Manuel Agujeta. Manuel Moneo. Capullo de Jerez. El Torta. Fernando de la Morena y Luis El Zambo `Una Bacanal de Cante´
Judevelo: Jerez de la Frontera. Teatro Villamarta. 2/3/2012 21:00 H.
Foto: Javier Fergo
Lucha de titanes flamencos, confrontación de egos, personalidades indómitas que difícilmente se constriñen a las exigencias de la escena. Todo podía pasar. Expectación por los aires y todo el papel vendido para un espectáculo que condensaba lo mejor del cante de Jerez.
La ronda de tonás que abrió el espectáculo, con cinco de los cantaores de pie en escena y sendos cenitales sobre ellos que se encendían a medida que les iba tocando el turno, arrancó ya los primeros olés de un público extasiado. Luís el Zambo recordaba a Moraíto, mientras el Torta, bastón en mano y visiblemente aquejado de lumbalgia, brindaba un cante con sabor a amontillado viejo. La garganta de Manuel Moneo desprendía aromas de roble envinado con oloroso, un martinete solera gran reserva de Manuel Agujetas puso el cierre a este primer número.
En un ámbito tabernario, sobre dos mesas de tabanco que se disponían en el extremo izquierdo de la escena, se fueron trasegando al golpe, como si de medias botellas se tratara, los cantes de Capullo, el Zambo y Manuel Moneo. Buena ligazón de tercios y portentoso dominio del compás que derramaban los efluvios báquicos por todo el teatro. El respetable se encontraba ya por entonces al borde del paroxismo.
Llegó entonces el momento de la introspección, de la pena, el vino que se avinagra y escuece en nuestras heridas. El de la Morena lloró por seguiriyas la pronta e inesperada marcha de su primo Morao. Como contrapunto, El Zambo escanció luego unas malagueñas con toques de Pedro Jiménez que encontraron en el toque de Fernando Moreno el catavino idóneo.
El peculiar decir del de la Morena por bulerías, con la juguetona y traviesa guitarra de Periquín, nos devolvió al ambiente festero y frenético. Tras estos buchitos de fino seco y punzante, Manuel Moneo abrió de nuevo la canilla de su milenaria bota para verter soleares de alta graduación. Su nieto, que le acompañaba a la guitarra, se fundió con él en un abrazo musical que simbolizó la fusión que entre los caldos viejos y nuevos se produce en esta bendita tierra.
La pena se vio vencida por las alegrías con olor a Manzanilla sanluqueña que el Torta sirvió en vaso de caña sobre bandejita de plata. Fue entonces Capullo, con la guitarra de Periquín, quien se adentró de nuevo en la sacristía del cante para sacar unos tientos-tangos del color del palo cortado. Hizo después un par de fandangazos y dio paso a las bulerías paulistas del Torta que él mismo adornó con pataítas dionisiacas.
La escena se había convertido entonces en el tabanco más selecto de Jerez. Por los ventanucos se asomaban ya curiosos que no querían perderse esta reunión histórica, este encuentro de titanes. Soleares, seguiriyas, fandangos y más seguiryas de Agujetas, servidas por la venencia sonantera de Manuel Valencia. Embriaguez emocional desbordante que hizo de las tablas y el patio de butaca el mismo espacio ritual.
Con las cuatro guitarras sobre el escenario, compás y pataítas jugosas de Bó, Chicharo y Juan Grande y la participación de varios espontáneos que se habían visto arrastrados por la espiral caótica que giraba entonces en el proscenio, la ronda de bulerías puso fin a este rito báquico con el recuerdo a otros dos titanes, Terremoto y Moraíto.
Ficha artística.
Cante: Agujetas. El Torta. Capullo de Jerez. Fernando de la Morena. Luis el Zambo. Manuel Moneo. Guitarras: Niño Jero. Fernando Moreno. Manuel Valencia. Barullito. Palmas y compás: Manuel Soto 'Bo'. Chícharo. Juan Grande.