Gala de entrega de premios. El maestro Fosforito, Presidente de Honor del Jurado: Gracias por apoyar al flamenco, que tan falto está de afectos.
Revista La Flamenca. Luis Pérez. Córdoba. 29/11/2022 ©CNAF
Por edad, y por circunstancias, no pude ser testigo de los años de gloria del Concurso Nacional de Cante Jondo. Así se llamó la competición cordobesa desde su nacimiento en 1956 hasta su cuarta edición en 1965. El heredero del homónimo concurso celebrado en Granada en 1922, de cuyo centenario se acuerda la edición de este año, se convirtió en Concurso Nacional de Arte Flamenco para darle su sitio a las otras disciplinas comprendidas en dicho arte. A saber, el baile y la guitarra. Tampoco tuve la oportunidad de disfrutar de aquellos años en que las grandes figuras del flamenco competían entre ellos, en un intercambio fructífero de prestigio con el Concurso, que beneficiaba, en continua retroalimentación, a todas las partes. La Perla de Cádiz, Fosforito, María Vargas, Fernanda de Utrera, Juan Talega, Beni de Cádiz, Juan Peña el Lebrijano, José Menese. Son solo una pequeña muestra de los nombres que, año tras año, concursaban en la ciudad califal. Pues fíjate tú, que muchísimas veces los premios quedaban desiertos.
Traigo esto a colación al hilo de la polémica que ha surgido en las redes sociales por haber tenido el jurado la osadía de declarar desierto el premio en la modalidad de guitarra. La solvencia del jurado está fuera de toda duda: David Pino, Olga Pericet, Gerardo Núñez… Ya ocurrió lo mismo recientemente en La Unión, y por varias veces. No hay nivel. Pues si no hay nivel, habrá que esperar a que lo haya. En una época en que la reputación de los concursos está en entredicho, cualquier gesto por revalorizar su prestigio es poco. Te digo más. Que a veces da la impresión de que se le da el premio al menos malo. El flamenco tiene sus fortalezas, pero también sus debilidades. Una de ellas es la falta de afición, que no consigue llenar los teatros en la mayoría de los festivales. Y la otra, íntimamente relacionada, la falta de nivel.
El que sí da prestigio a toda reunión a donde acuda es Antonio Fernández Díaz, Fosforito. A sus noventa años, y con una mano rota en cabestrillo, se presentó el pasado sábado en el Gran Teatro de Córdoba para recibir el inmenso cariño de los aficionados. Bueno, y para recoger la distinción que lo nombra Presidente de Honor del Jurado del Concurso Nacional de Arte Flamenco. Con palabras nacidas del corazón, agradeció la inmensa ovación del respetable y felicitó a los ganadores y a los finalistas. “Gracias por estar ahí, con vuestra presencia estáis apoyando al flamenco, que tan falto está de afectos”. Y haciendo gala de una memoria prodigiosa, hizo apología del cante jondo en palabras de Federico García Lorca.
Antes, había abierto el jamón el alcalde de la ciudad, José María Bellido, señalando que “el flamenco es patrimonio de nuestra tierra, y de toda la Humanidad. Nos proyecta en el mundo, muestra nuestra identidad, nuestras raíces. El Concurso Nacional de Arte Flamenco vuelve a reivindicar el apego de Córdoba a esta creación artística. Y Córdoba vuelve a ser el epicentro del mundo flamenco. Por derecho propio, por presente y por historia”.
Otras personalidades que se dieron cita en el escenario a la hora de entregar los premios, diplomas y cordobanes fueron el Delegado del Gobierno de la Junta de Andalucía, Adolfo Molina. Marian Aguilar, presidenta del Instituto Municipal de Artes Escénicas IMAE Gran Teatro. Y el director del Instituto Andaluz del Flamenco, Cristóbal Ortega.
Pudiéramos decir que al acto de entrega de los diplomas a los finalistas les faltó un poquito de ritmo. Por dejarlo ahí. Acudieron a recogerlos, por la modalidad de baile, Lucía Fernández González (Lucía La Bronce), María del Carmen Rivas Aranda (Carmen la Talegona) e Irene Rueda Muñoz (Irene Rueda). Por el cante, Lucía Beltrán Sedano (Lucía Beltrán) y Rocío Crespillo Luna (Rocío Luna). Y tres de los cuatro finalistas de la guitarra: Alba Espert Ruiz (Alba Espert), Martín Fayos Limón (Niño Martín) y Alfonso Moreno Linares (Alfonso Linares). El guitarrista Daniel Mejías y el cantaor Juan de Mairena no acudieron a recoger sus diplomas.
Ohú, chiquillo, menos mal que empieza ya el baile. Y qué baile. Qué gustazo para los sentidos. Juan Tomás de la Molía, Premio Nacional de Baile, veintidós años. De Cádiz, le dice el presentador. Alto ahí. De Trebujena, contesta él, orgulloso de su tierra. Que por qué te llaman así. Porque mi abuela era Juana la Molía, y yo, pues Juan Tomás de la Molía. Pa qué más. Molío me dejaste el corazón con tu baile por soleá. Mira, un bailaor vestido de bailaor. Qué rareza en estos tiempos. Un bailaor que baila por derecho. Otra rareza.
Vestido de corto, pantalón negro de talle alto. La figura perfecta, rebosante de lozanía y juventud. La mano izquierda plancha la chaquetilla corta, la derecha completa la estampa sobre el chaleco blanco de abotonadura negra. Escuela clásica de sevillanas maneras, se nota la mano de José Galván, de Manolo Marín, de Farruquito. Elegancia y equilibrio sin ninguna concesión al aplauso fácil. Mas el semblante y la cabeza son gaditanos. La gracia y el salero, la chulería, el descaro, la sonrisa presta. Eso es de Cádiz, niño. Rodeado de un elenco impecable, con algunos habituales en la compañía de Mercedes de Córdoba, cerró la noche por tangos, demostrando un dominio asombroso de la escena, dejando al personal boquiabierto, en pie y con las manos rotas. Hasta para irse ha tenido arte.
Rafa del Calli salió resuelto a defender su Premio Nacional de Cante. Cantaor de la tierra, a sus veintinueve años lleva un saco de tablas a sus espaldas. Es hijo del cantaor José Antonio Plantón Moreno, El Calli, que fue finalista en su día de este mismo concurso, y ha fallecido recientemente. “El concurso nos debía una a la familia”, dijo el cantaor al recibir su galardón de manos de David Pino, catedrático en la especialidad de Cante Flamenco del Conservatorio Superior de Música de Córdoba, y director de la Cátedra de Flamencología de la Universidad de Córdoba.
No sabemos qué cantes llevó Rafa a la final y las eliminatorias. Probablemente para no repetir, nos dejó sin comprobar hasta dónde puede llegar cantando por to lo jondo. Eligió un repertorio que a más de uno le pudo torcer el gesto. Malagueña de la Peñaranda, el verdial aquel de Con lo que tú a mí me has hecho, grabado por José Monje, y el fandango de Cayetano Muriel pasado de revoluciones hasta llevarlo a territorios más propios del cante para el baile. Dio un repaso solvente al catálogo de las cantiñas, desde el puñal dorado de Carmen Linares a las alegrías de Córdoba. Y buscó en el campo de la emoción una taranta con letra original dedicada a su padre:
Ay, le pedí a Dios llorando,
ay, que me salvara a mi pare,
con muchas fatiguitas le pedí a Dios llorando,
y al final se lo llevó
y no le pude dar ni un besico ni un abrazo,
y ahora qué solico me encuentro yo.
A partir de ahí su recital fue a más, partiendo de unos tangos de la Marelu, también dedicados a su progenitor. Demostró un dominio notable de los tangos extremeños, abusando tal vez de influencia camaronera, más bien en las letras que en las formas. Con ellos enfiló la recta final, donde echó mano del Romance del Conde Flores, en los que brilló especialmente. Y el lema final, como anillo al dedo, para lo que nos ocupa:
Ay, el flamenco,
que no se pierda,
hay que cuidarlo,
que es nuestra herencia.
Son las costumbres
de nuestro pueblo,
puro, errante y canastero.
Ficha artística:
Ciclo: XXIII Concurso Nacional de Arte Flamenco
Espectáculo: Gala de entrega de premios
Lugar y fecha: Gran Teatro de Córdoba, 26/11/2022
Primera y tercera parte: Premio Nacional de Baile
Baile: Juan Tomás de la Molía.
Cante: Jesús Corbacho & Manuel de la Nina.
Guitarra: Juan Campallo.
Palmas: José Manuel el Oruco.
Segunda parte: Premio Nacional de Cante
Cante: Rafa del Calli.
Guitarra: Luis Medina.
Palmas: Alberto Rodríguez & Richard Gutiérrez.
Presentador: Alfredo Asensi