Revista La Flamenca. Flamenco Viene del Sur. Teatro Alhambra /Granada/ 24/4/2012
La tarjeta de presentación fue una fiesta por bulerías. Jerez, con ese ritmo acompasado propio de la tierra, Manuela suelta, pies ligeros y mirada expresiva. Suponía de esta manera cuál iba a ser denominador común del espectáculo.
La caña es interpretada por los tres bailaores, en grupo, coreografía incluida aunque los matices los ejecutaban de manera más individualizada. Tanto El Choro, Oscar Reyes como Rafael de Carmen, son tres bailaores de fuerza, expresivos, intuitivos por lo que difícilmente se les puede encorsetar en un número coreográfico. Por eso cada uno aportaba a la Caña su personal pasión, muy conseguida y efectista, con muy buena respuesta de un público que desde el principio ha conectado fácilmente con los artistas.
En los tangos, El Choro y Oscar Reyes vuelven a trabajar a dúo y hacen distintas variaciones de zapateado, (el rey de la noche) apurando al extremo las posibilidades físicas de una técnica que necesita de buena coordinación muscular, aportando cada uno distintas posibilidades expresivas basadas en el concepto de baile intuitivo, de fuerza, expresivo, totalmente masculino y buscando la complicidad del público con el aplauso.
Rafael de Carmen, todo un cuerpo de baile él solo. En las alegrías ha concentrado su personalidad. Se mueve por el escenario con facilidad, tiene recursos tanto estéticos como expresivos, es un gran trabajador del tablao. Domina la escena y busca la recompensa del aplauso, necesita su apoyo. El zapateado viene a ser nuevamente el fuerte del número, con la referencia del cajón, como todos, cerrando con bulerías de Cádiz en un gran montaje de brío y equilibrio.
Tiene La Carrasco en Granada su público, su incondicional, aquel al que hasta su peineta le parece la más flamenca. Manuela, ya la conocemos, es genio y figura, ella lo sabe y así se deja querer en el escenario, se regodea en sí misma.
En el taranto, vestida de negro, toda solemne y pasional, dedica buena parte a un zapateado extenso y vigoroso, acompañado innecesariamente por un cajón machacón, pues sus pies, solos, ya son un número.
En la Soleá, muestra su autoridad, mirada alta, breves movimientos de brazos; con detenimiento va esbozando su interpretación del palo, su baile por excelencia. No hay más que verla en el escenario en su paseo interminable. Poco a poco va elevando el ritmo y nos muestra nuevamente su casta, a veces con excesiva afectación; pero el público la quiere y se lo demuestra, es lo que hay y ella así lo entiende.
Es una bailaora primaria, donde lo importante no es la técnica sino la viveza; mujer de raza, de fuerza y de pasión, números largos de zapateado, desplantes, … Así es Manuela Carrasco, hoy y siempre.
No puedo dejar de hacer una advertencia sobre uso y abuso del volumen en estos espectáculos, en esta ocasión fue excesivo, salvo para las guitarras que se veían en clara desventaja. La percusión acometida con el cajón ha sido irritante, sobre todo con el grave, que hacía temblar el ambiente del Teatro. El zapateado de los artistas se oía en exceso, a veces por encima del cajón.
Por otro lado los cantaores, los tres, en ocasiones en un tono por encima del que les correspondería, seguramente por necesidades del guión pero claramente apurados.
Ficha artística:
Baile: Manuela Carrasco. Rafael de Carmen. El Choro . Oscar de los Reyes Cante: Pepe de Pura. Emilio Molina. Luis Moneo. Guitarras: Joaquín Amador. Paco Iglesias Percusión: José Carrasco