Revista La Flamenca. Bilbao (Auditorio del Museo Guggenheiu) 8/6/2012
Segunda cita de abono del V Festival Bilbao Flamenco. La albergó el Auditorio del Museo Guggenheim y se rozó el lleno con mayoría femenina, pues ya se sabe del interés de las damas de todas las edades por la danza. Protagonizaba la cita la bailora Manuela Carrasco (Sevilla, 1958), racial y física, experta en el zapateado, impresionante en los desplantes y completamente muda, pues no dijo ni una palabra. Ella esporádica capitalizó tres capítulos de su show ‘Suspiro flamenco’, sin argumento y con ritmo menguante en sus aproximadamente 11 estampas en 77 minutos.
Manuela vistió tres modelitos, uno por cada intervención.Recreó en el Guggenheim un tablao al uso, con poco fondo, y a oscuras lo ocupó su cuadro masculino, nueve tíos en total: tres cantaores, tres bailaores, dos tocaores y un cajón. Uh… cuando la oscuridad se fue aclarando su silueta iba apareciendo a la izquierda, sentada y ausente, como dormida. Como una pantera dormida. Como un miura de los de antes en el cajón. Los músicos flamencos animaban la bulería y parecía que la cosa no arrancaba… hasta que Manuela se levantó y, ay Dios, con su falda de volantes mexicanos zapateó vigorosa, con el rostro en trance, marcando desplantes sacando pecho, dándose la vuelta y bailando mejor de espaldas, acongojando a sus nueve escuderos… Alucinante. Acabó, saludó boqueó e hizo mutis…
Su segunda intervención, con un chal de luxe y dorado que contrastaba con la tela negra de su vestido, fue por tarantos y menos física. Para dosificar fuerzas jugó con el chal como un capote aunque no pudo evitar epatar con el zapateado (algunas señoras ahí la compararon con Carmen Amaya). Su tercera intervención, por soleá y con un traje verde con flor en un costado en un diseño muy nipón, lo empezó apostando por el temple, jugando con los brazos, controlando las fuerzas y la escena (cuando se le cayó del pelo un adorno pensé que igual se tropezaría con él, pero al de un rato ella misma disimuladamente lo apartó de una patada sutil), y para levantar la velada zapateó como una metralleta, otra vez se revolvió peligrosamente desde la altura de sus tacones y de nuevo entró en trance para pasmo de la concurrencia.
Las partes donde no intervino ella fueron las que provocaron la bajada de tensión, pero no deslucireron el programa, ¿eh? No estuvo mal la segunda estampa, la caña de los tres bailaores oficiando masculinos, según el decálogo de Vicente Escudero aunque sin mantener la exacta sincronía, lo que parece que se estila en los tiempos actuales. Los tres bailaores preservaron la esencia del mejor tablao y luego hubo un pasaje musical a cargo del plantel de músicos, por fandangos neoflamenquitos, cálidos a lo Ketama.
Tras salir ella por segunda vez cedió la escena a sus bailaores, que en varios números otra vez exhibieron vigor, elegancia, plasticidad y los alardes eléctricos de Rafael del Carmen. Tras otro pasaje musical deducible, apareció Manuela por tercera vez, calentó el ambiente y elevó la tensión, y el fin de fiesta fue gracioso y lleno de retos, para que el respetable saliera contento.
Ficha Artística:
Baile: Manuela Carrasco. Rafael del Carmen, El Choro. Oscar de los Reyes Rodriguez. Cante: Emilio Molina. Pepe de Pura. Luis Momeo Toque: Joaquín Amador. Paco Iglesias. Percusión: José Carrasco Salazar.