Lola Pantoja: Sevilla / Monasterio de la Cartuja, 9/9/2012
Fotos: La Bienal
El baile de Israel Galván es al flamenco lo que la danza contemporánea es al ballet clásico, esto es, voluntad de trasgredir, de ir más allá de los límites establecidos en busca de una mayor libertad expresiva. Y en esa búsqueda, al igual que lo hiciera el mítico Vicente Escudero en Nueva York a principios del siglo pasado, el bailaor ha llegado a enfrentar su baile a un silencio tan radical como locuaz, porque nos permite percibir tanto su ritmo interno como la esencia del compás, o lo que es lo mismo, de la medida del ritmo de cada palo, de cada pieza de baile.
Se trata, sin duda de un reto que exige un alto grado de concentración. El ritmo interno, cuando no cuenta con el sustento de la medida marcada por la música, tiende a la aceleración. Así lo reconoció el bailaor en la rueda de prensa de presentación del espectáculo cuando dijo que, para él, lo más difícil de este espectáculo era evitar aumentar el ritmo a medida que la coreografía iba transcurriendo. Tal vez por eso la ha concebido como una sucesión de estampas fijas que devienen de la combinación del taconeo con el movimiento disociativo de manos y brazos, delimitando un sinfín de figuras inquietantes y sinuosas, cargadas de rigor trascendente.
Y el silencio, revestido de solemnidad al comienzo del espectáculo, se rompe con un sinfín de sonidos a medida que su cuerpo va adueñándose del espacio, dotando de magnificencia a las chimenas de la antigua fábrica de cerámica, fundiendo el batir de sus manos contra su pecho, contra su vientre y sus piernas, arañando el aire con unos saltos tan provocadores como inesperados, marcando el ritmo con su taconeo, a caballo entre el claqué y flamenco. Y el público contiene su aliento ante el vértigo de una partitura de movimientos que, aunque delimita una coreografía cerrada, deja entrever los ingredientes básicos del flamenco: improvisación, inspiración y lucha por crear nuevas formas que den la luz a las emociones universales dentro de un esquema rítmico cerrado y preciso.
Se trata sin duda de un espectáculo valiente y trasgresor en el que Israel pone todo su virtuosismo al servicio de la abstracción más absoluta y, por tanto, más inquietante e irreverente. El resultado es un producto tan auténtico como sobrio e impactante. Cuarenta minutos -que parecen veinte- de desnudez dancística en soledad, con el único apoyo de un aparataje técnico perfecto que permite al bailaor convocar toda una gama de sonidos con su taconeo y el choque de su cuerpo contra el escenario. Lástima que el sonido de fondo de lo que parecía un generador no nos permitiera disfrutar de ello plenamente.
Ficha artística:
Obra: Solo
Lugar: Sevilla/ Monasterio de la Cartuja, 9 de septiembre
Coreografía y baile: Israel Galván
Coordinación técnica: Pablo Pujol
Sonido: Pedro León