Alcalá de Guadaíra dedicó su festival más preciado a la Fundación Cristina Heeren, por sus veinte años de labor en defensa del flamenco.
Web Revista La Flamenca. Luis M. Pérez. Sevilla 23/10/2017. Foto portada: Carmelo Camino
Con treinta y siete ediciones a las espaldas, nadie va a descubrir a estas alturas lo que significa el Festival Joaquín el de la Paula en el panorama flamenco actual, una de las reliquias más apreciadas de los circuitos del cante jondo. Y, por eso mismo, por la responsabilidad que ello implica, se echan a la olla cada año muchas ilusiones, el cariño y el esfuerzo de numerosas personas que trabajan por lograr un buen y suculento caldo.
El cartel goloso, impactante. Un ramillete de artistas en su mejor estado de forma, y con un perfil muy en consonancia con lo que exige el público de este festival. A su disposición, uno de los mejores teatros de la provincia de Sevilla, el Auditorio Riberas del Guadaíra, por su comodidad, resonancia y calidad de su equipo técnico y humano. ¿Todo bien? Casi todo.
Lo decía Manuel Curao, presentador e hilo conductor de la gala, cuando desde el atril loaba la ingente labor de Cristina Heeren al frente de su Fundación y, por ende, su escuela de flamenco. Hacen falta muchas personas como tú, con esa pasión por el arte jondo. Porque el problema no está aquí, señalando al escenario, el problema lo tenemos ahí enfrente, en esas butacas vacías, que en cualquier otro lugar del planeta, de Despeñaperros para arriba, estarían abarrotadas.
Hay que formar buenos aficionados, y cuidarlos, estamos de acuerdo. Había alrededor de tres cuartos de entrada en un teatro de gran aforo, lo que no es poco. Lo preocupante, es que, para cuando salió El Pele, se hubieran ido a casa más de la mitad. Decía Chano Lobato que a la juventud no hay que agobiarla con el cante, que hay que ir despacito, sin empujar, si le metes tres o cuatro seguiriyas ya se te van para siempre. Hubo muchas bulerías, gracias a Dios, alegrías y muchos tangos, porque los artistas, inteligentemente, comprendieron que al respetable del sábado había que cuidarlo para que llegara vivo a la muleta.
Quizá sea ocasión de plantearse si el actual formato es el adecuado, pues seis horas de flamenco en la butaca de un teatro son excesivas a todas luces. Si, como parece ser, la corporación municipal tiene intención de dar al Castillo de Alcalá un uso permanente como espacio cultural, nosotros, desde la Revista La Flamenca recomendamos fervientemente el retorno del Festival al Castillo, su sede de siempre, junto al barrio de San Miguel, hogar de don Joaquín y cuna del cante de Alcalá.
Tan larga y variada velada dio para mucho. Se nos erizó la piel con una nana de Manuel Cástulo acompañado al violín por la mairenera Elisa Prenda, quien también dejó volar su arco en unos tarantos de los que te dejan escocida la conciencia, con letra de su paisano Pedro Madroñal y dedicados a Aylan Kurdi, el niño refugiado que murió sobre las playas de Siria. También gustaron mucho los tangos de Triana que siguieron a unos tientos de Moreno Galván. No estuvo tan acertado el maestro, sin embargo, en las soleares del Charamusco ni por seguiriyas, palos que domina normalmente con maestría. Finalizó su actuación con fandangos personales con aires del Pichichi y letra preciosa del compañero Manuel Bohórquez.
Tomó el testigo Perico el Pañero (Algeciras, 1974) que afrontó las únicas soleares de Alcalá que pudimos oír en toda la noche. No defraudó, sobre todo en los estilos de la Roezna, que destaparon murmullos de aprobación entre los cabales. Se arrancó por bulerías a petición popular, yo no quería cantar esta noche por bulerías, pero lo voy a hacer por ustedes, y mostró su espíritu festero insuflando arte, salero y compás a su desgarbada figura, para acabar con unos escalofriantes martinetes.
Y llegó Jesús Méndez desde Jerez de la Frontera a levantar el espíritu, arriba los corazones, que hoy es día de fiesta, que he bautizado a mi niña. No lo dijo él, lo llevaba en los ojos y en la garganta, vale, también nos lo había chivado Manuel Curao antes de que saliera a escena, y cantó por alegrías como nunca. Y se tiró de bruces en la Plazuela, de las divinas palmas de Diego Montoya y Carlos Grilo, y cantó como sabe, porque sabe cantar, bulerías al golpe, soleares de Mercedes la Serneta con todos sus avíos, quieres Frijones, ahí lo llevas. La guitarra de Manuel Valencia sobresalió en una noche de guitarristas de primer nivel. Esta noche se acabaron las duquelas, no se volvieron a escuchar palos duros. Fandangos por el Chocolate, Antonio de la Calzá y el Niño Gloria. Y bulerías cortas, que la noche es larga.
Con todo el pescado de la afición ya vendido, llegó Pepe Torres (n. 1978) y nos vendió toda la cal de Morón y la que se fue encontrando por el camino. Qué manera de bailar más elegante, más gitana y con más pellizco. Se metió al público en el bolsillo desde el mismo instante que pisó las resbaladizas tablas del Riberas del Guadaíra. Acompañado por un cuadro de cantaores sobresalientes (impecables David el Galli, Juanfra Carrasco y Guillermo Manzano), y el toque magnífico de Mariano Campallo, espolvoreó resín por el suelo al paso de sus alegrías, y recordó mil estampas del gran Farruco, de Rafael el Negro, de Pepe Ríos, de quién si no, cuando nos volvió a meter de lleno en el festival a golpe de soleá, mira esas manos cómo se recogen, qué velocidad de pies, qué estampa tiene el gitano…
Con el caminito tan trillado, mucho tenía que andar la jovencísima María Terremoto para emocionar a una audiencia exhausta. No lo consiguió, aunque estuvo voluntariosa por bulerías y nos gustaron sus fandangos de Pepe Pinto, quedando lejos del potencial mostrado en otras ocasiones. Fue de agradecer también la calidad del cuadro que trajo, con el compás de los hermanos Valencia y Nono Jero a la guitarra.
Y salió Manuel Moreno Maya El Pele (Córdoba, 1954) con más desgana que otra cosa. Gracias a vosotros, por haberos quedado, los que no han venido, ellos se lo han perdido. Por aquí nos quedamos con los Tientos de la Rosa que cantaron Caracol y el Beni de Cádiz, y a los que Manuel impregna de una sensibilidad única, y con la flamencura de la bajañí del Niño Seve. No estuvo tan fino Manuel como otras veces por soleá, y abusó de las canciones aflamencadas en un festival de los considerados puristas, cuando sabe cantar por derecho como nadie. A lo mejor estaba cansado, quién sabe.
Ficha artística:
XXXVII Festival Flamenco Joaquín el de la Paula. Lugar y fecha: Auditorio “Riberas del Guadaíra”, Alcalá de Guadaíra, 21/10/2017
Cante: Manuel Cástulo, Perico el Pañero, Jesús Méndez, María Terremoto y El Pele.
Guitarra: José de Pura, Antonio Moya, Manuel Valencia, Nono Jero y Niño Seve.
Baile: Pepe Torres, acompañado al cante por Guillermo Manzano, David el Galli y Juanfra Carrasco, y al toque por Mariano Campallo.
Palmas: Alba Serrano, Beatriz Cruz, Diego Montoya, Carlos Grilo, Juan Diego Valencia y Manuel Valencia.
Violín: Elisa Prenda.
Violonchelo: Tino Fernández.
Percusión: José Moreno.
Presentador: Manuel Curao.