Como viene siendo habitual en los últimos veinte años, las primeras semanas del mes de julio tiñen de flamenco la capital de las Landas. Pocas ciudades del orbe flamenco pueden presumir de una cultura tan jonda como esta localidad del sudeste francés. Gran parte de culpa la tiene Javier Puga, que como decimos, lleva veinte años confeccionando carteles de rancio sabor flamenco por estas latitudes. Para este especial aniversario, se quiso reunir desde al 7 al 12 de julio, una pléyade de artistas que han homenajeado a las dos décadas de existencia de este singular festival. Y quién mejor que la granaína Eva La Yerbabuena para dar el pistoletazo de salida. La que está considerada una de las mejores bailaoras de todos los tiempos, nos ofreció su producción que lleva por título A Cuatro Voces, la cual llevaba un tiempo fuera de los escenarios. En la misma, y a través de las letras de cuatro grandes poetas españoles, cuales son Vicente Aleixandre, Blas de Otero, Miguel Hernández y Federico García Lorca, musicalizadas por Paco Jarana, vemos las evoluciones del baile de la Yerbabuena y su extensa compañía, con un nutrido cuerpo de baile, que encandiló al público llegado desde muchos rincones de Francia al espacio Francois Miterrand. No obstante, el festival había sido inaugurado horas antes en la explanada del Midou con el espectáculo Del Primer Paso, obra de los gaditanos Rosario Toledo, al baile y David Paolmar al cante, dirigiéndonos después al Museo Despiau-Wlerick donde el protocolo daría paso a una copa de bienvenida, mientras contemplábamos la exposición fotográfica que rememora estos veinte años de flamencura.
Desde el martes día 8 cobraría protagonismo el denominado Café-Cantante, que consiste en una amplia instalación con mesas, sillas y un escenario, donde degustar la gastronomía española mientras se disfruta de un espectáculo flamenco, a semejanza de lo que ocurriera en esos locales decimonónicos. Hay que decir que este singular espacio escénico, sito en la plaza St-Roche, es habitualmente el mercado de abastos de la localidad, y gentilmente los comerciantes ceden su sitio para que se venda flamenco del bueno como ocurrió con la actuación de la Susi, que vino acompañada de la saga Amador, derrochando su saber flamenco con un recital muy festero. Previamente había sido nuevamente Rosario Toledo la que tuvo la oportunidad de exhibir el porqué esta considerada uno de los grandes valores de esta nueva generación de bailaoras. Hasta cinco estilo diferentes llegó a bailar, delicadeza en las malagueñas o poderío por alegrías, pues la producción llevaba por nombre Al Aire de Cádiz, mostrando la variedad de estilos que se cultivan en la Tacita de Plata. La noche del miércoles vino protagonizada por dos guitarras excepcionales, cuales son las de Manolo Franco y Niño de Pura. Ambos tocaores, bajo el título Compadres, ofrecieron sendas interpretaciones individuales, amen de otras colectivas, como una guajira que se granjeó los olés del publico, y estuvieron muy bien secundados por el cante de Rafael de Utrera. Luego llegaría el baile racial del moronense Juan de Juan, que exhibió su porte elegante, pero que abusó excesivamente de los bailes de ritmos amalgamados en el repertorio, aunque la guitarra de Dani Méndez o el cante de la Tana le ayudarían en esta catarsis de compás.
Sería el turno de otra pareja de jóvenes bailaores en la noche del jueves día 10. El jerezano Andrés Peña está cosechando grandes éxitos en compañía de la gaditana Pilar Ogalla, como se le ha podido ver ya en los festivales importantes españoles, lo que rubricaría en esta cita con la afición francesa. Para ello se arroparon de un muy buen atrás con los hermanos David y Alfredo Lagos, al cante y toque respectivamente, además de los también jerezanos Luis Moneo y Luis El Zambo, invitado de excepción al cante, y la poderosa bajañí del gaditano Javier Patino, junto al compás de Alfonso Carpio y Carlos Grilo. Pero esa noche fue igualmente la velada del cante rancio, con dos cantores de postín como son José de la Tomasa, acompañado de Antonio Carrión y El Lebrijano, junto a su sobrino Pedro Peña. Se sintió el quejió más profundo en las seguiriyas de ambos, y este mano a mano fue de lo mejor del festival, pues puso de acuerdo tanto a la crítica como al público en sus reconocimientos. Durante estos días, muchos de los artistas que pisaron las tablas de los distintos espacios escénicos han transmitido su saber jondo a las legiones de cursillistas que se acercaron hasta el conservatorio de la localidad para recibir clases de baile de Milagros Mengibar, El Junco, Pastora Galván, Andrés Peña, La Lupi o Lourdes Recio. Igualmente se llenaron los cursos de compás que impartieron El Gamba de Jerez y el Bobote, el de percusión de Antonio Montiel, así como los de guitarra flamenca dictados por Pierre Pradal, Keko Baldomero, Ricardo Rivera, o Rafael Rodríguez. Otro atractivo fueron las conferencias que ofrecieron Francis Marmande e Yves Harté sobre los escritores románticos franceses del siglo XIX, o la de José María Velázquez Gaztelu que nos acercó a los pormenores de la grabación de esa enciclopedia audiovisual flamenca que es Rito y Geografía del Cante. Igual de interesante es conocer un poco más del flamenco que se hacía en las gañanías de la campiña jerezana que narra Estela Zatania en su libro sobre el tema, y que ahora se ha traducido en una interesante ponencia ilustrada con fotografías de gran interés. Cerraría estas clases magistrales el Rector de la Universidad Internacional de Andalucía, Don Juan Mauel Suárez Japón, que nos adentró en los derroteros que esta tomando este arte durante los comienzos del siglo XXI.
El cartel del festival se completó con otro espectáculo de calle de la mano del Dj Guasa que ambientó con sus música funky flamenca los bailes de la sevillana Ángeles Gabaldón. Durante estos días se desarrollaron igualmente actuaciones en el espacio denominado La Bodega, donde en un ambiente popular, distintas compañías flancesas mostraron su buen hacer en este arte, como fueron Manolo Fernández y su gente, el Grupo Vaivén, la Asociación Amapola y sus Andaluzas andanzas, el grupo Chispa Flamenca o la compañía Temperamento Andaluz Flamenco. La noche del sábado puso el broche de oro Maestros, en el que los profesores que han impartido los cursos exhiben un espectáculo único, que se ha cocinado durante esos días, mientras los asistentes disfrutaron de una cena gala que tuvo en los postres la intervención de Nano de Jerez ofreciendo la parte más festera del flamenco, como es habitual en él. Sólo nos queda comentar el estreno de la mega producción de La Mar al Fuego que tuvo lugar la noche del viernes. Este obra, cooproducida por la Diputación de Sevilla, la Bienal de Flamenco de Sevilla y el propio Festival de Arte Flamenco, y dirigida artísticamente por Javier Puga puso en escena a más de treinta artistas que nos trajeron el recuerdo de esas latitudes por donde discurría un tren cargado de duende y compás. Nos referimos al ferrocarril que unía las provincias gaditana y sevillana, de este modo, con las travesuras de Tomasito en la narración, partimos desde Cádiz con el baile por alegrías de Juan José Jaen "EL Junco", el cante de David Palomar y Mariana Cornejo, que también interpretó sus tanguillos, las guitarras de Keko Baldomero, y las palmas de Roberto Jaén y Abel Harana. La siguiente parada fue Jerez, con sus bulerias por soleá bailadas por Andrés Peña, cantadas por Luis el Zambo y Luis Moneo, tocadas por Javier Patino y Alfredo Lagos, y acompañadas al compás por Alfonso Carpio. Nos dirigimos hacia el Guadalquivir para fondear en la Lebrija de los romances que bailó Concha Vargas, cantaron El Lebrijano y José Valencia, tocaron Curro Vargas y Pedro Peña, y las palmas de Vicente Peña y Javier Vargas. La vía se adentró hacia Utrera con ecos de Fernanda y Bernarda por soleá, en boca de Rafael de Utrera y Pepa de Benito, que ya nos había deleitado con una nana al comienzo de la obra, la bajañí de Antonio Moya, el compás de Javier Vargas y Jesús Peña, y puso el baile Carmen Ledesma. El trayecto concluiría en Sevilla con la magistral Milagros Mengibar, que personifica la esencia de este arte en su vestuario, con esa colosal bata de cola. A ella le cantaron Juan Reina y Manolo Sevilla, la sonanta de Rafael Rodríguez, y completó la escena sevillana José de la Tomasa por tonás. El fin de fiesta era imposible imaginárselo, todos en el escenario, por bulerías, dando muestras de la gran hermandad que presenta este arte, y que como se pudo comprobar en Mont de Marsan, no es que haya traspasado fronteras, sino que ya es patrimonio de la humanidad.
Fotos: Sebastien Zambon