Septiembre es flamenco. El veterano cantaor y la Orquesta Barroca de Sevilla hicieron las delicias del público en los Reales Alcázares.
Web revista La Flamenca. Luis M. Pérez. Sevilla (Patio de la Montería: Reales Alcázares) 19/9/2015 Archivo fotográfico Bienal de Flamenco. Fotógrafo: Antonio Acedo
Mucha expectación había en la capital hispalense por reencontrarse con su paisano José de la Tomasa, tras su éxito en septiembre del año pasado durante la Bienal de Sevilla. En aquella ocasión se ofrecieron tres representaciones de su recital Flamenco Sacro en la capilla del Palacio de San Telmo, un marco incomparable, como todos los marcos, que se quedó corto de aforo pero que, por sus condiciones acústicas, su indudable valor artístico y, sobre todo, por su carácter de templo, dotaba plenamente de sentido al título del espectáculo.
La necesidad de elegir para esta ocasión un espacio con mayor capacidad, y que no le restara un ápice de belleza y embrujo en su inevitable comparación con aquella capilla, habrá sido determinante esta vez en la elección de Los Reales Alcázares. Hasta aquí de acuerdo. El patio de la Montería tiene una buena acústica para el flamenco, pero el sonido de una orquesta sinfónica de doce músicos más uno requiere un teatro o un recinto cerrado para ser disfrutado en todo su esplendor.
La idea original era comprobar cómo se llevan en condiciones óptimas la música barroca europea de los siglos XVII y XVIII con el cante jondo del siglo XXI, cuyas raíces culturales y familiares llegan, todo lo más a mediados del siglo XIX. El nombre de “Flamenco Sacro” no viene del Sacromonte granadino, como bien me apuntaba irónicamente anoche el amigo Manuel Bohórquez, sino que significa Flamenco sagrado o religioso.
No es tarea de este cronista valorar el resultado del experimento, ya que para ello se necesitarían expertos que lo fueran tanto en música sinfónica como en cante jondo. Algún que otro teólogo nos podría confirmar que lo único religioso que hubo anoche en el patio de la Montería era el campanario de la Giralda, que se asomaba curiosa por encima de la muralla. El alminar musulmán, con agregado cristiano, se presentó anoche exclusivamente por su conocida afición al flamenco.
Porque estaba allí José de la Tomasa, sobrino nieto de Manuel Torre, del que Federico García Lorca decía que era el hombre “con mayor cultura en la sangre” que había conocido. José Giorgio Soto (Sevilla, 1951) ha enriquecido esa herencia, no solo con los veneros de sus padres, la Tomasa y Pies de Plomo, y su abuelo, Pepe Torre, hermano del Majareta, sino con una vida dedicada al estudio, a la creación y a la difusión del cante flamenco. Anoche, en una cita importante para él, le falló la voz, su instrumento, en un par de ocasiones, no comenzó bien con las malagueñas del Mellizo y de Chacón, ni anduvo fino en los tientos, todo hay que decirlo. Sin embargo, pronto lo compensó con creces con una hermosa vidalita que comenzó con aires del Niño Escacena y acabó bebiendo de Pepe Marchena y de Juanito Valderrama, con ecos de milonga. Por soleares estuvo correcto, y no quiso marcharse sin impartir una lección magistral de seguiriyas, martinetes y tonás, siempre con Triana y el izquierdo por delante, que arrancó al público de sus asientos en una larga ovación que le obligó a salir a los medios y recoger el cariño de la afición. Luego, a la salida, lo de siempre, pues a mí me ha gustado lo del barroco, pues a mí no, pues para gustos…
Ficha artística
Espectáculo: Flamenco Sacro (Patio de la Montería: Real Alcázar de Sevilla) 18/9/2015
Cante: José Giorgio Soto José de la Tomasa.
Toque: Manuel Franco Barón Manolo Franco.
Dirección artística: Andreas Prittwitz.
Idea original: Alberto Mats
Orquesta Barroca de Sevilla:
Flauta dulce, clarinete y saxo: Andreas Prittwitz.
Violín I: Leo Rossi, José Manuel Navarro y Rafael Muñoz.
Violín II: Valentín Sánchez, Ignacio Ábalos Y Raquel Batalloso.
Viola: Gonzalo Castelló y María Ramírez.
Cello: Mercedes Ruiz.
Contrabajo: Ventura Rico.
Clave: Alejandro Casal.
Tiorba y guitarra barroca: Juan Carlos Rivera.