“LA METAMORFOSIS DE ROSARIO”
“Fuego en tus ojos”
Judevelo.- 6/3/2011, 21 H.
Teatro Villamarta
Baile e idea original: Rosario Toledo
Artista invitado: Joaquín Grilo
Cante y adaptación de letras: Juan José Amador, José Valencia
Guitarras y composición músical: Alfredo Lagos, Miguel Iglesias, Daniel Méndez, Keko Baldomero.
Palmas: Bobote
Coreografía y puesta en escena: Rosario Toledo y Marco de Ana
Audiovisuales: Félix Vázquez
La propuesta con la que Rosario Toledo se presentaba por primera vez en solitario en la tablas del Villamarta fue compleja, arriesgada y un punto desconcertante. La bailaora gaditana se rodeó de un atrás de lujo y de cuatro guitarras singulares que la han acompañado en diferentes momentos de su discurrir artístico para desarrollar una obra de inspiración clásica, en torno a los cuatro elementos –aire, tierra, agua, fuego- que, lejos de ofrecer un resultado previsible, nos trastocó e inquietó. En un ejercicio de mutación artística Rosario se guardó el baile al que nos tenía acostumbrados para ofrecernos una deconstrucción de su danza que supone un verdadero salto al vacío sin red, un ejercicio catártico del que la gaditana sale expiada, reinventada.
Esta catarsis tuvo también una dimensión colectiva pues Rosario logró suscitar con su baile la compasión, el temor, el horror y la inquietud que encierran las buenas tragedias. Su baile fue serpenteante, reptil, anguloso, cubista, camaleónico, andrógino, inquietante, tétrico, punzante y hasta paródico en determinados pasajes… Viuda negra postmoderna en las seguiriyas de fuego y magma que le brindó Miguel Iglesias, Rosario se abrazaba, al son de las acuosas cantiñas de Baldomero, a su bata de cola azul verdosa con la misma angustia y ansia con la que el personaje del “Grito” de Munch asía su rostro. En la soleá de Dani Méndez fue quizás donde la gaditana pareció encontrar el mejor equilibrio entre mensaje y forma, entre baile flamenco y experimentación. El taranto que Alfredo Lagos sacó de las profundidades del averno hizo después que la bailaora se mezclara con el terruño, se hiciera terrena y subterránea para encontrarse, levemente siquiera, con su baile habitual en las bulerías que se marcó con Joaquín Grilo acompañados ambos por las cuatro guitarras. El baile juguetón, travieso, desmayado que Joaquín Grilo desplejó sobre el cante de José Valencia sirvió como contrapunto al dramatismo reinante en toda la obra.