Milagros Menjíbar, José Galván, Manolo Marín y Ana María Bueno enamoraron al público del Maestranza.
Web Revista La Flamenca. Luis M. Pérez Sevilla (Teatro de la Maestranza) 11/9/2016 Fotos: Archivo fotográfico Bienal de Flamenco
Más de una, y más de dos bocas se taparon solas anoche desde las tablas del emblemático Teatro de la Maestranza de Sevilla. Como quien va al fútbol a un partido de viejas glorias, condescendientes con la generosa edad y anatomía de quienes un día hicieron las delicias de los aficionados, contentándose con un par de regates o un control de balón propio de aquellos tiempos en que siempre se jugaba mejor. Un conocido me saluda a la entrada: ahí vamos, a ver a los jubilados, yo creo que estará bonito.
Y la verdad, pocos las tenían todas consigo. Porque una cosa es aplaudir la pataíta graciosa de una figura octogenaria, movidos por el respeto debido a su edad y al recuerdo de quien llegó a ser. Y otra muy distinta lo que tuvimos el placer de vivir ayer.
Porque anoche había cuatro figuras del baile en el escenario. Cuatro maestros que han enseñado a bailar a generaciones de bailaoras y bailaores, a refinarlos, como se dice, en las formas de las dos escuelas sevillanas. La gitana, del gran Farruco, y que José Galván asimiló como pocos, de pose varonil y tremenda fuerza en unos pies venidos a menos, pero que suple con una gracia sobrenatural en los brazos y el baile torero de cuerpo entero; arrancó José carretas de oles y más oles, bailando por soleá y por bulerías al golpe lebrijanas, adornado con el pañuelo blanco de los Funi.
Y la escuela clásica sevillana, la de la cabeza erguida y la figura siempre compuesta para ser pintada, la que bebe directamente de Pastora Imperio y Juana la Macarrona, de las hermanas López, Encarnación y Pilar, la escuela de Matilde Coral… Ana María Bueno y Milagros Menjíbar, la Macarena y Triana, pasearon la cola de sus batas por las tablas y mostraron al mundo cómo se baila en Sevilla, despacio, despacito, los pies ágiles todavía pero solo cuando es necesario, la cabeza enmarcada en un camafeo por sus divinos brazos, los dedos “como boquerones, vivos, pegando saltos”, dijo Manuel Marín. El maestro tiene cumplidos los ochenta años, nadie lo diría. Aunque no terminó muy contento: “llevo mucho tiempo sin bailar, ni siquiera enseñando, y creo que me voy a tirar mucho tiempo más, porque no me he gustado nada”, a lo que el público respondió con una calurosa ovación.
Por lo demás, impecable la puesta en escena, sobria y moderna, ayudada por una iluminación exquisita con algunos detalles muy efectistas. El cuadro, de primera, siempre al servicio del baile. Y el público, feliz y emocionado.
Ficha artística:
Espectáculo: “Bailando una vida”, dirigida por Rubén Olmo. ”/La Bienal de Sevilla / Sevilla Teatro de la Maestranza 10/9/2016
Baile: Ana María Bueno, José Galván, Milagros Menjíbar y Manolo Marín
Cante y palmas: Juan Reina, Manuel Romero “Cotorro”, Miguel Ortega
Guitarras: Rafael Rodríguez “Cabeza”, Juan Campallo y Juan Manuel Flores