Revista La Flamenca: Revista nº 8 / año 2005 Enero Febrero. Carlos Lencero
En el mundo de los toros cuando se dice Curro no hace falta añadir nada más. Todo el mundo sabe que Curro sólo hay uno: Curro Romero.En el mundo de la guitarra flamenca cuando se dice Diego tampoco hace falta, para el aficionado, más añadidura. Diego, como Curro, sólo hay uno: Diego del Gastor.
Escribo estas líneas mientras observo su carné de identidad. El número 25.256.516. Don Diego Amaya Flores. Nacido en Ronda, prov. de Málaga, el 15 de Marzo de 1908. Hijo de Juan y de Bárbara. Profesión: guitarrista. Domicilio en Morón de la Frontera. Provincia: Sevilla. Calle Posito. Expedido en Morón de la Frontera. Sevilla. (no pone día ni fecha de expedición. Pero caduca a los cinco años). Firma (con buena caligrafía): Diego Amaya.
Hay algunas inexactitudes en el documento. Diego no nació en Ronda. Nació en una fonda de Arriate. El solía decir que su madre empezó el parto "en caravana, bajo las estrellas". Las inexactitudes del documento se deben a que Diego fue inscrito en el Registro de Ronda, y en ronda, en la calle Sevilla número 120, se celebró su bautizo. La fiesta duró cinco días.
Su padre, Juan, era tratante de ganado y vivía en El Gastor. Diego estuvo allí hasta los 9 ó 10 años. La familia se mudó a Morón y allí Diego pasó toda su vida y esperó su muerte. Con elegancia. Siempre con elegancia. Como viven y mueren los flamencos. Siempre hubo gran afición y buenos guitarristas en Morón. Diego los superó a todos y pasó a la historia tremenda de los mitos. Sin querer. Simplemente. Un gran guitarrista, un genio de la guitarra, al salir un día el nombre de Diego en una conversación dijo: "Ah, si, ese del pelo blanco que se equivoca mucho". Esta vez el que se equivocó fue el genio. No había entendido nada y se equivocó.
Mucho tiempo después, tras diez años sin tocar en Sevilla, Paco de Lucía pasó la mañana antes del concierto en el pueblo de Umbrete, con un grupo de amigos, en el Aljarafe sevillano. Dieguito de Morón estaba pasando allí unos días. Yo le acompañaba. Recuerdo a Rafael Riqueni, a Tomatito, a Raimundo Amador. Una reunión de alto voltaje. Asustada en un rincón una guitarra esperaba.
Paco, maestro y sencillo rompió el hielo, la cogió y tocó un poco. Nadie se atrevía a tocar. Dieguito de Morón, si. "Pasé mucha vergüenza y mucho miedo", me comentó después. Pero tocó. Y en un momento dado, Paco gustó de una falseta y le pidió a Dieguito que la repitiera. Después, el maestro de Algeciras pidió la guitarra e intentó repetir lo que Dieguito había hecho. Tras dos o tres intentos Paco le devolvió la guitarra y dijo: "eso está mu complicao pa mi". Yo estaba allí y Dieguito era el sobrino preferido de "ese del pelo blanco que se equivoca mucho". Y la falseta que Paco no ligó era de Diego del Gastor. Es simplemente una anécdota.
Esa noche Paco puso a reventar el Lope de Vega sevillano. Un pedazo de concierto. Una actuación genial. Y no creo que haya olvidado ese concierto y esa noche que nos regaló. En el último toque se le rompió la prima, y Paco se levantó con genio y con cabreo. El público, con una larga y cerrada ovación le vino a decir: Paco, no te preocupes. Da igual. Tu puedes tocar con cinco. Esa son las "cositas buenas" de Sevilla.
Diego fue un tocaor "pa cantar". Uno de los mejores tocaores pa cantar que ha dado el flamenco. Y, por supuesto y sin discusión, el más personal, el que más sello propio tenía. Y tiene.
A cualquiera de los grandes guitarristas que honran y engrandecen la guitarra flamenca actual me gustaría a mi verlos (en mi imaginación lo hago) encerrados en un cuarto con Fernanda de Utrera, Perrate, Manolito de María, Juan Talega y el Tío Chozas, por ejemplo. Un puchero mu grande, dos arrobas de mosto y dos días y dos noches de fiestas. Y una sola guitarra paras toso: la de Diego. Me pregunto mientras miro su foto en el carné .... ¿Quién se metería en ese cuarto con su guitarra y aguantaría el tirón y el cante de esos monstruos? Y yo mismo me digo en alta voz: Nadie.
Diego no tocaba pa bailar en un típico cuadro y menos para dar un recitar al uso de hora y media. Pero pa cantar era único. Una autentica claqueta. Por eso los cantaores "descuadraos" y los que cuadraban cuatro y descuadraban dos le huían como a una vara verde. Por bulerías, por siguiriyas y por soleá Diego partía la pana. Sólo su enorme afición, su amor al cante, decía Juan Talega, le permitía tocar con tanto cariño y dulzura, dándole su sitio al cantaor y, a la vez, obligándole. A cuerda pelá, como dicen los flamencos, la falseta que tenía ese día en la cabeza la recreaba Diego una y otra vez, con distintos matices, con distintas variantes, durante toda una fiesta. Los bordones y el alzapúa de Diego partían las camisas. Fernanda, loca del sentido, le grito una noche ...."Diego, ni Beethoven ni sus muertos". Y sin guitarra en la mano, Diego fue siempre un caballero de la vieja escuela. Refinado. Con un sentido de la estética que casi nadie ha tenido en el flamenco.
Dicen que cuando murió eran las doce del mismo día en que a las tres de la madrugada estuvo tocando en el barrió de Santa María porque una vecina le pidió: "Diego de mi alma, tócame un poquito". Eso ocurrió un 7 de Julio de 1973. Alfonso Fernández Malo lo recogió en un magnifico artículo. La emisora local retransmitió su entierro.
Hoy, más que nunca sólo hay un toque diferente a todos, único y distinto. Y tiene un nombre muy sencillo. Se llama Diego.