COMPAÑÍA ANDRÉS MARÍN `DE LA DANZA GEOMÉTRICA´
Granada. Teatro Alhambra. 16/5/2011
Antonio Conde
Hace unos años se tildaría de arriesgado más que de innovador lo que hace Andrés Marín. Pasa el tiempo y nos ha convencido de que el flamenco avanza y que el clasicismo bien entendido y desarrollado deriva en la danza que exporta el sevillano a través de su cuerpo. Su baile hay que definirlo con una palabra: conceptual. Líneas simétricas se tornan asimétricas a merced del bailaor, en tanto que con absoluto dominio del espacio inunda la caja escénica. En Granada y en el teatro Alhambra, como cierre del ciclo “Flamenco viene del Sur” estrenó su última creación “Ay, Alameda”.
Un guitarrista (Salvador Gutiérrez) que implementó el baile magistralmente, un cantaor (José de la Tomasa) que se buscó y se encontró en los caminos del cante, y un “Bobote”, palmero imprescindible y dueño del compás. Nada más. (y nada menos). El espectáculo recogió la esencia de que lo complejo se puede hacer fácil si se tienen los elementos necesarios para llevarlo a cabo. Un tira y afloja en la investigación corporal, adentrarse en la figura por la figura, en la composición física comprendiéndose a si mismo, en la estética por la estética. Con poco más que su cuerpo y sus brazos, Marín alardeó de conocimiento, de la sencillez del baile hecha mudanza, cargada de emoción y dificultad. Un juego de figuras geométricas iluminadas a fuego, en tanto que aparecía el cante desaparecía la danza.
Trilla del de la Tomasa, que esconde a Marín, para vertebrar la soleá, dilucidar de nuevo por el cante, un fogonazo de danza que reaparece con la caña, para experimentar de nuevo con el baile y esconderse entre las notas de los abandolaos, sin dejar de caer la música. El abanico musical y dancístico del sevillano fue extenso; desde la farruca, que fue uno de los momentos inolvidables de la noche, pasando por las alegrías (una pincelada de arte efímera en el tiempo) hasta las bulerías y de nuevo al cante por toná. El toque de Salvador Gutiérrez y sus composiciones musicales establecieron un nexo de unión por levante, dando paso al cante de José de la Tomasa por murcianas y levanticas. Un final de infarto por seguiriyas, eclécticas, con un bailaor más que entregado, todavía con fuerza para sorprender, cerró las cortinas del teatro con una de las mejores ovaciones que se han escuchado en este ciclo a lo largo de la temporada.