El veterano cantaor jerezano dejó su sello personalísimo en el Teatro Central de Sevilla, con una más que notable actuación en la tercera noche del ciclo Flamenco viene del Sur.
Web revista La Flamenca. Luis M. Pérez. Sevilla /Teatro Central/ 11/3/2015 Fotos: Pepe Montiel
La Isla de la Cartuja se convirtió anoche en sede figurada del Festival de Jerez, gracias a la legión de aficionados jerezanos que llegaron ayer a Sevilla para estar con su paisano Miguel Flores Quirós (n. 1954), Capullo de Jerez. Sabían a lo que venían, sabían lo que querían.
No tuvieron que esperar mucho. Nada más apagarse las luces, Miguel se abrió el pecho como hiciera aquel pelícano cofrade, símbolo del amor filial, procesionando a golpe de carceleras y martinetes. Su voz manaba rancia, espesa, entrecortada. No era un grifo abierto, sino una hemorragia sabiamente contenida a cada golpe, contrarrestada con silencios que saben dónde más duele. Con unas bulerías por soleá muy jerezanas hurgó en las heridas de más de uno, acabando con unas soleares de Carapiera y de Frijones, en las que hubo más de un guiño al Viejo Agujetas.
Con esas soleares y unos tientos con letras del Mellizo pero interpretados de forma muy personal, el Capullo de Jerez nos dio la medida de lo que es capaz de dar. Estaba justificado con holgura el precio de la entrada. Después, la herida del pecho del pelícano fue cicatrizando y la tensión fue de más a menos.
Cada artista tiene su público y se debe a él. Y esta afirmación, que, a pesar de su obviedad, rara vez se entiende o se disculpa, es tanto más verdadera cuanto mayor es la personalidad del artista en cuestión. El Capullo de Jerez es uno de esos cantaores de personalidad desbordante. A cada letra que canta, cuando no canta sus propias letras, le imprime su sello personalísimo, tan personal que muchas veces es difícil reconocer estilos, aires, influencias. Y todavía faltaba que se dejara el grifo abierto, que lo inundara todo con su llanto, que es, precisamente, lo que venían buscando sus seguidores, los que sabían a qué venían y lo que querían.
El Capullo de Jerez pone la transmisión, lo que se entiende por “dolerse”, “llorarse” o “pellizcar” por encima de cualquier otra cuestión musical, tales como la técnica vocal, la afinación, o el control del aire. Tiene la ventaja de que lleva el compás incorporado de serie, por lo que no tiene que preocuparse de este factor que tan de cabeza trae y ha traido a otros consumados cantaores y cantaoras. Quien va a un recital suyo lo hace esperando precisamente eso. Ésta es una concepción del flamenco que, por suerte o por desgracia no está tan en boga entre los jóvenes intérpretes de un tiempo a esta parte, que ponen el acento más en la forma que en el fondo.
Media docena de personalísimos fandangazos pusieron al público en pie. Ahí Miguel pierde el sentido de la medida y se desgañita como si fuera lo último que va a poder cantar antes de abandonar este mundo. Tanto grito no es ni bueno para las cuerdas vocales, ni es acogido con la misma comprensión por todos los aficionados al flamenco, ya que hay otras muchas formas de dolerse mucho más efectivas. Y Miguel las domina casi todas.
Echamos de menos escuchar a Capullo por seguiriyas, y más cuando este palo fundamental venía anunciado en el programa de mano. Lo que sí percibimos fue su voluntad de aligerar de “jondura” al espectáculo conforme éste iba avanzando, temeroso tal vez de empachar al público sevillano, que se quedó con ganas de más palos, digamos, de los serios.
Entre canciones por bulerías dedicadas a Paco de Lucía y bulerías cortas de la Plazuela, donde brilló más que nunca la guitarra de Diego Amaya, que suena antiguo, serio y profundo, y graciosas pataítas de la familia Flores (fue una sorpresa escuchar el eco de Juan Flores, al que Miguel dio su oportunidad, entonar el “que te he querío y no lo niego” al más puro estilo de Tomás Pavón), El Capullo de Jerez intercaló una rumba interminable a ritmo de tangos, al principio, que se aceleraron hasta convertirse en tanguillos. Aquí Miguel dio rienda suelta a su expresividad más desnuda, su grito desgarrador, su anarquía y su compromiso social:
“Esta es la letra de la verdad de la vida, estamos hartos de sufrir, de pasar fatiguitas, y tenemos que luchar por lo poquito que nos queda”. Y a continuación, antes de acabar con el Himno de Andalucía, en un gesto muy teatral, manda a Diego que pare y canta medio fandango a palo seco, siguiendo por rumbas: “y cada día querernos más”, “lucha por la libertad”. Brazos abiertos, paran los coros y las palmas y enmudece la guitarra: “Libertad, libertad, libertad, libertad…”
Ficha artística
Espectáculo: Recital de Capullo de Jerez: Flamenco Vienen del Sur /Teatro Central de Sevilla 10/3/2015
Cante: Miguel Flores Quirós “Capullo de Jerez”
Guitarra: Diego Amaya
Palmas y voces: Juan Flores, Jesús Flores, y Carlos Flores “Tequila de Jerez”
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