El sentir más jondo". Salmonete, Rancapino
II. Entrega del Galardón Calle de Alcalá a Mario Maya y Pilar López.
"Mis recuerdos". El Güito.
Salmonete y Rancapino serían el preámbulo de la noche cumbre del festival. Son dos cantaores con emotividad interpretativa, aunque sus actuaciones no llegaron a cuajarla del todo. Salmonete estuvo más potente que cálido, y a Rancapino le sobró calidez y le faltó voz. Aún así, ambos fueron calentando el ambiente, sobre todo el segundo, con su manera de pelearse con el cante y, desde luego, con su forma de decirlo.
La emotividad alcanzó el clímax en la entrega del Galardón Calle de Alcalá a Mario Maya y, sobre todo, con el Galardón de Honor a Pilar López. La maestra de maestros estuvo acompañada por Mario Maya, por El Güito y por su otro "niño", Antonio Gades. Así, al menos, lo sintió ella y, por extensión, todos los presentes, sabedores de la enorme importancia de esa escuela y conocedores de los kilos de arte que ha fraguado.
Tras las reflexiones de Mario Maya sobre el baile de nuestros días, El Gúito representó algunos números del homenaje que este artista madrileño tiene tributado a su maestra Pilar López, y donde, como siempre, brilló por farruca y soleá. Al final, una noche de emotividad que fue de menos a más.
Jueves 17, SIN LOCALIDADES PARA LA RUTINA
I. "De voz de madera" Carmen Linares
II. "La Edad de Oro". Israel Galván
Carmen Linares. La madera de su voz parece extraída del mismísimo árbol genealógico del flamenco, porque ha moldeado prácticamente todos los palos de sus ramas. Así ocurrió esa noche, en la que encontramos, por ejemplo, la creación del maestro Ojana, tarantas, siguiriyas con sabor añejo, cabales de Silverio, etc. Lejos de acomodarse, Carmen Linares sigue dando satisfacciones a los aficionaos que buscan algo más que el sota, caballo y rey. Y por si fuera poco, Carmen busca la originalidad y sabe aplicarla (que ese es otro cantar). Originalidad en la que tuvo mucho que ver ese excepcional guitarrista y compositor que es Juan Carlos Romero.
Otra forma de combatir la rutina es la ruptura. Israel Galván tiene un discurso basado en la descomposición de las querencias. En "La Edad de Oro", así se denomina su propuesta, el cante es ciertamente protagonista. Por su parte, el bailaor parece explorar cada momento de cante, diseccionando cada tercio para darle una plasticidad personalísima cuya escritura, cuyo texto expresivo, parte de la desestructuración Ninguna de las piezas que nos presentó siguió la lógica del montaje tradicional del baile flamenco. Israel Galván va directo al diálogo intenso con el cante. Roto el esquema, rota la inercia, puede ocurrir de todo. A todo esto, Israel Galván crea su propio personaje: sobrio, lleno de diálogo interior y que sigue actuando cuando no baila, revelando auténtico respeto ante la grandeza del cante de la edad de oro. Grandeza que puso Fernando Terremoto, soberbio en todo, perfectamente acompañado por Alfredo Lagos. En definitiva, Israel Galván presentó un discurso enfrentadísimo con la indiferencia. La revisión constante de Carmen Linares y la exploración personal de Israel Galván no dejaron sitio a la rutina.
Viernes 18, MORENTE ADRIÁ
"La belleza de la creación". Enrique Morente
El mundo del flamenco es sumamente estrecho para unos y lleno de amplias posibilidades para otros. Morente es de los segundos y así, donde otros ven una meta, el granadino adivina un punto de partida. Esa, más o menos, es la base de la creatividad. Comenzó el recital como suele acabarse: por bulerías. Lo terminó con lo que la costumbre habría aconsejado como inicio: por tonás. Con una puesta en escena que subrayaba el modo vivencial del flamenco, Morente dio un extenso recital en el que se sintió muy a gusto y donde alcanzó sus más altas cotas de jondura por soleá y por siguiriya
También planteó el granadino un emocionante recorrido por levante: taranta, malagueña, abandonaos, cartagenera, etc. Como hilo conductor estaba el juego rítmico, marcando sutilmente los estilos más libres y difuminando el compás en los más rítmicos. El resultado fue de gran belleza. Morente tiene una fórmula magistral compuesta de sabiduría y creatividad. Su obra posee una gran elaboración intelectual basada en el análisis formal y en la exploración. Cualquier elemento se convierte en materia expresiva. Hoy, a Ferrán Adriá se le puede encargar un cocido y seguro que lo borda, pero su fortaleza se encuentra más en las gelatinas calientes. A Morente, hay que medirle hoy por su capacidad de crear archivos nuevos. Y la creatividad es el reto más difícil del arte.
Sábado 19, JUEGO DE OPUESTOS EN LA FRONTERA
I. "Voz y marfil" Dorantes y esperanza Fernández
II "Al mariyya". Tomatito
Desde el epicentro del flamenco, Dorantes, Esperanza Fernández y Tomatito construyeron anoche una extraña polaridad. A un lado la suavidad de formas de los sevillanos. Al otro el lenguaje agresivo del almeriense. Los primeros se escoraban del flamenco para introducirnos en espacios poéticos sugerentes. Tomatito organizó una excursión a las puertas de un jazz vibrante.
La sensibilidad en los dedos de David Peña "Dorantes" acarició en todo momento la voz de Esperanza Fernández. Los dos artistas se conocen muy bien. Asimismo hubo sitio para el piano sin voz, y ahí Dorantes dejó más que patente su dimensión musical: las notas de su piano se iban deslizando hacia las profundidades del alma. Un prodigio de belleza y jondura. Pero los momentos más intensos se vivieron con la soleá y con las bulerías finales: unidos por el aire de Lebrija que ambos comparten, el binomio brindó los instantes más cálidos de su actuación.
En el polo opuesto se encuentra la guitarra de Tomatito. El de Almería se ha construido un estilo fundamentado en el nervio. Comenzó algo tenso. Cuando se relajó fue todo más rodado. Con el público ganado fue adentrándose en otros terrenos, alternando su flamenquería con pasajes en los que los códigos tienden a confundirse con el jazz, sobre todo el los estilos rítmicos. Digno de destacar es su grupo, una formación de lujo.
Sensaciones opuestas, por tanto, en la clausura del XIII Festival Caja Madrid. De la suavidad y la dulzura de Dorantes y Esperanza, a las aristas agresivas de la guitarra de Tomatito. En los dos casos estuvimos pisando la frontera.
Texto: Manuel Moraga - Fotos: Paco Manzano