Triunfo sin paliativos de la bailaora gaditana, que presentó en Sevilla dentro del ciclo Flamenco Vienen del Sur, su nuevo espectáculo, ADN.Rosario Toledo
Web Revista La Flamenca. Luis M. Pérez. Sevilla /Teatro Central/ 18/3/2015
Venía precedida por su éxito en el Festival de Jerez, donde el pasado día 24 de febrero estrenó este mismo espectáculo, con gran éxito de público y crítica. La semana pasada fue incluida entre los finalistas para los premios Flamenco Hoy como mejor bailaora de 2014. Tal vez por ello, y porque Rosario Toledo (n. Cádiz, 1977) lleva muchos años afincada en Sevilla y es, por así decirlo, un referente para muchas y muchos jóvenes que comienzan su andadura profesional en la capital hispalense, la expectación a las puertas del Teatro Central era palpable.
La lluvia no fue impedimento para que decenas de caras conocidas, jóvenes y no tan jóvenes talentos del flamenco pasaran por taquilla y, empapados, fueran desfilando, a falta de alfombra roja, bajo un interminable cortejo de paraguas en busca de una entrada de última hora. Los últimos se quedaron sin boleto.
ADN es un espectáculo moderno que está hilvanado por una serie de estampas o cuadros escénicos, donde la bailaora hace gala de sus dotes interpretativas. Los artistas son todos personajes dentro de la obra, pero hay desde el principio un componente meta-teatral: el teatro dentro del teatro, la actriz que recibe una llamada en su móvil justo antes de comenzar la actuación real, recurso que apela a la complicidad del público, que acepta gustoso su papel de doble espectador en el juego de realidad y ficción.
Una llamada telefónica que hunde a la protagonista en el dolor y la desesperación justo un segundo antes de salir a bailar por alegrías. Rosario no puede sino tragarse su llanto y salir a trabajar, es la vida misma la que te empuja a ello. Y es difícil resistirse cuando el que te canta es David Palomar, formado durante años en el cante de atrás. Aún así, la bailaora muestra su desánimo, la angustia puede con ella por momentos. El mirabrás, la cantiña de las Mirris, la vuelven a levantar y va adueñándose del escenario con sus caderas, enredando y desenredando sus pies en un vestido de colorido imposible, ahora grana, ahora azul, al que la bailaora se abraza desesperada, para un minuto después levantar los brazos haciendo de tripas corazón.
El título de ADN es una reivindicación de su propia gaditanía, de esa forma particular de bailar que no es sino reflejo de la cultura popular de la tacita de plata, donde las fatiguitas dobles y las duquelas diarias son más llevaderas con alegría, gracia y una predisposición del inconsciente colectivo hacia el optimismo, con los pros y los contras de esta filosofía de vida milenaria.
Tras el número de baile, vuelve el personaje a encontrarse con su dolor, sola en su camerino, mientras escucha con melancolía la milonga de Pepa de Oro, aquella sin par gaditana que, tras acompañar a su padre en sus giras taurinas por América, esparció los sones caribeños por los aledaños de la calle Mirador: “Oye, china, los lamentos de este amante desgraciao”. Y Rosario Toledo se vuelve a levantar como puede, se viste de calle, gafas negras y look ochentero, y se deja llevar por el ritmo irresistible de la percusión de Roberto Jaén, volviendo a recoger del suelo cada cachito de su corazón.
Y de nuevo es David Palomar el encargado de levantar su autoestima, acordándose por rumbas de Canalejas de Puerto Real y de Chano Lobato ”La mujer que quiere a un chino”. Otra vez la gracia de la bailaora, el descaro de las mujeres de la Caleta, David se convierte en ligue de una noche, Rosario en una “killer” dominadora, erótica, no te olvides de recogerme el bolso, y el teatro se levanta feliz ante tanto salero junto.
Lo que estaba por venir es parte importante del éxito del espectáculo. Porque Rosario Toledo se ha rodeado de los mejores profesionales y de los puntales donde hoy por hoy reside ese pretendido ADN al que alude el título de su espectáculo. El cante grande tuvo su papel en la parte central de la obra.
Incontestables las figuras de don Juan Villar y de Niño Jero (cuánto reconocimiento habrán dejado de ganar fuera de Cádiz y de Jerez, respectivamente, por los diminutivos de “Juanito” y “Periquín” estos monstruos del acompañamiento, cada uno en lo suyo.) Y ambos maestros nos deleitaron con una serie de seguiriyas como ya pocas podremos escuchar. Sorprendió el gran estado de forma de Juan, que estuvo enorme toda la noche. En un gesto que le honra, cambió la letra del cambio de Juanichi el Manijero “comparito mío, Cuco” por “comparito Farruco”, detalle que el público le agradeció.
Tras ellos, la iluminación, muy cuidada y acertada como elemento de transición entre las escenas, nos pone en primer plano a David Palomar y Roberto Jaén, haciendo nudillos sobre una mesa de un tabanco cualquiera. Así, a palo seco, David nos paró los pulsos con un recorrido por soleares, entre las que queremos destacar las del Chozas y Paquirri el Guanté. Terminado el número, entran en escena Juan Villar, primero, que imparte una lección por soleá de Alcalá y de Frijones, y Rosario Toledo, después. Impresionante la compenetración de todo el cuadro con la bailaora, pero sobre todo la del veterano maestro, que abraza, acompaña, toca, acaricia. Es el que hace sufrir a la bailaora, el causante de sus penas, y quien saca lo mejor del arte de Rosario, que tiene en la soleá uno de sus puntos fuertes. Fue lo más ovacionado de la velada, con el teatro puesto en pie.
La recta final fue larga, en una noche que prometía ochenta minutos que se convirtieron en ciento diez, para dicha del respetable. Entrega y buen hacer. Como en los fandangos de Antonio el Rubio y de María la Sabina con que nos obsequió David Palomar, que llama con toda la mano abierta a la puerta de primera figura del arte flamenco.
Quedaba espacio para la comedia después de mantener tanto tiempo la vis trágica. Rosario y Roberto Jaén se van de borrachera y nos sorprenden con unas jotillas y el baile del Chacarral con una botella de anís entre las frentes de ambos. Un homenaje de muchos quilates a Mariana Cornejo quiso darle personalmente Rosario, que estuvo graciosísima, en plena borrachera, recitando sus conocidos tanguillos de “La guapa de Cádiz”.
Y tras ello, el baile con mayúsculas de la bata de cola y mantón blanco marfil. David canta la caña de Curro Dulce y la bailaora parece un ave fénix que renaciera de sus cenizas. Dominio del escenario y de la técnica. Belleza y clasicismo como contraste a su ADN.
Y llega el final por bulerías. Con todo el elenco al completo, Juan Villar vuelve a acordarse de Farruco, cantando el comienzo de Bodas de Gloria. Las guitarras de El Cabeza y Periquín, el compás sin igual de los palmeros de lujo. Cuplés y bulerías despacito, mientras Rosario se hace más gaditana que nunca, un torbellino de mohines, sonrisas y miradas picantes, gestos más propios del baile de las casas y patios que los puramente académicos. Nadie lo puede negar, es de Cai Cai, pisha. A solas consigo misma, mientras se desnuda y se desmaquilla, vuelve a sonar el teléfono. Pero esta vez no lo cogerá.
Ficha artística
Espectáculo: ADN por Rosario Toledo: Flamenco Viene del Sur /Teatro Central de Sevilla 17/3/2015
Baile y coreografía: Rosario Toledo
Maestro invitado: Juan Villar
Colaboración especial: David Palomar
Guitarra y música: Rafael Rodríguez “El Cabeza”:
Guitarra: Periquín Niño Jero:
Percusión y palmas: Roberto Jaén