Sara Cano y Manuel Liñán rompen con mucha clase la tradición con sus espectáculos.
Revista La Flamenca. Jaime Trancoso 28/2/2022 Foto portada: Tamara Pastora/Festival de Jerez
En la mañana del 27 febrero se presentó en el Festival de Jerez (Museo Atalaya), “Mujer de pie” de Sara Cano es una pieza muy madurada y trabajada en laboratorios y residencias de investigación coreográfica, con mucho trasfondo y basada en un trabajo anterior, “De Levante”, que reflexiona sobre la caída y la recuperación. Este número a dúo cantado y bailado lo vimos hacia al final del espectáculo por verdiales, en el que la bailarina y el cantaor interactúan con mucha exigencia para el cantaor que tiene que bailar también, estrechando los roles entre la voz y el cuerpo para encontrar un espacio común.
“Mujer de pie” es una oda a la vida a través de un cuerpo de mujer, sobre el camino de nuestra vida cotidiana donde hay risas y lágrimas, pero siempre hay un hueco para seguir buscando y luchando. Sara Cano, bailarina, reflexiona sobre su cuerpo y sobre su vida, una mujer cuyo cuerpo ha superado las cuarenta primaveras y se siente en plenitud de facultades, con mucho que decir todavía. Sin etiquetas, no es flamenco, ni tampoco es contemporáneo, aunque sí la música sobre la que se basa.
En este recorrido se encuentra con el bailaor Ricardo Moro, que junto a los cantaores Alberto Funes y Al Blanco forman también parte de la coreografía para entrar finalmente en el flamenco tras la reflexión inicial. Un baile a dos a medio camino entre la música flamenca tradicional y el baile flamenco contemporáneo. Sobre una base rítmica y guitarra grabada Alberto Funes y Al Blanco cantan encima, una sensación rara porque da la sensación de playback, pero el resultado es muy original.
Ricardo Moro es un gran bailaor al que ya vimos en el Festival de Jerez hace dos ediciones en “Ariadna” de Rafaela Carrasco, un espectáculo que triunfó en el Teatro Villamarta. Añadir que esta “Mujer de pie” es una interesante propuesta para su distribución y su montaje ya que al llevar la guitarra grabada se reducen costes de vuelos, cabin bags, así como tiempo de pruebas de sonido. El espectáculo es distribuido y ha girado significativamente gracias a la gran labor de Elena Santoja.
Llama la atención la versatilidad del vestido rojo de Elena que le hace las veces de mantón a la vez. También se desnuda en escena para cambiarse de ropa, un recurso que se puso de moda hace unos años y que se echaba de menos en esta edición del festival. Un espectáculo de búsqueda y lucha por mantenerse en pie, resistencia y seguir siendo. Entre el público se escuchó: ¡maravillosa!
Ya por la tarde y en el Teatro Villamarta, Había mucha expectación para ver “Pie de Hierro” de Manuel Liñán. Manuel triunfó en el Festival de Jerez hace dos años con “¡Viva!” y no era fácil aparentemente volver a presentar una propuesta de tal calidad y originalidad, pero lo consiguió.
Precisamente ayer en “Farruquito” hablábamos del peso que supone la tradición, esa mochila que lleva asumir ciertos papeles, y hoy veíamos en ambas propuestas, la de Sara Cano y la de Manuel Liñán cómo es posible liberarse de ella mirando dentro, narrando desde dentro. Manuel Liñán, de esa generación libre y preciosa del año 1980, quiere expresar cómo su padre esperaba de él que hubiera sido torero, pero en el espectáculo anterior acabó bailando con bata de cola y peluca. Sea como fuere, su padre quería verle de torero, y le terminó viendo de torero para dedicarle esta particular corrida de toros.
Como veíamos en el espectáculo de Rocío Molina, Manuel Liñán conecta con el público incluso antes. Nada más abrir el telón nos encontramos con una plaza de toros y el público comienza a aplaudir como si estuviera el mismísimo Morante de la Puebla. Un primer número muy original en el que Manuel no sólo baila con la escenografía de la plaza, un ruedo a especie de muro o tablón, sino que lo golpea y lucha con él.
Uno de los números más llamativos fue el juego que le dio una chaqueta, a la que le daba la vuelta una y otra vez, entre el lado oscuro y formal de una típica chaqueta negra por un lado y de brillantes por el otro lado. Musicalmente hablando, esta rebeldía e inconformidad, esta lucha con lo que nuestros padres esperan de nosotros, fue también representada por la instrumentación de la pieza, dos guitarras, la eléctrica del también violinista Víctor Guadiana y la flamenca de Juan Campallo. Con luces diagonales desde boca vimos como sus sombras se mezclaban entre la tradición y la modernidad. La voz del profeta en su tierra David Carpio, con momentos de teatralización, también fue un ingrediente fundamental.
Nuestros padres nos han enseñado y mostrado todo lo que no queremos ser a una generación que ha nacido libre. Quizás se hizo un poco largo el ritual cuando las palmeras Ana Romero y Tacha González le visten de torero y sin duda es un final reflexivo que no estaba cerrado, por megafonía nos invitaban a salir por haber terminado. Un grito a la libertad de ser quien queremos ser. El aplauso del público quizás no fue tan largo como hace dos ediciones pero también fue muy sentido, dos minutos con todo el respetable en pie.