El flamenco todo lo puede, tanto que incluso en momentos difíciles algunos artistas lo anteponen. Por profesionalidad, por sentimiento…
Web revista La Flamenca. R. De la Villa 21/8/2015
Muestra de ello fue la entereza y valentía que demostró ayer Diego Ramón Jiménez Salazar, conocidos por todos como El Cigala, cuando subió al escenario de Los Ángeles horas después de fallecer su mujer, Amparo Fernández.
Y es que aunque el desenlace era más que esperado, pues llevaba seis años luchando, desde la discreción, contra un cáncer, no ha dejado de ser doloroso. El Cigala ha compartido con ella más de 25 años de su vida, ha sido la madre de sus dos hijos y gracias a su sencillez y tesón se convirtió en el pilar más importante de su carrera.
Aparentemente feliz, El Cigala subió al escenario abriendo su concierto con estas palabras que hoy están dando la vuelta al mundo: “Buenas noches, Los Ángeles. Feliz de poder compartir con tanta gente buena y afición a la buena música. Tanto yo como mis compañeros estamos contentos y felices y, nada, darles las gracias por estar aquí. Thank you, very much”, y tras ellos empezó a sonar las primeras notas de “Simples Cosas”.
Pero lo que no sabía el público es que lejos de esa felicidad aparente, el artista viudo, quiso a través del arte, del compás,… de su flamenco,… cumplir con la promesa que le hizo a su mujer y así rendirle un pequeño homenaje. La matriarca, consciente de lo que el futuro le deparaba le pidió que pasara lo que pasara, nunca dejase de cantar, y Diego no pudo más que cumplir su voluntad.
De terno luto, más solemne, más metido en sí mismo y más entregado que en ninguna otra actuación. Hubo momentos de desgarro con “Inolvidable” y esa letra que dice “en la vida hay amores que nunca pueden olvidarse”, o en “Vete de mí” con el mensaje de: “Tengo las manos tan deshechas de apretar que ni te puedo sujetar”… también tuvo espacio al arrebato sin reprimir lágrima negras y voz rota con “Soledad” o “Está lloviendo ausencia”. Para terminar con un “Gracias a la vida” últimas palabras que son las mismas que le dan el título al último tema que pronunció en su actuación.
Así fue como vivió las primeras horas de luto del rey de los Flamencos, con profesionalidad, sentimiento y buscando refugio en el arte jondo, haciendo disfrutar a su público y dejando escapar su dolor a través de la voz rota.
Una elegía a la que fuera su fiel compañera durante tantos años en su vida, y que por primera vez no estuvo esperándolo en el camerino a la vuelta de su actuación. Concierto lleno de pureza y sentimiento, sin aditivo, en el que entregó su alma, y en el quizás algunos solo vieron profesionalidad, pero el flamenco lejos de ser una profesión es un estilo de vida.
Tras Los Ángeles, Diego volvió a su lugar de residencia, República Dominicana. Allí, en Punta Cana, su remanso de paz e inspiración, tendrá lugar la incineración de su mujer en una ceremonia intima.