Jóvenes talentos entre el virtuosismo y el sentimiento
Web revista La Flamenca 24/3/2011
La guitarra flamenca suele pasar a un segundo plano cuando se utiliza para acompañar a un cantaor, aunque también haya momentos para el lucimiento del guitarrista. No fue el caso del espectáculo que Javier Conde, primero, y Santiago Lara, después, dos jóvenes talentos, ofrecieron el 23 de marzo en el teatro Cánovas de la capital malagueña, dentro del ciclo ‘Flamenco viene del Sur’. El protagonismo absoluto fue para este instrumento.
Conde es un virtuoso que, probablemente, gane con los años en sentimiento y, por tanto, en profundidad. Abrió el recital con una variación sobre el programa previsto. Abordó en soledad una taranta, palo que, como otros de Levante, suele deparar bellas falsetas, como fue el caso. Prosiguió por alegrías para interpretar, acto seguido, ‘Danza mora’, pieza de música árabe de singular belleza. De vuelta al guión preestablecido, se lució con el zapateado, pieza específica para guitarra. Su padre, José Antonio Conde, se incorpora como segunda guitarra para interpretar ‘Vals flamenco’, de Niño Miguel.
El extremeño alcanza el cénit de su actuación con ‘Cueva del gato’, rondeña de Paco de Lucía, en la que exhibe una gran seguridad impropia de su edad, aunque tampoco hay que sorprenderse, ya que cuenta en su haber, entre otros galardones, con el ‘Bordón minero’ del Festival del Cante de las Minas de La Unión (Murcia). Se despide con una polka paraguaya (‘Pájaro campana’) para arpa adaptada para guitarra.
Santiago Lara, otro joven talento de la sonanta, exhibió su maestría ya desde el comienzo, con una bellísima taranta, en la que se aprecia su toque singular, fino y preciosista. Sin menoscabo de Conde, el jerezano siente y padece, y lo transmite. Es su primera actuación como solista en Málaga y, para abordar su segunda pieza, por bulerías, se acompaña de palmeros y percusión. En los fandangos de Huelva, Londro pone el cante. Sin grandes facultades, canta con verdad, profundo, desde muy adentro.
Interpreta Lara unas alegrías con mucho sabor a Cádiz y, a continuación, enlaza granaína y seguiriya. Son momentos de gran belleza, con Londro al cante. Curiosamente, las seguiriyas las canta con la guitarra a ritmo de bulerías, algo que suele hacer Duquende cuando acompaña a Paco de Lucía. Al fin y al cabo, tienen el mismo compás de doce tiempos o de amalgama. Una forma original de mantener el interés del espectador sin perder un ápice de profundidad.