Es la cita flamenca más importante que se programa en Madrid. Durante dos semanas podemos asistir a una intensa sucesión de conferencias y recitales que intentan ser un reflejo de las diferentes corrientes estéticas que afortunadamente tiene este arte. El protagonista absoluto ha sido el cante. Baile y guitarra tuvieron su representación, pero más residual, ya que de las diez actuaciones del Teatro Albéniz, sólo una estuvo dedicada a la guitarra y otra al baile. Además, el clásico Galardón Calle de Alcalá recayó este año sobre Chano Lobato.
La apuesta fuerte del festival llegó la segunda semana y se desarrolló en el Teatro Albéniz. Manolo Sanlúcar fue el encargado de llevar la guitarra en concierto a la programación. Desde luego, no fue su mejor noche. Unos meses atrás le habíamos visto magistral en Fuenlabrada, pero esta vez le faltaba a su música el brillo, la limpieza y la luminosidad acostumbrada. Al parecer, existía cierto malestar entre los músicos y el maestro. En el arte en general, y el flamenco en particular, este tipo de atmósferas se transmiten inmediatamente a la obra y, por tanto, al público. En cuanto al repertorio, ya sabemos que Manolo Sanlúcar está comprometido con el sentimiento. Esa permeabilidad entre sentimiento y obra es seguramente parte de la verdad del arte. Verdad que el maestro reclama y se exige a sí mismo porque "si para algunos el flamenco es un divertimento, para mí es una esencia vital". Junto a piezas más tradicionales en su repertorio, el maestro quiso mostrar su búsqueda de nuevas expresiones en las que intenta encontrar vivencias y sentimientos no expresados hasta ahora por el flamenco.
En tiempo real
Esa misma noche, e inaugurando el Festival, cantó Miguel Poveda con la guitarra de Chicuelo. Con Poveda tenemos el lujo de ir siguiendo en tiempo real la progresión de un cantaor que dejará, sin lugar a duda, huella en la historia del flamenco. Diseña con ritmo y equilibrio, y cada uno de los cantes que integran una pieza está sabiamente escogido, encajado e interpretado. Si el trabajo melódico venía siendo la piedra angular de su cimiento cantaor, ahora le vemos explorando otros recursos expresivos como la intención de los cantes. En determinados pasajes Poveda vuelca el corazón y se derrama en el sentimiento último que genera el cante. Es en esos matices interpretativos donde suele habitar el pellizco, cualidad que hasta ahora, todo hay que decirlo, no ha sido el punto fuerte de este cantaor.
Generaciones de baile
El baile tuvo su sitio la cuarta noche y estuvo representado por la Compañía de Antonio el Pipa, que lució en Madrid "De Tablao", espectáculo en el que se nos ofrece una versión teatral de lo que puede ser una noche en este tipo de establecimientos flamencos. Es un montaje sencillo, sin más pretensiones que mostrar en una sucesión de escenas a los artistas de la compañía interpretando diversos estilos. Envuelto en una estética sugerente y llena de color, la obra comienza con una presentación por bulerías de la compañía, donde se da cabida a toda una generación flamenca: desde las mujeres más veteranas, al más jovencito -Cristian-, un niño cuyo baile por bulerías al final del espectáculo fue uno de los pasajes más brillantes de la noche. Y como un tablao tiene vida propia, El Pipa nos hace ser testigos de detalles socarrones, como el guiño que se hace a las rencillas que pueden existir entre el cuerpo de baile. Pequeñas tramas que ayudan al discurrir de un relato en el que lo de menos es la historia y lo que realmente destaca es el talento de los artistas, incluida la cantaora gaditana Mariana Cornejo.
Creación y maestría
Morente puso el acento más creativo. El granadino otorga a cada pieza una envoltura especial. No da puntada sin hilo y, por ejemplo, es una delicia ver en la soleá el aire reiterativo y añejo buscado en la guitarra de Niño Josele, contrastando perfectamente con la modernidad y la originalidad de su cante. Morente se fue calentando y llegó a estar tan a gusto que no se percató de que había terminado el repertorio previsto. Se quedó sentado en la silla hasta que Niño Josele le advirtió de la situación y entonces el maestro se limitó a decir "Bueno, ya está. Otro día cantamos más". Merece la pena destacar también el momento en que Bandolero tenía problemas con alguno de los múltiples instrumentos de percusión que le rodeaban y Morente le espeta "¿Qué buscas? ¿El martillo? ¡Pa los fandangos de Huelva no hace falta!" Por lo demás, hay que resaltar la magnífica tanda de seguiriyas que se marcó. Toda una lección de cante. Eso sí, el programa anunciaba la presentación de su último disco "Morente sueña la Alhambra", pero no cantó ni una sola de las piezas del álbum. No sabemos si se debió a la peculiar personalidad del maestro o si fue un malentendido en el diseño del programa, pero este tipo de anécdotas no dicen nada a favor del flamenco. Bien al contrario, es una falta de respeto al público, por muy admirador que sea de un artista. Si esto mismo sucediera en la ópera, por ejemplo, sería un auténtico escándalo.
Dibujos en el aire
"Voces de ensueño" era el lema del último día. Salomé Pavón fue la encargada de abrir la noche. Desciende de dos de las más importantes dinastías flamencas: los Pavón y los Caracol. Ahora bien, no se sabe es si esa circunstancia la empuja o la arrastra. Salomé Pavón arriesgó demasiado: las cotas del cante profesional están hoy muy altas. No obstante, el público aplaudió su tesón. Arcángel fue el artista que más se extendió en su repertorio. Confesó estar a gusto. La textura de su voz es alta y se mantiene ahí con aparente facilidad logrando en esos tonos una gran variedad de matices. Estuvo en todo momento muy bien arropado por la guitarra de Miguel Ángel Cortés. Cerró una Mayte Martín bastante acatarrada, pero cumplidora. Quizás no pudo esforzarse lo que es habitual en ella, pero siempre suenan a gloria su vidalita, sus malagueñas rematadas por abandolaos, la seguiriya, el garrotín o la guajira. Su cante desprende jondura, dulzura, candor. Ante los aplausos del público el bis fue la canción por bulerías "Ten cuidao", un clásico que ya inmortalizara Fernanda de Utrera y que Mayte grabó también en su disco Querencia.
De Jerez a Sevilla
Hemos dejado para el final la gran noche del Festival, es decir, la que alberga la entrega del Galardón Calle de Alcalá, que este año ha sido concedido a Chano Lobato. El cartel respondía al lema "Triángulo mágico", de modo que junto al gaditano estaban las escuelas de Jerez, con La Macanita, y de Sevilla, siendo Calixto Sánchez su representante. Macanita cantó con verdad, con madera, peleando palmo a palmo, cante del que duele. Hay que destacar el acompañamiento del jerezano Juan Diego, un guitarrista que ha logrado dar al sello de su tierra un toque de exquisita sensibilidad. Mantiene el carácter y la profundidad de la guitarra jerezana, pero le añade un bonito punto de dulzura. Tras las bulerías de La Macanita, Calixto Sánchez aparece por martinete. Un frenazo para cambiar de tercio y asistir a la sobriedad barroca que caracteriza al de Mairena. Sobriedad porque su forma de compartir el flamenco es casi litúrgica, ceremonial. Barroca porque sus facultades le permiten alargar y explorar los tercios casi hasta el infinito.
...Y Chano
Pero un rato antes, Félix Grande (miembro del jurado que otorga el Galardón Calle de Alcalá, junto a Ángel Álvarez Caballero, José María Velázquez Gaztelu y José Manuel Caballero Bonald) abría la velada hablando de Chano Lobato y destacando de él que llevaba sesenta y cinco años haciendo feliz a la gente. Gran de este tiempo lo pasó en la capital "Vine a Madrid para tres días y me quedé treinta años", dijo Chano al recibir el Galardón. Siendo uno de los últimos eslabones en la transmisión de la escuela gaditana, Chano Lobato es hoy un cantaor de culto. No sólo arrastra a los aficionados más experimentados, sino que convoca también a curiosos y a jóvenes que realizan sus primeros acercamientos al flamenco. Verle lo más frecuentemente posible es un buen ejercicio flamenco porque, aun mermado de facultades y teniendo sus actuaciones unos esquemas más o menos definidos, Chano siempre es diferente. Lo extenso del programa obligó a la brevedad, de modo que se limitó al cante -se echaron de menos sus chistes, sus chascarrillos- donde siempre es un disfrute escuchar sus alegrías, su soleá o esas bulerías en las que mete abandolaos, cartageneras, fandangos y lo que haga falta. Esas pataítas finales por rumba, con esa fragilidad, con ese arte, con esa gracia, hacen que surja en el público un enorme sentimiento de admiración y de cariño hacia el cantaor. Le acompañó con mucho respeto Pepe Habichuela.
Tradición, creatividad, diversidad... Una vez más Madrid tuvo la oportunidad de disfrutar con una buena selección de las figuras más importantes del flamenco de nuestro tiempo. Las entradas se agotaron todos los días. Buena señal.
Texto: Manuel Moraga. / Fotos: Rafael Manjavacas.