De Córdoba a Cádiz, arte y salero
Revista La Flamenca, Málaga, Francisco Reina 11/5/2011
Abrió el recital Churumbaque Hijo por soleá, doliente, con la magistral guitarra de Niño de Pura. Prosiguió con solvencia por malagueñas de la Trini, variando así el programa previsto, en un claro guiño a la tierra que pisaba y que el público le agradeció. Le precedió una brillante introducción de Niño de Pura. Remató las malagueñas con los clásicos abandolaos (entre ellos, fandangos de Pérez Guzmán y jabegote), en los que se le unieron los palmeros José Prieto y Pedro ‘El Majabaca’. Recuerda este cantaor, en algunos requiebros, a otro cordobés (de Puente Genil) ilustre, Fosforito.
Habiendo obtenido la lámpara minera en 2009, en el Festival de Cante de Las Minas de La Unión, no es extraño que conceda un lugar relevante a los cantes de Levante (minera, cartagenera y levantica) en su repertorio, en otro momento para el lucimiento del guitarrista, que ofreció una bella falseta. De este modo, Churumbaque demostró por qué obtuvo el citado galardón: grandes facultades sabiamente matizadas. Sorprendió gratamente por cantiñas (entre ellas, de las Mirri y de Córdoba). En las de su tierra, casi en un susurro, al estilo de Arcángel y con ecos de Morente, para subir luego, en un momento álgido de su actuación. De Pura, impetuoso, transmitía apasionamiento por la sonanta. Cerró brillantemente su actuación por fandangos naturales (de Chocolate y de la Calzá, entre otros), emocionados y emocionantes.
Mariana Cornejo principió por garrotín, tangos y farruca, que encadenó y de los que ofreció una pincelada de cada uno, dedicados a su prima, allí presente, también sobrina, como ella, de Canalejas de Puerto Real. La gaditana tampoco se atuvo al programa previsto, pero eso es secundario cuando se destila dulzura y salero a raudales, como se pudo comprobar al cantar por alegrías, el palo por antonomasia de su tierra. Muy bien acompañada por la guitarra salinera (de muchos quilates, con precisión y compás) de otro maestro de la sonanta, Antonio Carrión, Cornejo, a sus 64 años, y pese a la mengua natural de facultades (quien tuvo, retuvo) propia de la edad, salió airosa del trance por su profundo conocimiento de los cantes y un derroche de arte, salero y compás (¡qué compás!). Fue un momento culmen, por alegrías, con homenaje final a los cantaores de su tierra.
Continuó con chuflillas de Cádiz, con remate por jotas, no en vano, según algunos teóricos, se encuentran en el origen de las alegrías. “Entra to’ por compás”, apuntó con esa gracia que le caracteriza. “Parece que he corrido veinte kilómetros”, bromeó. Por soleá (de Triana, La Andonda y Paquirri El Guanté), con una gran introducción de guitarra, se mostró profunda y con pellizco. Colosal sin necesidad de grandes alardes. Por bulerías, de pie, y con La Perla de Cádiz como referente, se volcó, pataíta incluida. Derroche de arte. Uno podría estar dos días escuchándola y no se cansaría. En medio del ritmo vertiginoso de las bulerías, la calma del bolero Si tú medices ven y la copla Ojos verdes.