Los amantes de la cultura jonda tuvieron una nueva oportunidad de disfrutar un velada ortodoxa en la bella localidad morisca el pasado 12 de julio. Fiel a su tradición, este festival, que curiosamente recibe el nombre de reunión, lo cual lo hace más entrañable, propone todos los años una cita con el sabor más rancio del flamenco. Para ello utilizan como marco la hacienda La Fuenlonguilla, un bello cortijo a las afueras de La Puebla, donde artistas locales, juntos con otros valores foráneos, rinden cada verano un tributo a un sentir que se extiende por toda la campiña sevillana. La típica estructura de festival veraniego congregó en esta edición a las guitarras de Antonio Carrión y Manolo Herrera, que ofrecieron sendos solos en el comienzo de cada una de las dos partes de la noche. En este cuarenta aniversario se rindió un cálido homenaje a dos grandes nombres de la historia del flamenco, por un lado al guitarrista de Arriate, Diego del Gastor, y a la cantaora local La Niña de la Puebla, ambos con motivo del centenario de su nacimiento. En la primera parte se pudo escuchar al cantaor de la vecina localidad de Paradas, Rubito hijo, acompañado de Manolo Herrera, el cual igualmente secundo los cantes de otro veterano cantaor, también morisco, Diego Clavel. Llegaría el turno de la bailaora granaína Fuensanta La Moneta, que lleva ya tres ediciones seguidas en el cartel, y cerraría la primera parta otro cantaor de ecos añejos, cual es Canela de San Roque y la magistral sonanta de Antonio Carrión.
La noche estuvo bien conducida por Miguel Núñez, que durante las presentaciones de los artistas aportó datos sobre la historia del festival, dando entrada a la segunda entrega con Tomasa Guerrero "La Macanita". La jerezana ofreció un recital cargado del aroma de los cantes de su tierra. Otro que repetía en el cartel era el bailaor Pepe Torres. El de Morón, que está cosechando grandes éxitos con el grupo Son de la Frontera pasa por un gran momento de forma flamenca, y supo acordarse de los grandes maestros de esta disciplina con sus pasos y mudanzas. Dos voces veteranas cerrarían el largo cartel, no podía faltar el cante de José Meneses, el cual cada años regresa a esta cita en la localidad que le vio nacer, poniendo el broche Carmen Linares con la guitarra de Salvador Gutiérrez. La noche concluyó con la ronda de tonás, único festival que recoge esta tradición y el fin de fiesta por bulerías. Nuevamente La Puebla fue punto de encuentro de aficionados llegados desde muchos puntos de la geografía flamenca. Pues a la cordialidad de las gentes de esta tierra, y la exquisita gastronomía, se une ese gusto por el cante, baile y toque flamenco, que sigue perpetuando la tradición de este arte.