Revista La Flamenca. Roberto D´Armiento, Jerez de la Frontera, Sala Compañía, 2/3/2012 Foto: Javier Fergo
Todo estreno en solitario genera curiosidad y expectación. Anoche había bastante gente en la Sala Compañía para disfrutar del primer montaje en solitario de este joven bailaor gaditano formado en compañías tan destacadas como las de Antonio Canales o de Eva la Yerbabuena. El que es, en palabras de su protagonista, un homenaje a su abuela Dolores, mentora del bailaor, nos brinda un viaje a través de sus inquietudes artísticas con un montaje variado, con mucha danza, más de un guiño al baile contemporáneo y un fondo efectista.
El espectáculo se abre con un largo silencio, roto por un canto celestial, que nos ofrece un Eduardo casi desnudo que meticulosamente se encarga de construir su universo flamenco disponiendo él mismo las sillas del cuadro en una especie de rito iniciático lleno de pathos. Cada componente del cuadro, guitarristas, cantaores y percusionista, van ocupando de uno en uno sus sillas sumándose al ceremonial. Mientras, Eduardo se viste de torero en una esquina del escenario y toma la alternativa; lo hace por caña. Aprovechando la dinámica mecedora propia de este palo Eduardo se mueve como un felino sobre las tablas y crea estampas de banderillero, antes de rematar con capote y estocada final. Iniciación completada. Eduardo nos brinda ahora su versión más hedonista, prácticamente en calzoncillos y al ritmo de la percusión de un adufe árabe, se coloca una camisa y un pantalón y se prodiga en unos tangos interpretados con garra y variedad de recursos. Eduardo utiliza todo su cuerpo para dar forma a su danza y matizar el compás, braceo abundante, giros, zapateado limpio, así como, movimientos de cadera al límite de los de un stripper.
Unas malagueñas de El Mellizo rematadas con abandolaos muy bien interpretadas por El Pulga, sirven para cambiar de tercio y Eduardo reaparece en escena para bailar unas alegrías de fin a principio, osea empezando por el final por bulerías de cádiz y haciendo el camino a la inversa hasta llegar al fragmento en tono menor del silencio, que da fin a la pieza. Sin darnos el tiempo de reubicarnos, asistimos a un fuera de programa protagonizado por la cantante Pasión Vega que hace acto de presencia, homenajea a su amigo Eduardo, susurrando antes y cantando después Soledad de mis pesares, pieza en la que el bailaor ahonda en el drama interpretativo.
Acto seguido es una seguiriya en la que Eduardo elige una coreografía muy densa, y condimentada con muchos movimientos de baile contemporáneo que acaban por neutralizar la fluidez del fragmento.
La función finaliza así como empezó, con los componentes del grupo abandonando de uno en uno el escenario dejando solo al bailaor que con el torso desnudo recibe el aplauso de un público fiel al que no defraudó. Eduardo Guerrero, en su primera salida en solitario, puso toda su carne en el asador mostrándonos la variedad de recursos de los que dispone además de su inquietud por lo coreográfico, elemento irrenunciable de su montaje.
Ficha artística.
Baile: Eduardo Guerrero. Cante: Miguel Londro. Antonio “El Pulga” Guitarras: Andrés Martínez. Óscar Lagos. Percusión: Raúl Botella.