La Quinta Llave del Cante, que prepara un documental sobre sus letras y cantes con su hijo Alejandro, exige ayuda inmediata para todo el colectivo que “está viviendo una tragedia” por la pandemia del coronavirus.
Revista La Flamenca. Xavier Grau. 1/5/2020
Desde el otro lado del hilo telefónico, la voz de leyenda de Antonio Fernández Díaz, Fosforito, llega fresca, precisa, elegante, con un brillo de elogio para quien va camino de cumplir los 88 en agosto.
Don Antonio...
Dígame.
Maestro...
Sí, dígame...
Gracias por atender esta entrevista.
Yo lo que quiero es que se sepa que la situación del Flamenco es desastrosa, dramática, que los flamencos no tienen foro de presión para defenderse y las Instituciones tienen que salir en su socorro de inmediato porque el artista no tiene más que su cante, su baile y su guitarra.
Recorta el Maestro todo prolegómeno. Toda previa. Está al quite. Atentísimo al momento, preocupado. A la vez enérgico, activo, informado y motivado para ofrecerse “dentro de mis posibilidades” a ayudar en lo que sea para dar un toque de atención en ayuda del arte.
Reivindicativo. Siempre elegante en el tono, sobrio, pedagógico. No abandona esa lucha vital por la dignificación del arte flamenco que ha sido su carrera desde la consagración en el Concurso Nacional de Cante Jondo en la Córdoba del 56. La leyenda cruje el verbo: “a quién corresponda”, dice.
“Yo sé lo que es pasar hambre, lo que es pasar fatiga y viajar de feria en feria escondiéndome de los revisores” recuerda de su ayer para exigir hoy apoyo de emergencia al todo el sector artístico que la pandemia de coronavirus ha congelado. “Y todavía recuerdo -relata con detalle- cuando con 12 años me tuvieron quince días preso en el Puerto de Santa María por ir sin documentos, que no existían, y no le gusté al policía que me vio bajar del tren. Allí me tuvieron hasta que dos semanas después se acordaron de mí y, con un bofetón y un tirón de orejas, me dejaron marchar”.
“LOS ARTISTAS VIVEN EN UNA PRECARIEDAD EXTREMA Y NO PODRÁN AGUANTAR MUCHO MÁS CON TODO CERRADO”
Su intervención en este especial de la Revista La Flamenca sobre el impacto de la crisis del covid-19 en el mundo flamenco es una nueva declaración de amor y compromiso con el este arte y con sus compañeros.
Hijo y nieto de cantaores en una familia de ocho hermanos, primo de guitarristas y bailaoras, el dolor de esta quiebra mundial le conmueve. No se muestra aturdido. Exige acción: “Reclamo ayuda urgente para los artistas, los tablaos, los teatros... pagas mínimas de supervivencia para todos los artistas, estos hombres y mujeres que viven en una precariedad extrema y no podrán aguantar mucho más con todo cerrado”.
Insiste sólidamente en mantener la reivindicación en defensa de todo el colectivo hundido en la dificultad histórica y la actual, más coyuntural e igualmente perversa. “Los flamencos somos un colectivo apolítico, gente discreta, no de barullo, no de manifestaciones, no de rebelarnos porque sólo traemos alegría y padecemos en silencio”, razona desde el confinamiento en su domicilio malagueño donde vive junto a su mujer, Maribel.
“UNO MI DOLOROSO GRITO EN FAVOR DE TODOS LOS FLAMENCOS DE TODA ESPAÑA QUE ESTÁN VIVIENDO UNA TRAGEDIA”
“Quitando a una decena de artistas y figuras, que las ha habido siempre -expone- los flamencos viven al día con lo poco que ganan y este ‘veneno’ que ha venido nos cierra tablaos, bares, escenarios y academias condenando a la miseria a todo el mundo”.
“Me llena de pena este drama y yo uno mi doloroso grito en favor de todos los flamencos de Sevilla, de Madrid, de Barcelona... de toda España que están viviendo una tragedia”, lamenta con fuerza y pide atención para las iniciativas de lucha como las de Cristina Hoyos o Eva Yerbabuena.
Sin dudar, arranca su primer paso al frente. “Me ofrezco y estoy abierto a ayudar en lo que sea para rescatar este Patrimonio de la Humanidad que es nuestro Flamenco del abismo”, avanza este veteranísimo que sabe de la dureza de la vida del artista.
“Yo sé lo que es no tener nada”, lamenta El Maestro al recordar esa guerra española que le pilló con cuatro años. Tiene muy presentes sus primeros pasos como pequeño artista y guarda todavía algún cartel del 45 del siglo pasado donde aparece anunciado en Ronda como Antonio de Puente Genil.
“LA HETERODOXIA NO ES NINGÚN DELITO, SÓLO HAY QUE DARLE TIEMPO A LA JUVENTUD”
Esta pandemia ha pillado al Maestro reordenando sus archivos y revisando sus muchas letras compuestas para darle forma en un documental que prepara su hijo Alejandro. Él, que mayoritariamente cantó la palabra de Antonio Murciano, el poeta de Arcos, reúne y da en estas semanas una visión global a esas composiciones que en su día regaló a Valderrama, a Carmen Linares o a Chiquetete. Incluso a Pepe Pinto le cedió una saeta.
Sigue activo, haciendo sus ejercicios confinado con la bicicleta estática de su casa. Mantiene el cuerpo en forma. La mente también, leyendo a Khalil Gibran y a Tagore, releyendo a fondo a Lorca y a Machado. Dedicando muchos ratitos a google y a youtube se entretiene en Internet encontrando videos de antiguas actuaciones suyas que manda a sus amigos para que “no se me pierdan”.
En estos videos, cuenta sonriendo, “no me reconozco con la estética de esos años pasado pero me recreo viendo y escuchando los programas de Fernando Quiñones y a artistas maravillosos como Habichuela o Paco de Lucía”.
Con curiosidad de grandísimo aficionado, Fosforito aprovecha la vía on line para conocer a músicos y a artistas más jóvenes. No pierde compas ni invitación para descubrir nuevos talentos. El estado de alarma sí evitó, cosa que lamenta profundamente, su asistencia al concurso nacional de saetas Ciudad de Málaga que este año celebraría su edición número cuarenta y cinco bajo la organización de la Peña Trinitaria.
“SIEMPRE LO HE ENTREGADO TODO, A PESAR DE QUE A VECES LAS COSAS NO SALÍAN COMO YO QUERÍA”
Sin asustarse por los nuevos estilos artísticos que detecta, Fosforito afirma: “A mí me gusta todo el mundo, especialmente lo bien hecho y pienso que el canon es el reconocimiento del flamenco con la identificación y la pureza que exigimos pero la heterodoxia no es ningún delito, sólo hay que darle tiempo a la juventud”. Pero no todo cuela, reconoce que “hay cantaores que cantan muy bien y cantaores que no saben lo que cantan...”.
Él, el Maestro, el que para muchos es el cantaor que no se equivocaba nunca a pesar de lo vasto de sus conocimientos de cantes géneros y estilos admite que lo principal “es dar el corazón, dar el alma sobre el escenario y yo siempre lo he entregado todo a pesar de que a veces las cosas no salían como yo quería”.
Desde sus inicios, el secreto para él “ha sido escuchar a mucha gente y aprender de todo el mundo, yo me fijaba en el fondo porque la forma ya la ponía yo”. ¿Cuál es ese fondo que le atraía? “La esencia que daba a entender cada cantaor, la cosita que transmite, eso que cala en los huesos, ese pellizco que te trastoca”.
Yendo a máximos, al apelar a la grandeza del Flamenco, el Maestro cuenta que es ese “no saber el porqué de un sentimiento tan directo y tan caliente que te prende el corazón haciendo que unos rían, otros se emocionen y otros se partan la camisa tras el desarrollo de un cante que traspasa al auditorio esa capacidad y ese conocimiento que rompe el alma”.
“CON LA EDAD QUE TENGO, PUEDO MIRAR LAS COSAS SIN PASIÓN Y CON LIMITACIONES FÍSICAS QUE OBLIGAN A LA TRANQUILIDAD”
Desde este punto de partida, el hachazo de la pandemia sobre el futuro de los artistas flamencos, especialmente el de lo más abnegados y menos reconocidos, le está doliendo especialmente a este cantaor de leyenda, poseedor de la Llave de Oro del Flamenco- la quinta tras la estela mítica de Tomás el Nitri, Manuel Vallejo, Antonio Mairena y Camarón de la Isla-.
Al mirarse en esa atalaya de grandes nombres del cante -ciertamente falta de reconocimientos femeninos, que deben llegar- el Maestro toma distancia porque “con la edad que tengo, con nietos y bisnietos, puedo mirar las cosas sin pasión, con la perspectiva de los años y con limitaciones físicas que obligan a la tranquilidad”.
Indignado con el abandono que sabe que sufren los trabajadores del flamenco en esta época de grave crisis, Fosforito concluye alabando la importancia del arte ante el golpetazo de la pandemia: “el flamenco nos hace sentir mejor gente, nos abre el corazón y nos permite mirarnos hacia adentro para que hable el alma y así se expresa el dolor”.