La Unión celebra estos días una edición marcada por la variedad y la popularidad de su cartel, abriendo las galas flamencas con el baile de Eva Yerbabuena y rematando con la voz de Miguel Poveda.
Se abrió la catedral del cante el viernes 2 de Agosto para recibir a la primera artista, aunque, la noche anterior ya habían abierto boca con los ganadores del concurso anterior. Eva Yerbabuena llegaba tras su letargo por la maternidad a un escenario que le aguardaba grandes sensaciones. Comenzó encendiendo la bombilla por seguiriya, llena de sensibilidad, abrumadora en sus movimientos. Elegante para no variar, reina de las luces cenitales y el dramatismo. Con un cante atrás de primera mano como lo son las gargantas de José Valencia, Jeromo Segura, Enrique "El extremeño" y Segundo Falcón, como es el toque de Paco Jarana y la percusión de Raúl Domínguez. Eva está dulce, desprende luz, se pasea flotando por las tablas y descansa, dejando espacio para los pasos a tres de Mercedes Ruiz, Eduardo Guerrero y Moisés Navarro. Se despidió bailando por soleá, que ya es raro, pero es símbolo de grandeza; dejando al público ensimismado con su movimiento y maestría.
El sábado 3 de agosto le llegaba el turno al toque, a Córdoba, a la fusión con otras líneas musicales. Vicente Amigo regaló un recital tranquilo y sin asaltos, comenzando su noche por tarantas, concretamente la pieza que le hizo ganar el Bordón Minero en el año 1988. Regresó 25 años después a homenajear a esta bendita tierra que siempre sabe reconocer el talento flamenco. También hizo piezas por soleá y abandolaos, y predominaron los temas de su último disco "Tierra" como el "Bolero a los padres" o "Río de la seda". Dejando para el final de la noche su ya afamado "Roma" y la bulería dedicada al torero José Mari Manzanares "Azules y corintio". Acompañado por Rafael de Utrera, al cante; Añil Fernández a la guitarra, Paquito González y Patricio Cámara en la percusión, Juanma Ruiz al bajo, Alexis Lefevre al violín y el flautista Agustín Carrillo; Amigo dio un recital en la tierra castigada por las oscuras grutas mineras volviendo a dejar su esencia y con el público lleno de melodía.
Diego "El Cigala" se reservaba su lugar el 4 de Agosto, intentando volver a ser flamenco y conectar con su público. El cantaor de Madrid ofrecía un recital clásico, lleno de luces y sombras, con martinete, cante de levante, sevillanas, tangos, bulerías, malagueña o soleá. El repertorio era purista y clásico, pero Diego ya está fuera de los muros que levantan el flamenco y brilló más en el final de su espectáculo con los temas "Corazón loco" y "Compromiso", más cómodo y con la voz mejor colocada. Se notaba menos improvisado conforme transcurría la noche y estuvo arropada por las guitarras jerezanas de Diego y Pepe del Morao, las palmas y jaleos de Ané Carrasco, "Tarotito" y Juan Grande. Sin duda, el cantaor sabe que tiene su público en esta zona de levante y respondió a la llamada del arte flamenco mostrando respeto y emoción
La gran sorpresa vino el lunes 5 de Agosto, cuando la cantaora onubense Argentina se presentó en el Antiguo Mercado Público para realizar un viaje por el cante. Llegó la juventud y la fuerza, con el toque femenino altamente poderoso en la planta de esta artista que abrió con un garrotín, para adentrarse en los pilares el flamenco puro, ortodoxo y singular, recuperando cantes que no son fáciles de escuchar en un repertorio, como la caña, el polo, la serrana, minera del maestro Pencho Cros, bambera, soleá de Triana y Zurraque, cantiñas, bulerías con cuplés y fandangos, seguiriya de Juanichi con un remate que aún retumba su eco o fandangos de su tierra, destacando el manejo de la voz en el estilo de Rebollo. La calidad y la energía de Argentina el lunes en la catedral del cante dejó ese sabor de boca que permanece aún en la afición con la clara idea de que es una perfecta heredera del cante flamenco de ayer, de hoy y de mañana; acompañada por José Quevedo "Bolita" y Eugenio Iglesias a la sonanta, las palmas de "Los Mellis" y "Torombo" que se marcó un bailecito y la percusión de José Carrasco. Viveza y mucho futuro se le ve a la cantaora de Huelva que tanto ofreció y nos hizo disfrutar en su noche, porque, como ella misma dijo: "los flamencos venimos al mundo a disfrutar", que así sea siempre.
El que se lo jugaba con la vanguardia fue el bailaor Israel Galván, que actuó después del recital de Argentina, y ha sido la apuesta más arriesgada que La Unión haya podido ver; y es que Galván mantiene la vanguardia y el flamenco unido a otros aspectos llenos de complejidad. Cuando ganó el Desplante en 1996 quién iba a pensar que fuese capaz una obra como "Fla-co-men" llena de matices y sensibilidades de las que o llegas al objetivo o andas perdido. Israel estuvo cómodo, pese a llevar una puesta en escena y un montaje inusual pero altamente rebosado de arte. Con el cante de Tomás de Perrate, percusión y vientos de Juan Jiménez y Antonio moreno, el violín y el bajo de Elo Cantón, el artista aportó su visión de lo que es baile y sobre todo, lo que está más allá, lo que no es palpable para los demás pero está ahí y existe, lo que Israel Galván pone en marcha no es baile flamenco, está claro que supera esa esfera.
Para concluir las galas flamencas y dar paso al concurso, el broche de oro se lo dejaron a modo de homenaje al cantaor catalán Miguel Poveda, que festeja los 20 años desde que se alzó con la Lámpara Minera y cambió su vida y la historia de este festival. Aquejado por una bronquitis, pedía disculpas al público que abarrotaba el recinto y se ofrecía a volver otro día para poder darlo todo. Aún así, afectado de voz, Poveda es un artista que salió a torear uno de los miuras más difíciles de su carrera. Comenzó por malagueñas donde ya se le notaba ciertamente la voz rozada y ronca, remató por abandolaos y comenzó la fiesta, poco a poco se fue soltando y acomodándose, no se podía hacer otra cosa. Cantó por alegrías, cuplés por bulerías, tientos con remate en tangos, soleá, fandangos, el tributo a Lole Montoya con "Todo es de color", su tema "A ciegas" a petición del público, y una emotiva minera con tres cuerpos de letra, una suya, otra de Encarnación Fernández y para rematarla la de su maestro Pencho Cros. Casi nada para estar tocado de voz, pero el compromiso que Miguel Poveda mantiene desde hace dos décadas con La Unión se palpaba en el ambiente con un lleno absoluto jamás visto en la historia del evento más importante que tiene el flamenco. También destacó Miguel Ángel Soto "El Londro" que cantó por bulerías, el toque de Jesús Guerrero y Juan Ramón Caro que acompañó a Miguel al concurso en 1993, las palmas de Carlos Grilo y la percusión de Paquito González. Con este cuadro llegó a las dos horas de espectáculo y con la afición entregada desde el primer momento Poveda prometió volver, sin duda, es un flamenco de palabra y sabemos que seguirá haciendo historia en una ciudad que lo admira, lo respeta y lo adora.
Así finalizaban los cinco días de galas flamencas que preceden al concurso, buscando el arte flamenco en las voces, los cuerpos y las almas de todos los artistas que se subieron al escenario del Antiguo Mercado Público. Lo que allí se puede llegar a sentir, allí queda, para volver a tener la sensación de magia tienes que repetir y regresar porque es un lugar único. Ya en la catedral del cante suenan los cantes, toques y bailes por levante, tiznaos de oscuridad y drama, matizados a golpe de nervios de los que sueñan con hacerse un hueco en este arte y saborear el reconocimiento del mundo flamenco, pudiendo contar como punto de partida con el concurso del cante de las minas. El sueño acaba de comenzar y a veces, se cumple.