Gran homenaje el que se presentó anoche en la Sala Joaquín Turina a Pedro Peña, a beneficio de la Asociación contra el Cáncer.
Web revista La Flamenca. José Luis Tirado. Sevilla (Sala Joaquín Turina) 6/11/2015 Foto: Araceli Pardal
Manuel Cepero, presidente de la Fundación Machado, junto a Julio Cuesta, subieron al escenario para proclamar la entrega de premio a este magnífico hombre y artista, al que por los méritos que se relatan en otro comunicado de esta revista, le fue otorgado el premio Demófilo, y cuya recaudación íntegra fue a parar a la Asociacion española contra el cáncer (AECC)..
Se registró una gran entrada, y el ambiente, magnífico, más flamenco que otras citas, dado el carácter de la convocatoria.
Tres Pedros: comenzó Pedro María Peña, hijo del homenajeado, con su propio hijo Pedrito como palmero, sentados a la derecha del escenario, mientras el patriarca, sentado entre el público, disfrutaba el momento, escuchando unas bulerías que le dedicaba su vástago, quien decidió, en segundo lugar, cantar por soleá acompañándose él mismo. Un lujo, una exquisitez que se puede disfrutar en pocas ocasiones en espectáculos flamencos.
Zambo, sentimiento puro: Luis el Zambo después de escuchar a Pedro, solicitó la venia para hacer la suya, la soleá sentida y profunda de su escuela, para seguir con un compás por bulería como sólo el suyo se distingue.
José el de la Tomasa: puntual, picó antiguo, marcando en lenta cadencia, erigiéndose en el pastor de este rebaño que se dispersa, y recreando por soleá… el cante nació en Triana y se fue andando a Alcalá, se quedó a dormir en Mairena con nanas de soleá. Magnífica interpretación, pero con la voz un poco rozada, sentenció unas tonás que hablaban de buenos gitanos, de candelas y gayardó, de calabozos y de santos óleos, y si no es verdad…
Antonio Cortés “Chiquetete”: siempre Triana, alteró el orden del programa, haciendo en primer lugar las bulerías al golpe, obra de Pedro Peña, “Amigo, ya no hay amigo”, que el más amigo la pega no hay más amigo que Dios y un duro en la faltriquera, con las que quiso poner su grano de arena en el homenaje. A continuación, alternó la soleá de Alcalá con la del Zurraque, en las que se acordó de “Pinea” el zapatero.
Miguel Ángel Cortés acompañó de manera prodigiosa a la trianera Esperanza Fernández, en unas cantiñas muy ensayadas y del agrado del respetable, que dedicó a su tío Pedro. David Peña Dorantes se puso al piano, para que Esperanza alcanzara la cima sentimental de la noche, en una improvisación de Di, di, Ana, que rayó en lo sublime. Hay quienes encuentran similitudes entre las voces gitanas y las negras de las estrellas de la Motown de los sesenta y setenta. A mí, se me antojaba más la voz de Esperanza una superación de los terciopelos mansos de la de Bárbara Streisand. Es una opinión.
Un templo enorme. En un emotivo símil sobre el corazón de su padre. Dorantes hizo estremecerse al auditorio en un mensaje lleno de ternura que su padre recibió desde su asiento, con lágrimas en los ojos. Luego le dedicó una pieza improvisada para terminar el programa con la actuación de Pastora Galván, acompañada por el propio David. Impresionante bailaora, que apareció en escena vestida de negro, con crótalos en los dedos, y dejando emboques de genialidad en sus movimientos y sus hechuras.
Llegó el fin de fiesta y acompañado por sus dos hijos. Pedro Maria a la guitarra y Dorantes al piano, Pedro Peña cantó una pieza de su autoría, para pasar seguidamente a la bulería en la voz de Luis el Zambo, y el baile de Pastora Galván, entre los vítores y palmas a compás del público, que significó el cierre de tan grato “ratito”, como dicen los flamencos.