Coincidiendo con el XXXIII Congreso Internacional del Arte Flamenco, se celebró esta edición del Festival de Mairena del Alcor. Esa coincidencia no fue la única, puesto que, por el 4 de septiembre de 2004 ya había comenzado la Bienal de Sevilla, y lo que es más importante, servía de eficaz recordatorio del XX aniversario del fallecimiento de Antonio Cruz García, el maestro de los Alcores. Unas dos mil personas se acercaron a Mairena para asistir a uno de los festivales más importantes que contaba con un cartel bastantes atractivo cuanto cuajado de figuras de renombre.
El primero en salir a las tablas, con una puntualidad británica: a las 23.00 en puntísimo, fue Antonio Ortega con la guitarra de Niño Elías. Desde el comienzo quiso rendir homenaje al maestro, intentando conectar con el legado de aquel aún quedándose demasiadas veces en la forma y no en el fondo. Su repertorio estuvo compuesto por marianas, bulerías por soleá y siguiriyas.
La sevillana Aurora Vargas puso el contrapunto festero de una noche que prometía seria por tanto recordatorio. Se mostró tal cual nos tiene acostumbrados, esto es con garra y flamenquería, en alegrías, tientos - tangos y bulerías. Le acompañó Diego Amaya y palmas jerezanas.
José Menese Scott estuvo muy inspirado, sobre todo en la siguiriya, y más en concreto en una variedad de los Puertos (leáse Loco Mateo) a la que sacó gran partido. Con respeto al repertorio de los demás, y echando en falta a "Manolito Mairena", mostró una gran redondez y maestría en peteneras, soleá, toná - liviana y siguiriyas. Antonio Carrión le llevó por la senda del buen hacer.
El descanso sirvió para que el compañero Manuel Martín Martín glosara la figura de Antonio y su significación en la historia del género jondo, que no es poca, vital si me apuran.
Tras sus brillantes palabras, Antonio el Pipa abrió con el baile la segunda parte del Festival de los festivales. Seleccinó las alegría y bulerías donde dio buenas muestras de la tradición gestual jerezana, a lo que contribuyó en un alto porcentaje la voz negra y jondísima de su tía Juana Fernández de los Reyes "la del Pipa".
Aún quedaba mucho por escuchar. Desde Aznalcollar llegó El Cabrero para demostrar su carisma ante el público pero su falta de criterio para saber donde dar de pastar a su ganado del cante. Perdido en la soleá y la siguiriya, se entonó algo en sus lindes del fandango contestatario, la malagueña y el cuplé por bulerías. Manuel de Palma lo llevó ligero.
Mucho más pausado y en su cabal sitio de entender esto llegó Calixto Sánchez a su Mairena natal. Preocupado ante todo por la estética de la buena sonoridad de los cantes estuvo en su línea. Esto es con fundamentos. Malagueñas, tientos - tangos, alegrías y fandangos compusieron su corolario de cantes junto a la excepcional guitarra de Manolo Franco.
Aunque ya no es una figura usual en los festivales veraniegos, José Mercé se mostró ilusionado por la convocatoria que dedicó al maestro Antonio que estás en los cielos... El artista jerezano ha ganado peso en la voz y en sus propuestas clásicas que son las que suele sacar en estos tipos de convocatorias. Comenzó diciendo la malagueña mellicera, para adentrarse en una trágica siguiriya en la que las formas del Marruro son reelaboradas desde una perspectiva veraz y rotunda. Alegrías y bulerías cerraron una lúcida actuación que tuvo a Moraíto como fiel aliado.
La tradicional ronda por martinetes y tonás, cercano el horario a las 5.30 de la mañana, cerraron este Festival que tuvo en el silencio, respeto y atención del público uno de sus más destacados valores.
Texto: José María Castaño.