Judevelo: Jerez de la Frontera. Teatro Villamarta. 27/2/2012 21:00 H.
Foto: Javier Fergo
Con Vicente Escudero como referente manifiesto de su propuesta, llegaba al primer escenario del Festival el premio Nacional de Danza 2005. Fue la suya una obra de gran abstracción, impactante, inquietante y densa por momentos. Con una escenografía escueta, fría, metálica y desnuda como la caja escénica en la que transcurre todo. Un montaje con pocos ingredientes, muy dispares entre ellos pero bien articulados, por sorprendente que parezca; el cante atávico, hipnótico y espeso de Inés Bacán, el piano onírico, desconcertante y angustioso de Sylvie Courvoisier y, como nexo, compás y jaleos del jocoso Bobote, que con el paso a dos que se marcó con el protagonista puso un hilarante contrapunto a la condensada atmósfera por la que discurría el show en sus tramos finales. Sobre estos tres elementos danza y más danza, el baile preciso, tensionado, irreverente, iconoclasta y surrealista de Israel, que de vez en cuando se sentaba reflexivo a escuchar el cante de Inés o el piano tenebrista de Sylvie.
Precisión absoluta en el manejo de su cuerpo, belleza descarnada en las figuras que compuso, flamencura incontestable en sus remates y marcajes. El sevillano bailó con todo, se regodeó en los silencios, le sacó sonidos a cada una de las partes de su cuerpo, a la chaqueta de cuero setentona con la que interpretó la primera parte, a los elementos del atrezo. Si en un espectáculo anterior se valió de una silla mecedora de afilados pitones para crear una sorprendente coreografía, en este baila sensacionalmente por martinetes con recuerdos al gran Antonio sobre una mesa de madera, o se cuelga al cuello una silla de tijera como si con ello quisiera simbolizar alguna carga existencial. Equilibrio, limpieza y vertiginosidad en sus movimientos que despertaban comentarios de admiración por lo bajini y olés contenidos. Provocó la risa nerviosa del respetable y mantuvo el alma de todos en vilo, a expensas de lo que acontecía en escena, turbados por el discurrir de los pasajes. El clímax en el baile con pandero sobre polvo de magnesio, un número de gran efectismo en el que el bailarín se expía ante el asombro y la estupefacción de sus compañeros de escenario y de la propia audiencia.
“La Curva” supone un zamarreo intelectual, una sacudida de conciencias, un revoleo de sensibilidades como el que le propinó a las torres de sillas que estruendosamente cayeron sobre el escenario. Una obra que más que agradar, te deja amarrado a la duda, a la desazón….pero nunca indiferente.
Ficha artística.
Baile: Israel Galván. Piano: Sylvie Courvoisier. Cante: Inés Bacán. Compás: Bobote. Idea original, coreografía y dirección musical: Israel Galván. Composición musical: Sylvie Courvoisier. Dramaturgia y dirección escénica: Txiki Berraondo. Diseño de iluminación: Rubén Camacho. Sonido: Félix Vázquez. Atrezzo y coordinación técnica: Pablo Pujol.