El guitarrista jerezano prepara confinado su vuelta pensando en grabar nuevo material que profundice en el toque por soleá.
Revista La Flamenca. Xavier Grau. 14/4/2020
Confinado en su casa de Mairena de Alcor, a poco menos de un centenar de kilómetros del Jerez de su estipe, Diego Moreno Jiménez refugia el arte y la luz de su otro yo artístico, Diego del Morao, “haciendo caso al Gobierno esperando que se normalice el estado de alarma, lamentando tantos enfermos y tantas muertes”.
Junto a su pareja, Penélope, Diego se resiente de tener algo más lejos a su familia, especialmente a sus dos hijas. Con ellas, Juana y Manuela, de 18 y 7 años, se mantiene conectado vía Internet vía Skype. Echa emocionadamente de menos la cercanía de su madre, Juana, “a la que hemos tenido que comprar un teléfono más moderno para poder tener videollamadas”.
Repasando el eco de la alarma sanitaria para este especial de la Revista la Flamenca, recuerda que “al principio todo esto nos pareció frívolo”. Cuenta el guitarrista que “parecía que era un juego, con tanto tiempo por delante, todos tan tranquilos”. “Pero rápido vimos que, conscientes del drama por la enfermedad, lo peor se nos viene encima...”
A pesar de que se tiene por algo anárquico en sus rutinas, el artista ha conseguido organizarse unos ritmos diarios para mantenerse ocupado, conectado con su creatividad, sin renunciar a hacer más llevadera la convivencia en casa con este encierro firme.
Las recomendaciones de su hermano Manuel le han desviado un poco del cine clásico que tanto le gusta, del estilazo de Casablanca con Bogart y Bergman. Como otros millones de confinados alrededor del mundo, encuentra en las nuevas series de televisión una válvula de escape y de distracción. En estos momentos está sumergido siguiendo dos bombazos en las plataformas streaming de pago. Que no sólo de música vive el alma del músico. Ambas las recomienda:
Primero, Unorthodox. Absorto está con el exitazo basado en el libro biográfico de Deborah Feldman. Entregado al relato de la huida a Berlín de una joven atormentada por la rigidez de la comunidad judía ultraortodoxa de Williamsburg en Nueva York; todo un canto a la libertad individual, de reivindicación de la independencia sexual y afectiva de las mujeres y de la fuerza liberadora de la música. Segundo, The Hunters. Le puede la intriga basada en hechos reales con Al Pacino liderando un grupo de cazadores de nazis de 1977 que luchan contra la creación de un Cuarto Reich en Estados Unidos.
“YO ERA DE LOS DE JUGAR AL FUTBOL DOS DÍAS A LA SEMANA Y AHORA ME CONFORMO CON UNA CINTA DE CORRER”
“Yo era de los de jugar fútbol dos días a la semana con los amigos y ahora encerrado me conformo con una cinta de correr en casa y una tablilla de ejercicios y alguna pesa para tonificar, pero no mucho eh! que para la guitarra tampoco hay que ser Schwarzenegger”, explica soltando una sonrisilla que suena como un chasquido.
“Sí he descubierto -razona- que para la guitarra, con la edad, tengo que estar cada vez más en forma y echarle más cuenta, tal vez por la responsabilidad que te va llegando...” Así, se ha organizado para dedicarle entre dos y tres horas al día al ensayo, preferentemente por la mañana y algún ratillo por la tarde. “Me voy volviendo ordenado con los años, con la de tiempo que perdí de joven ¡coño! cuando tenía que haber estudiado y no lo hice”. Y pasa de puntillas sobre los tres años de solfeo y conservatorio que cumplió por complacer a sus padres. Lo hizo contrariado entonces, y le sabe mal hoy haber dejado escapar los estudios de armonía que sí reconoce ahora le seducen.
“SI NO TRABAJO NO COBRO, Y LO QUE HEMOS PERDIDO VEREMOS SI LO RECUPERAMOS”
El impacto del paréntesis causado por la pandemia del coronavirus causa mella profunda en el creador de Orate, ese debut arropado por El Cigala y Paco de Lucía. No ahorra contundencia: “yo, si no trabajo, no cobro y no tenemos claro si lo que hemos perdido, los suspendido, lo recuperamos o no, ya veremos”. La situación de emergencia sanitaria que ha hecho saltar por los aires toda programación artística en España y el mundo. El cierre de fronteras quebró una gira prevista para marzo por Israel. El paro de toda actividad colectiva le obliga a suspender conciertos en Valencia, en Huelva y otras grandes ciudades con Duquende y con cantaor Israel Fernández, con quien tenía a punto la gira de presentación del disco “Amor”, con más de una ventana de fechas cerradas hasta agosto. Aparcados están otros conciertos en Sevilla junto a Josemi Carmona y Rycardo Moreno y un recital en solitario en el teatro Alhambra de Granada.
“Quiero ser optimista y pensar que vamos a recuperarnos pronto de este desastre, tal vez en agosto... pero me asalta la duda cuando pienso si la gente, una vez normalizada la situación, tendrá dinero para gastarse en un espectáculo, no sé si será la primero que hará el público...”, explica. Y resume la situación, “la gente está asustada, igual para un par de meses tenemos un colchoncito pero no mucho más”.
Él, que empezó en los escenarios contra el criterio de su padre, Moraíto Chico, temeroso de que no lograra su sitio en el duro espacio de la guitarra flamenca, no tiene claro que sea este el capítulo más complicado de su carrera en lo material y lo económico. “Ya cuando la crisis del 2008 se bajaron los cachés, cayeron los presupuestos, la gente no salía y antes que para un concierto, el dinero tenía que ir a pagar la hipoteca porque el arte es el último escalón en el gasto de las personas”.
“TAMPOCO LOS EMPRESARIOS SABEN LO QUE PASARÁ”
Reflexionado en voz alta, templando la precipitación de sus palabras, Diego confiesa: “tranquilidad me daría poder decir que todo el trabajo que he perdido lo voy a recuperar, que está todo como congelado, y ojalá sea así porque este era un año bonito para mí”. Receta paciencia y espera que “los empresarios recuperen la confianza porque ahora tampoco saben qué pasará y en las noches de viernes, sábados y domingos no vamos a poder meter todo lo que dejamos atrás”. ¿Quién programará espectáculos un martes, miércoles o jueves? suelta al aire.
Los artistas también sufrimos para pagar la hipoteca, el alquiler, la letra del coche “y esta nueva crisis nos ha hecho mucho daño”, explica. “Los artistas somos mucho de la filosofía de vivir al día, con altibajos, sin una economía estable... gastamos cuando tenemos mucho y lloramos cuando no tenemos...”.
¿Serán estos los momentos adversos por los que su padre temía su salto a los escenarios? “¡Qué va! Él lo decía por la competencia de grandes artistas que existen, lo que ocurre ahora es que hay gente de mucho talento de tablao en tablao, que apartan lo que ganan cada noche para la compra diaria y juntan algo para el alquiler y para ir tirado sin sobrantes”.
“CUANDO PASEN ESTOS MOMENTOS CRUDOS, QUE LA INSPIRACIÓN ME PILLE CURRANDO CON LA GUITARRA EN LA MANO”
Igual que todo el colectivo de los artistas flamencos del país, Diego del Morao tiene “el espíritu tocado por el espanto del momento, por tanta tristeza y tanta desolación” y se toma su tiempo para echar la vista atrás, buscando algo de confort ante la inquietud. Busca serenidad en los recuerdos, escarbando en su memoria. La misma que le devuelve la imagen de su abuelo materno, Diego, cuando de pequeño le llevaba a sus clases con Manuel Lozano ‘El Carbonero’. “Tanto él como mi padre, a pesar de tanta resistencia, estarían hoy orgullosos de mí, de hecho mi padre se dio cuanta rápido de que yo valía para esto cuando me subí al escenario y fue el primero en apóyame a muerte”, aclara.
Se le nota mucho en la voz que este confinamiento aprieta las costuras de su personalidad enérgica y que necesita aire, acción y adrenalina. Se perciben sus ganas de meterse en el estudio, el que tiene en casa ahora cerrado a cal y canto. Con un anhelo, “empezar a pelearme conmigo mismo con mis temas nuevos para un disco”. Y con un reto: grabar una soleá clásica, tocando por arriba. “Tengo ganas de ir algo más allá para investigar por ese palo en el que quiero profundizar”. Ahí concentra en estos días su fuerza creativa, “para que cuando pasen estos momentos crudos de encierro, me pille la inspiración currando con la guitarra en la mano, como decía Picasso”.
A su música y a sus nuevas creaciones se aferra Diego del Morao. Y proclama que ahora que “tenemos el espíritu en reserva y sin gasoil, sólo el arte nos ayuda a rellenarlo de energía”. La pregunta final: ¿cómo nos ayuda el arte en estas semanas de confusión total? La respuesta bonita: “siendo la esperanza para un mundo mejor y la anestesia para el alma en estos momentos tan duros”.